Del primer emulador de Spectrum a las consolas mini: penúltimo capítulo de la fiebre retro

11 abril, 2019Manuel J. Rico

Hace algunos años ya que un tipo genial llamado Antonio Ortiz, buceando entre los millones de registros de la página Worldofspectrum.com, recuperó el primer emulador completo de Spectrum de la historia. El archivo contenía además un relato de cómo se fraguó el proyecto y el modo tramposo en que fue hurtado de las manos de su autor. En 1989 un discreto programador español, Pedro Gimeno, consiguió una proeza nunca alcanzada antes: hacer que un ordenador imitase a otro. Para ser precisos existió un antecedente de emulación parcial, no completa, del Spectrum en Commodore. Los obstáculos técnicos pasaban por emplear un hardware más potente, en este caso un PC de la época, ciertos trucos para regular la velocidad de la emulación y claro está, la ROM del Spectrum. Quizás prima hermana de la que sirvió a quienes clonaron tres años antes el primer Spectrum pirata en Lvov, Ucrania, aunque esa es otra historia que merece ser contada con más detenimiento… Desde el hallazgo de aquel viejo programa, los aficionados han continuado buscando indicios de emuladores más antiguos sin éxito, de modo que el de Pedro Gimeno hasta lo que sabemos sigue siendo el primero.

Los adictos a la informática clásica, conscientes de que las placas originales y los soportes físicos de sus queridos sistemas tienen fecha de caducidad, no han dejado de estudiar el modo de preservar los programas, sistemas operativos y circuitos. Los sistemas emulados se han multiplicado con la mejora del rendimiento de los ordenadores. Desde aquel primer programa que convertía al PC del vecino en un Spectrum (en casa no hubo pasta para un PC hasta el 97), todas las máquinas de 8 bits fueron emuladas. Luego las de 16 bits y así sucesivamente. La tendencia parece que no acabará y, aunque la frontera con el retro suele situarse hoy en las maravillosas consolas PlayStation 1 o 2 a lo sumo, todo este mundillo está evolucionando continuamente. Es cuestión de tiempo y de que nuevos gurús proclamen su doctrina; como en cualquier afición, no faltan los gurús, talibanes y haters que dan picante a la escena, ridiculizando a los menos expertos. Me estoy acordando de cierto personaje dueño de una tienda de comics en los Simpsons.

De modo que la tendencia fue tomando cuerpo a lo largo de los años. Nos hicimos mayores, pero seguían gustándonos los primeros juegos que grabamos con cassettes de doble pletina, que cargábamos desde aparatosos cartuchos, o disfrutábamos en las deliciosas máquinas arcade. Paralelamente la piratería maduró como nosotros mismos. Internet mal que pese a nuestra especie no es sinónimo de porno y piratería pero casi. Los juegos de sistemas antiguos se pueden encontrar por todas partes.

Nintendo, Sony y las demás supervivientes de aquella protohistoria de la era digital tenían muchas pistas, pero tardaron en reaccionar. Los niños de los ochenta, quisiera pensar que todos pero por desgracia no es verdad, ya no sisamos veinte duros del bolsillo de los mayores para comprar caramelos. Empezamos además a adentrarnos en esta bendita edad en la que nos la suda lo que piense la gente. Los ingenieros por fin, no hace demasiado, ataron cabos. En esencia el panorama que tanto les costó interpretar era el siguiente:

Un sector de la población gasta su dinero en recordar los sistemas con los que se criaron. No son solo unos cuantos frikis, ni la comunidad de aficionados digámoslo así ‘casuales’, aunque pudiera parecerlo. El ejemplo más cercano que puedo exponer lo viví de primera mano con el primer libro de El Mundo del Spectrum, que superó ampliamente en ventas las expectativas de los autores. Están surgiendo también iniciativas privadas para vender placas FPGA que implementan sistemas antiguos, con mucho éxito si se tiene en cuenta la escasa difusión que pueden tener por diversas razones. Me planteo, por ejemplo, las implicaciones legales de algunos de estos ingenios.

Por otra parte la distribución ilegal de juegos viejos es imparable. Casi siempre es material que pasó razonablemente su estapa de explotación comercial, aunque tiene un dueño y su copyright. Llega un momento en que detener un fenómeno así es como poner puertas al campo. La experiencia de PlayStation 1, cuyo éxito fue en paralelo al de la facilidad para grabar CDs no pudo obviarse, a tenor de lo que llegó después.

Y aparecen así las consolitas mini. Con un catálogo de juegos cerrado. Imitando el aspecto de las maravillas que nos hicieron soñar una noche de reyes, un cumpleaños o el día de la primera comunión (a mí me sobornaron con un Scalextic para vestirme de marinero, por cierto). Misteriosamente, además, a poco que investiga uno, es fácil introducirles cores para hacerlas funcionar como otros sistemas y meter nuevos juegos. PlayStation mini se resiste un poco más, en especial hasta que conseguimos uno de los pendrives compatibles –que no llegan a 3 euros en Aliexpress–.

La tecnología hoy es tan barata que las empresas pueden permitirse introducirlas en el mercado a precios exagerados para hacer pagar su fiebre a los más impacientes, e ir bajando hasta comprobar en qué punto empiezan a venderse como churros. PlayStation classic mini es tan curiosa que directamente utiliza un emulador; para la NES classic existe un programa que permite gestionar todo desde el PC, sin demasiadas complicaciones, y hasta nos ayuda a buscar las carátulas de los nuevos juegos. Ojo, después de dos sesiones de cacharreo me da la impresión de que FUSE (para Spectrum) es un poco más complicado de poner en marcha, pero SNES, Megadrive o Master System están chupadas. Es que hay de todo… o eso dicen los entendidos… ejem.

¿Intencionado?. Quiero decir ¿no existe un modo de ponerlo más difícil o imposible al hackeo de estos aparatitos?. Hasta lo que sé la Megadrive mini se resiste mucho más, aunque no es inviolable. Señores de la industria, entiendan que un usuario de a pie como yo pueda preguntarse si esas puertas traseras que aparecen por todas partes, tan convenientes para vender a los aficionados al cacharreo, son como la fruta prohibida que ayuda a vender más. Por mi parte mil gracias por las horas de disfrute que nos brindan. Nada más atractivo que lo prohibido, y placas que por 49-55 euros permiten esos pecadillos… Que no se me malinterprete, por favor. Me refiero a jugar con los juegos legítimos durante demasiadas horas. Se me entiende, ¿Verdad?.

En fin, a buen entendedor… y ahora… (voz aflautada de cura muy muy afeitadito) “Hijos míos, cuidado con las tentaciones, que el diablo puede vestirse también de juego viejo…”

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Artículo anterior Siguiente artículo