‘Nichijou’, una oda al costumbrismo de humor absurdo

4 abril, 2021Saida Herrero

Si a una buena dosis de humor absurdo le añadimos costumbrismo y un toque de género fantástico, con una pizca de hipérbole en su animación, tendremos preparada la fórmula de Nichijou. Este anime de comedia estrenado en 2011 se enmarca en el género de slice of life, centrado en narrar el día a día que viven sus personajes sin mayores pretensiones. De hecho, la versión anglosajona traduce el título como My Ordinary Life, que vendría a ser «Mi vida ordinaria», en español.

La serie se estrenó en la cadena japonesa de TV Aichi, dirigida por Tatsuya Ishihara, aunque ya antes había contado con una OVA de duración similar a la de un capítulo de la serie. A lo largo de los 26 episodios se nos presentan diferentes historias a modo de breves sketches y animaciones cortas —algunas de ellas tienen incluso sus propios opening para presentarlas— y, en ocasiones, se acaban relacionando unas con otras como si de secuelas se tratasen.

Poniendo el foco en la temática de la serie, en ella seguimos las aventuras de un grupo de estudiantes de instituto japonés encabezado por Yuuko Aioi, con tanta energía como imaginación y pocas ganas de estudiar.

Junto a ella encontramos a su mejor amiga, Mio Naganohara, a la que siempre acaba recurriendo para copiar sus deberes. Aunque es bastante formal, Mio esconde un secreto: dibuja mangas yaoi con relaciones gays subidas de tono. El trío de protagonistas escolares lo completa Mai Minakami, una joven callada y excéntrica con un humor que solo entiende ella, sacando al resto de quicio mientras ella sigue enfrascada en su lectura.

Por otra parte, fuera del instituto, nos encontramos con la Profesora, una niña inventora y caprichosa que vive con un gato llamado Sakamoto –capaz de hablar gracias a uno de sus inventos– y con su creación, una adolescente-robot a la que llama Nano. La joven se encarga de las labores del hogar y de cuidar de la niña mientras ansía dejar atrás sus puertos USB, brazos desmontables y la llave que le sobresale de la espalda para poder convertirse en una «niña de verdad». Con su complejo de Pinocho, Nano finalmente consigue asistir a la escuela y unirse al trío protagonista, sumando los dos principales ejes narrativos que hasta entonces transcurrían por separado.

Uno de los toques fantásticos de esta historia lo encontramos precisamente en la llegada de Nano a la escuela, con la llave que arrastra consigo llamando la atención de algunos compañeros y convirtiéndose en un complejo más si cabe para la joven.

De quien llama la atención es de la profesora de ciencias, obsesionada por secuestrarla y averiguar si se trata de un robot como ella sospecha. Esto se acaba convirtiendo en uno de los sketches recurrentes al más puro estilo «Coyote y Correcaminos». Por poner un ejemplo, en uno de sus intentos de secuestro la profesora comenta sus planes de dormir a Nano con un somnífero que vierte en una taza que va llenando de café. A punto de desbordarse el líquido, por inercia se inclina para sorberlo y evitar que se derrame… cayendo dormida.

Nichijou es una adaptación del manga homónimo compuesto por diez tomos y creado por Keiichi Arawi. El mangaka también cuenta con otra obra titulada Helvetica Standard, formada por distintas tiras cómicas que sirvieron para asentar algunas bases que después serían exploradas en Nichijou, como las primeras apariciones de algunos personajes. En un ejercicio metareferencial, en los episodios del anime podemos ver como uno de los personajes está leyendo el manga de Helvetica Standard y algunos de los sketches que encontramos en la serie son adaptaciones de ese manga. Estos son, por otra parte, más complicados de entender para el espectador foráneo, ya que cuentan con unos detalles muy locales. Si además el nombre os recuerda a la fuente tipográfica, estáis en lo cierto. Esa es la inspiración para el nombre y también la encontramos en el logotipo de Nichijou, por lo que todo queda en casa.

Pero si en algo destaca, además de la originalidad y frescura de sus historias, es en la animación. Esa gran joya de esta «corona ordinaria». En este anime nos encontramos un despliegue técnico con el que nos deleitan para dinamizar no solo las acciones de los personajes, sino también sus emociones canalizadas a través del dibujo pues la serie es mucho más visual que verbal. Os dejo por aquí un ejemplo de un momento cotidiano sin más, intentando acabar con ese mosquito que te da la noche:

 

Con una atención máxima por el detalle, en Nichijou disfrutamos de una calidad difícil de encontrar en el mercado masificado de las series niponas. El detalle lo encontramos incluso en el paso del tiempo representado estéticamente por el cambio de uniforme escolar, transcurriendo una parte de la serie en otoño-invierno y otra en primavera-verano. Detrás de un resultado tan espectacular y minucioso sólo podía haber un estudio: Kyoto Animation. Fundado por Hideaki y Yoko Hatta en 1981, en sus inicios servían como animación de apoyo para otras series y grandes estudios como Studio Ghibli antes de empezar su producción propia. Para ellos, la calidad tenía que estar por encima de la cantidad, algo que se refleja muy bien en el breve anime de Nichijou, aunque la inversión que supuso esta adaptación acabaría por hacer temblar al estudio y no se terminaron de adaptar todos los tomos del manga.

Entre el resto de trabajos que podemos encontrar con el sello de KyoAni se encuentran también las animaciones vistas en A Silent Voice, Clannad, Miss Kobayashi’s Dragon Maid o Violet Evergarden, entre otras. El estudio no tiene relevancia únicamente por sus trabajos, sino también por su filosofía, con una reputación marcada por contratar más talento femenino que otras compañías del sector, entre otros aspectos. Kyoto Animation volvió a estar en boca de todos en 2019, aunque por motivos muy diferentes: un incendio provocado acabó con la vida de 33 trabajadores en las instalaciones del estudio. Un duro golpe para la animación japonesa que sacó a relucir la mejor faceta de la comunidad y los fans, que se volcaron con diferentes campañas, entre ellas una recaudación de más de dos millones de dólares para apoyar al estudio y a sus trabajadores.

El mercado anglosajón ha tenido más suerte que el hispano a la hora de disfrutar de Nichijou, pues cuenta con los mangas licenciados y traducidos al inglés –a los que se puede acceder de importación– y con distribución del anime en formato físico y plataformas de streaming como Amazon Prime Video. En España no está licenciado por lo que se convierte en uno de esos animes que sirven de ejemplo para hablar de la labor de los fansubs.

Estas traducciones fans, archiconocidas en la comunidad otaku especialmente, ayudan a que las series que no han sido licenciadas de forma oficial puedan conocerse al ser subtituladas al español mediante la colaboración del fandom. A día de hoy, esta práctica todavía suscita debate en torno a las posibles infracciones de copyright. Sin embargo, esta labor altruista ayuda a que la gente conozca más historias y sirve también de «estudio de mercado» a editoriales y distribuidoras, pues les permite saber el interés del público en estas historias.

Sea en el idioma que sea, vale la pena acercarse al mundo de comedia absurda y slapstick que nos ofrece Nichijou y dejarse llevar con sus exageraciones. A más de uno podrá entrarle también la morriña al recordar algunos momentos entre pasillos de instituto, pero lo que está claro es que el día a día es mejor con Yuuko y compañía. ¿Os apetece una acampada?

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