Gato Roboto: Una Samus felina

13 junio, 2019Manuel Casal

Kiki es un gato que, como todo buen minino, tiene que liarla. Nada más empezar, este peculiar personaje se posa encima de los controles de la nave, haciendo que se estrelle y atrapando al piloto. Como no podría ser de otra forma, Kiki tiene que encargarse de salvar a su dueño. Pero no está solo, tiene un meca… y un submarino.

Estamos ante un metroidvania clásico. Es un homenaje a las tradiciones de este género. Podemos notarlo en las habilidades que nos permiten acceder a nuevas zonas por lugares que antes eran inaccesibles, así como en los jefazos. Comenzamos con un meca que nos permite disparar ráfagas, pero en pocos minutos desbloqueamos también un lanzacohetes. Poco a poco vamos consiguiendo nuevos poderes o añadidos para nuestro traje, que permiten realizar un doble salto, un dash, etcétera. Con ello, el combate se acelera y además podemos movernos mejor por el escenario. Siempre que queramos podemos salir del meca, pero Kiki morirá de un solo golpe cuando no se encuentre dentro, por lo que será necesario usarlo solo en ocasiones contadas, para cruzar por pasajes estrechos. Las habilidades las encontraremos dispersas por el mapa, cuando finalizamos con algún jefazo. Estos, además, tienen una estética y personalidad clásica, que recuerda a los primeros títulos de Megaman y le dan un toque retro. Poco a poco iremos teniendo enfrentamientos reiterados con, como no podía ser de otra forma, un ratón. En general, la trama en sí es absurda, pero eso lo hace especial. No se toma en serio y se plantea como un disfrute jugable más que argumental.

La estética es magnífica. Un retropíxel clásico, en blanco y negro, pero que contrasta con una fluidez absoluta en los movimientos, más característica de los títulos actuales. Ese monocromo le sienta genial, pero, dado que pasamos por varias zonas, podría tornarse repetitivo. Los chicos de Doinksoft lo solucionan añadiendo coleccionables: cartuchos que podemos recoger si exploramos un poco y que nos permiten modificar la paleta de colores, pasando a tonos café, pastel y un largo etcétera. Esta es también la forma de encontrar puntos de vida, para hacer nuestro meca más resistente. Al principio, da la sensación de que morir va a convertirse en un suplicio, pero, aunque el juego supone un reto bastante decente, nos permite acceder a puntos de guardado muy frecuentes que nos rellenan la vida. Su cuya única pega a nivel jugable sería que los enemigos son, en ocasiones, ciertamente irrelevantes, pudiendo esquivarlos sin más para avanzar, puesto que no obtenemos nada extra por matarlos. Pese a ello, nos encontramos con un metroidvania muy divertido, que se completa en unas tres o cuatro horas tranquilamente y está llevado con mucho humor y que solo pretende que recordemos buenos tiempos.

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Artículo anterior Siguiente artículo