‘Silver Spoon’: la sorpresa de lo inesperado
La historia de la humanidad está llena de casualidades. Colón descubriendo América pensando que encontraría la India. Fleming tirando a la basura un experimento fallido que terminó siendo su mayor hallazgo, la penicilina. Y como estos cientos de descubrimientos y cosas que ya damos por sentadas y que llegaron a nosotros por error. Así llegó Silver Spoon a mi vida. Por aquel entonces era un chavalín de 16/17 años que se gastaba sus ahorros en comprarse Fullmetal Alchemist. En el tomo siete venía un librito que contenía el primer capítulo de una obra de la misma autora, Silver Spoon, que, cómo me lo habían regalado, procedí a leer. No pude parar de reírme. Necesitaba ese cómic. Pero dejemos un segundo de lado lo emocional y personal: ¿De qué va Silver Spoon?
Este manga sigue la vida de Yugo Hachiken, un chico de ciudad que, al terminar el bachillerato y abrumado por la realidad que es prepararse el acceso a la universidad y escoger una carrera que te acompañará toda la vida, decide meterse en un ciclo formativo de ciencias agrarias en el culo del mundo, Hokkaido. Como podéis suponer, él no tiene ni idea de nada relacionado con el trabajo agrario: no sabe cómo se cría a los cerdos, ni de dónde vienen los huevos, cómo se cultiva, o cómo se ordeña a una vaca. A medida que su nueva vida campestre avanza las desgracias no paran de seguirle, pero algo dentro de él hace click.
De un chico asustado, e incluso traumatizado por diversos sucesos que le han acontecido, poco a poco lo vemos avanzar hacia una persona segura de sí mismo. Pero tampoco cae en la falacia de que absolutamente todo tiene una solución idílica. Hay cosas que se solucionan, cosas en las que se hace un arreglo, y otras que nunca estuvieron destinadas a solucionarse, aunque se las enfoque de otra forma. Quizás eso sea lo más bonito de Silver Spoon, entender que la vida da muchas vueltas y que al final lo importante es caer de pie. Y gran parte de ello es la gente que, en este caso, rodea a Hachiken, que le da la confianza y la fuerza para tirar adelante en situaciones en las que antes prefería retirarse.
La premisa global puede parecer el típico cliché de manga —chico al que le abruma la sociedad decide irse y descubre que los amigos que se hacen por el camino es la respuesta a todo—, pero esta obra es diferente a cualquiera que hayáis podido leer. Rebosa originalidad, desde el tipo de humor que utiliza hasta los enfoques de los personajes y las realidades que estos viven. Del mismo modo que puede hacerte reír en voz alta te puede hacer sentir una tristeza desoladora. Hay algo que conecta contigo a medida que lo lees, un sentimiento bastante diferente al que sueles tener con los mangas de acción como Fullmetal Alchemist, obra que cuesta creer que sea de la misma autora. Esta obra es claramente personal, una historia rara por la que Hiromu Arakawa decide apostar poniendo toda la carne en el asador —nunca mejor dicho—.
El dibujo es el mismo que el de Fullmetal Alchemist, algo que todos los que hemos leído más de una obra de Arakawa sabemos porque le encanta reciclar personajes, especialmente en los malos. Y aunque es verdad que Silver Spoon no tiene un villano porque no es ese tipo de obra, sí que vemos la cara del malo —la del rey Bradley— usada en el padre de Hachiken, uno de los principales causantes de sus traumas. Pero también Arakawa es consciente de esta repetición, y la aprovecha para que sea un reclamo cómico que sirve para aliviar parte de la carga que el personaje aporta cuando entra en escena. También es verdad que la autora es una maestra de la narración, por lo que la simpleza de su dibujo, que suele parecer algo negativo, termina siendo una de las cosas que más aportan a la historia.
Este enero de 2022 ha salido, después de mucho tiempo de espera, el último número de Silver Spoon en España, el tomo número 15. Lo que encontré por error y sin buscarlo se terminó volviendo uno de mis mangas favoritos. Igual que Hachiken, que sin saber lo que iba a encontrar en la escuela agraria de Yezo, yo me adentré en una obra que no sabía a dónde me iba a llevar, y que terminó respondiendo a todo lo que buscaba sin saberlo. Un manga confort al que volver recurrentemente y que siempre conseguía volver a conectar conmigo, no importaba la cantidad de veces que lo haya leído. Y ahora ha terminado. Nada más terminar de leer el último número, y con el corazón todavía un poco hueco por la pérdida de una de esas series que te gustaría que nunca terminaran, estoy aquí escribiendo por qué deberías tú leerla también. Quizás sea un intento de despedirme de ella, darme cuenta de que mi viaje a Hokkaido ha terminado, aunque siempre pueda volver a él.
Me vais a permitir recurrir al último bocadillo de texto de la obra, porque creo que es lo que mejor simboliza esta obra, la mejor manera de definirla: —Silver Spoon es— «la historia del chico que hizo que tantas semillas germinaran aquí». A lo que me gustaría añadir que no solo germinaron allí, sino en el corazón de todos y cada uno de los que hemos acompañado a Hachiken a través de sus momentos duros y sus alegrías.