Spelunky 2, la muerte como método de aprendizaje

12 noviembre, 2020Isaac López Redondo

Quienes crecimos jugando a los videojuegos en los ochenta, tenemos grabado a fuego en la memoria el concepto de ensayo y error por el que se regían la mayoría de títulos de aquel entonces. Hasta la invención de los sistemas de guardado, cada partida era una aventura en la que había que aprender de los fallos cometidos para no volver a cometerlos. Y aún así, volvíamos a errar, una y otra vez; ingenuos pero insistentes. No había otra manera de recorrer un videojuego de principio a fin que superando los obstáculos a base de práctica, empeño y afán de superación. No existía la opción de elegir entre diferentes niveles de dificultad ni posibilidad de descansar en mitad del camino. Todo eso llegaría más tarde, mucho después de las cintas de casete y de ese pitido inconfundible que acompañaba a los interminables momentos de carga. Bien es cierto que la satisfacción al completar alguno de estos videojuegos era casi infinita, proporcional al número de horas empleadas y a la cantidad de ocasiones en la que habíamos perecido, viéndonos obligados a empezar de nuevo.

Recuerdo con especial cariño uno de aquellos títulos de los que disfruté en mi Spectrum: Abu Simbel Profanation, un videojuego de plataformas de dificultad endiablada que recibía su nombre del emblemático templo egipcio de Abu Simbel. Un título del que emanaba un espíritu canallesco que hemos de atribuir directamente a sus autores. En Génesis, el fascinante compendio de videojuegos españoles de ocho bits escrito por Jesús Relinque «Pedja» y José Manuel Fernández «Spidey», queda constancia de cierto episodio que casi parece formar parte de una leyenda. Tal era el grado de dificultad de Abu Simbel Profanation que sus creadores lo promocionaron en el lanzamiento con un concurso que premiaba con 50.000 pesetas al primero que enviase una prueba de haber llegado al final del mismo. Eran tan conscientes de la crudeza de los escenarios, de las habilidades sobrehumanas necesarias para superar cada uno de las contrariedades a las que los jugadores tenían que hacer frente, que en Dinamic estaban convencidos de que nadie sería capaz de superar el juego. Lo cierto es que el concurso sí tuvo un ganador. Cuestión aparte fue el método empleado por este jugador para alcanzar su objetivo. Pero esa es otra historia que os invito a que descubráis en el mencionado libro.

La cuestión es que hay algo –o mucho– del espíritu de Abu Simbel Profanation en el título del que quiero hablaros en el presente texto, pues si hay un elemento del que sus creadores hacen gala en Spelunky 2 es precisamente la dificultad. Podríamos establecer otros paralelismos entre ambos videojuegos basados en el uso de las 2D, o el aspecto de sus escenarios –cuevas oscuras, parajes selváticos, ruinas arqueológicas o ciénagas de lava– impregnados de ese aroma a aventura sobre los que se proyecta la alargada sombra de Indiana Jones. Aquí no es un arqueólogo, sino una espeleóloga, la protagonista del juego. Ana es la hija del personaje que pudimos controlar en la primera entrega de esta serie y que ahora parte rumbo a la luna en busca de sus padres. Sí, la luna. En su búsqueda, la intrépida exploradora habrá de adentrarse en misteriosas cuevas repletas de enemigos, objetos y trampas.

Spelunky 2 está diseñado sobre la premisa de que el jugador ha de estar dispuesto a aprender en cada partida. Su estética bonachona no es más que una piel de cordero bajo la que se esconde un lobo extremadamente feroz, que pondrá a prueba nuestra paciencia, nuestra capacidad de observación y nuestra perseverancia. El control de nuestro personaje es sumamente preciso y habremos de ejecutar cada movimiento con  destreza, ya sea para saltar de una plataforma a otra o para agarrarnos al borde de alguna superficie. Pronto nos acostumbraremos a las habilidades y los objetos que están a nuestro alcance: al comenzar la partida disponemos únicamente de varias cuerdas, que nos ayudarán a alcanzar zonas altas a las que no podemos llegar saltando, y bombas, que nos permitirán horadar los suelos y las paredes del escenario en busca de una salida o para obtener algún preciado recurso. Aparte de eso contamos con un látigo, como arma inicial, que nos servirá para luchar contra determinados enemigos o para destruir vasijas y otros objetos repartidos por los escenarios. Pero este inventario podrá ampliarse notablemente al avanzar en el juego, comprando artículos de diferente naturaleza a un vendedor que aparecerá de cuando en cuando en algún rincón escondido de la pantalla. Para hacernos con estos artículos necesitaremos dinero que conseguiremos en forma de pepitas de oro y de piedras preciosas durante nuestro recorrido.

Spelunky 2 es un roguelike en toda regla, un videojuego procedural con niveles que se generan de manera aleatoria y que cambian en cada partida, asentado sobre una serie de patrones muy definidos que iremos asimilando en cada fallo, en cada muerte. Lo más apasionante de su planteamiento es la manera en que castiga al jugador pero también, y paradójicamente, la forma en la que le premia. Las partidas son tan cortas e intensas que, pese a la frustración inmediata que genera caer en una trampa, ser aniquilado por algún enemigo o volar en mil pedazos por culpa de una bomba que nosotros mismos hemos detonado, no nos da pereza volver a pulsar una y otra vez el botón para empezar una nueva partida. Cada tramo que recorremos, cada objeto que descubrimos o cada nuevo uso que podemos dar a dichos utensilios se convierten en un bálsamo que nos invita a seguir avanzando en las profundidades de la luna. Spelunky 2 sabe despertar el lado más aventurero del jugador. Su excepcional diseño de niveles invita a la exploración, es exigente con nuestras habilidades al mando, pero también pone a prueba nuestro ingenio y nuestra imaginación a la hora de utilizar determinados objetos, pues la mayoría de ellos están concebidos para varios usos y finalidades compatibles. Todos nuestros hallazgos quedarán registrados en un diario: los lugares, los enemigos, los objetos, las trampas y los personajes, además de la propia historia que pretende narrar el juego. Al comenzar a jugar, solo podremos elegir entre cuatro protagonistas, pero esta lista se irá ampliando a medida que avancemos y desbloqueemos a nuevos personajes. La muerte supone empezar desde cero, pero en el mencionado diario habremos dejado constancia de todos los descubrimientos realizados en la anterior partida. Y esos pequeños avances bastarán para satisfacernos y para hacernos creer que el final del juego está cada vez más cerca. Pero nada más lejos de la realidad.

Superar el juego supone una verdadera gesta, si bien podremos contar con la ayuda de algún amigo o compañero en esta difícil empresa. La aventura en modo cooperativo cobra un cariz particular. Hasta cuatro jugadores pueden compartir la pantalla y habrá pocos videojuegos como el que nos ocupa que plasmen de una forma tan sublime el concepto de cooperación. La coordinación ha de ser absoluta entre los diferentes miembros del equipo para poder avanzar pero, sobre todo, para no perecer a causa del error cometido por otro compañero. Ya se sabe: una bomba depositada en un lugar inadecuado, un salto mal calculado, un desplazamiento provocado por el uso de algún objeto en el peor momento… En fin, todo ello hará florecer nuestra frustración, pondrá a prueba nuestra empatía y, a buen seguro, provocará más de una risa entre los participantes, para qué negarlo.

En definitiva, las duras exigencias que se le plantean al jugador quedan contrarrestadas con el formato de corta duración de cada partida y con esa agradable sensación de progresión que acompaña a cada descubrimiento, del que quedará constancia en nuestro diario. Puedo prometer, y prometo, que no he conseguido terminar este fastidioso videojuego, pero el afán por llegar hasta el final del camino me hará regresar, con el paso de tiempo, a enfrentarme de nuevo a los peligros que encierran sus cuevas, a conseguir los tesoros escondidos en los cofres, a derrotar a los peculiares enemigos que habitan sus escenarios. Spelunky 2 te enamora poco a poco hasta atraparte. Y hay amores que matan. Aunque aquí la muerte es un método de aprendizaje. Y la vida puede ser eterna para este videojuego.

Esta crítica ha sido elaborada tras jugar a la versión de este título para PS4.

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