‘Sunstone’: los frikis también se tocan (evidentemente)
Quien haya pasado el suficiente tiempo en ese estercolero de la psique humana que los que lo habitamos llamamos Twitter, sabrá que hay ciertos temas que se repiten cíclicamente y que hacen saltar las alarmas a la horny police: el consentimiento, Lolita, si se puede separar al artista de la obra, si el BDSM es maltrato, etc. ¿Es este un artículo que va a tratar sobre el consentimiento en las relaciones BDSM? Gracias a los cielos, no.
Haber nacido en los noventa tiene algunas ventajas en lo que se refiere a haber vivido acontecimientos históricos importantes. Quizás éramos demasiado jóvenes para ser conscientes de su significado pero allí estábamos, probablemente deseando no ser molestados. Puede pensarse que me refiero a, por ejemplo, el efecto 2000, la caída de las torres gemelas o la entrada del euro, pero nada más lejos de la realidad. Uno de los cambios más significativos a los que asistíamos era la revolución tecnológica, el 2.0 de las cosas, la explosión de internet. Un terreno prácticamente inexplorado —o no existente— para construir nuevos mundos, nuevos yoes, nuevas comunidades, nuevas voces. Lo que antes no existía porque nadie hablaba de ello o porque no salía de núcleos muy reducidos, descubrió en los primitivos foros de internet un fértil suelo en el que arraigar. Una idea tan potente como peligrosa: que eso en lo que te gusta pensar cuando no hay nadie mirando le gusta a más gente.
Con la soledad del que siente que lo que le gusta no es compartido por los demás no va comienza Sunstone, que podríamos resumir de la siguiente forma —ligeros spoilers—: ¿Habéis visto esa peli en la que una chica entra en un supermercado y cuando va a agarrar algo de la estantería su mano se encuentra con la de otra chica, se miran, tiran la cosa al suelo y entonces sonríen mientras se sonrojan? Pues eso mismo solo que con cuerdas de bondage y chokers en vez de cereales. Una historia de amor sobre «frikis sexuales», como les gusta describirse a ellas mismas.
El primer cómic trata sobre cómo se conocieron Allison y Lisa e iniciaron una aventura amorosa basada en sus perversiones y fetiches comunes. Pero va más allá y nos proporciona una visión sobre lo que es considerar la sexualidad de una misma algo fuera de la norma hasta el punto de considerarse, como ellas mismas se describen, nerds o frikis sexuales. Lo cual… ¿no resulta raro que uno mismo considere que lo que a él o ella le gusta sea lo raro? ¿Por qué no considerar que lo que le gusta a los demás es lo raro? ¿O que les gusta lo mismo que a nosotros pero que son ellos los que no se atreven a pedir lo que realmente desean? O ¿acaso es que sí que hay sexo que está bien visto y otro que está mal visto? ¿Es que ha habido intentos conscientes a lo largo de la historia para vigilar y castigar el sexo que no sea normal?
Quizás no seáis conscientes, pero durante muchos años el acceso a la educación sexual se producía a través de vías muy rígidas y vigiladas para controlar el uso de los placeres y los cuerpos en favor de la estructura patriarcal y capitalista que regía en esas sociedades. Si hacemos caso a Michel Foucault, podemos retrotraernos hasta el siglo XVII para encontrar un inicio de ese control del sexo —que no represión, como fue moda defender desde la aparición de los trabajos de Freud hasta que se demostró que era un magufo y un charlatán cocainómano, visto en retrospectiva, claro— y de la aparición de los discursos para conformar lo que ha durado hasta nuestros días como el uso normal del sexo.
El sexo normal era el heterosexual destinado a la reproducción dentro de la institución del matrimonio. Todo lo que se encontrase fuera de eso —el sexo heterosexual solo por el placer, el homosexual, la prostitución, la existencia de personas trans o queer, etc.— era considerado algo desviado y que debía ser corregido. Las instituciones o mecanismos que se encargaban de eso eran tanto reales como discursivas. La Iglesia, tanto la institución física con un confesionario donde ir a contarle a un señor que habías tenido pensamientos impuros o la enseñanza de la catequesis y la visión eclesiástica sobre el sexo, era una de ellas. Pero también la medicina —o la práctica médica — que durante el siglo XIX llegó a escribir sesudos tratados para justificar una lobotomía a una niña de dieciséis años por no querer casarse y tener hijos con su tío abuelo. Nimiedades.
Pero claro, los victorianos no veían venir Tumblr. El siglo XX ya había vivido alguna que otra revolución sexual, y el sexo no solo se usaba para tener hijos. Incluso el capitalismo había conseguido hacerse con una parte del pastel con el auge y el fácil acceso a la pornografía. Entonces ¿qué hay de nuevo en que un puñado de personas empezasen a hablar entre ellas sobre lo que les gustaba hacer durante el sexo? En la era de la proliferación de Facebook —Facebook ¿se acuerdan? aquellos maravillosos años…—, mientras se creaban todos esos grupos de Señoras Con Bolsas En La Cabeza®, en un oscuro rincón los primeros artistas elaboraban en DeviantArt, con unas primitivas herramientas digitales, como si de óxidos de hierro y polvo de hueso se tratara, las primeras imágenes de algo parecido a seres humanos atados de pies y manos y con un ponyplay en la cara. Podríamos retrotraernos y discutir sobre el origen de estas prácticas y discursos y su evolución a lo largo del siglo XX, pero en realidad lo que aquí hemos venido a discutir es por qué Sunstone, creación de Stjepan Šejić, es una piedra de toque (jeje) para todos esos frikis sexuales que tuvieron su despertar sexual con Angemon o con Nala del Rey León.
Sunstone gira en torno a la idea de cómo reaccionarías si, por primera vez en tu vida, encontrases un sitio en el que sientes que encajas. Hay toda una constelación de emociones en las páginas del cómic, desde los nervios y la ansiedad de conocer a alguien por primera vez como la excitación de practicar por primera vez todo lo que llevabas meses imaginando. Todo puede leerse en su dibujo, en sus diálogos, en el diseño de la página pero también la sexualidad que desprenden las miradas. De hecho, no son los dibujos explícitos los que más impresionan o excitan, sino los primeros planos de las caras de ambas, los labios mordidos y la expectación de lo que está por venir. Este primer tomo sirve, al igual que para el personaje de Lisa, de primera toma de contacto con un mundo que quizás nos sea ajeno, o quizás como a Ally, nos sirva para recordar tiempos pasados, cómo fue nuestro inicio, tiempos más sencillos en los que cada pequeña invención desataba nuestra libido. Las miradas de Ally son las de una depredadora jugando con su presa antes de devorarla; las miradas de Lisa son las de una inocente mosca atrapada en una tela de araña.
Pero lo que hace de Sunstone una historia compleja e interesante, más allá de su contenido erótico, es que se siente real. Los personajes tienen dudas que podríamos tener nosotros mismos en esa situación, no son capaces de expresar con absoluta precisión sentimientos o sensaciones que solo pueden describirse como «ASDFGAFFGSDASDDADADSADAAAA». Se les corta el rollo porque los azulejos de la ducha están muy fríos, se cuidan mutuamente, ven pelis, se les olvida atarse el albornoz bajo el que no llevan nada. Parecen, en definitiva, personajes en vez de fantasías sexuales y quizás es eso lo que más me gusta de este cómic, no solo se trata de rascarse en ese sitio que te pica y al que no eres capaz de llegar, sino saber que puede haber alguien que puede hacer que te pique aún más.