La utopía soñada de ‘Star Trek’
Si tuviera que definir de alguna manera la serie original de Star Trek, sería como adelantada a su tiempo. Cincuenta y un años han pasado ya desde su estreno y, aunque no lo parezca, si sabemos mirar detrás del cartón piedra y de unos efectos especiales comprensiblemente arcaicos, nos encontraremos con una ficción que marcó muchos hitos en la televisión estadounidense y que hace gala de unos valores e ideales muy elevados, unos de los que sin duda nos encontramos aún muy alejados como sociedad.
Y es que Star Trek —hablo de la serie original, aunque estos valores fundacionales se extienden al resto de la franquicia— no es una mera sucesión de aventuras en un escaparate espacial, sino que su creador, Gene Rodenberry, quiso abordar algunos temas que él consideraba importantes y que sin duda contribuyeron a que el producto tuviera ese valor añadido que lo convertiría en una pieza de culto para tantos y tantos seguidores.
Puede que nos extrañe en una época en la que predominan las distopías como subgénero de la ciencia ficción, pero Star Trek no nos presenta un futuro marcado por la devastación, ni tampoco un dibujo de urbes decadentes controladas por mega corporaciones como suele suceder en el género cyberpunk; Star Trek nos presenta justamente lo contrario a todo eso, una utopía.
La actriz Nichelle Nichols fue disuadida por Martin Luther King para que no dejara su papel en la serie.
Soñar con un futuro mejor también es algo factible, y la serie de Gene Rodenberry lo hace, quizá para servir de contrapunto y como reivindicación frente a la realidad que se vivía, muy marcada por la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos, la guerra fría o la oposición a la guerra de Vietnam.
Vemos una declaración de intenciones con solo observar a la tripulación del Enterprise, que cuenta con un ruso, un oriental y una mujer negra en papeles importantes, mostrando una diversidad que no era para nada común en aquel momento en las pantallas de televisión. Esto no es baladí y cuando Nichelle Nichols, la actriz que interpretaba a la teniente Uhura, quiso dejar la serie por encontrar el papel insustancial, fue disuadida por el mismísimo Martin Luther King, quien la convenció de que su papel era un modelo vital para los niños y las jóvenes mujeres negras a lo largo del país.
Realmente lo era, y es que a veces no nos damos cuenta, pero la influencia que ha tenido y aún tiene la televisión y los mensajes que extraemos de ella es enorme. Por ejemplo, ver a Nichols en pantalla inspiró a mujeres como Mae Jemison, antigua astronauta de la NASA, y a muchas otras que por fin veían reflejado en una pantalla lo que siempre habían sabido, que no tenían límites.
Argumentalmente, o más bien en cuanto a trasfondo, Star Trek nos muestra un futuro en que la humanidad ha superado muchas de sus limitaciones y las personas viven para su crecimiento personal en un mundo en el que prácticamente no existe el dinero. Es lo que se ha denominado como economía post-escasez, en la que los recursos ya no son un problema gracias a la tecnología. En la misma Entreprise vemos cómo gracias al «replicador» —aparato que estaría presente en todos los hogares— podemos materializar al momento cualquier alimento u objeto gracias a la reorganización de los átomos.
Gene Rodenberry quiso eliminar la guerra por completo de las tramas de Star Trek.
El trabajo no es algo necesario, al contrario, se elige trabajar para realizarse personalmente, para alcanzar reconocimiento o para ayudar a la sociedad haciendo el bien. La aventura y el conocimiento son también motores para el trabajo y ello es lo que motiva a los integrantes de la flota estelar, que viajan por la galaxia contactando con razas desconocidas y estudiando nuevos mundos siempre con el afán de mejorar. La flota pertenece a la «Federación Unida de Planetas», sistema de gobierno formado por más de ciento cincuenta planetas, y en el que se engloban los humanos, que forman parte del núcleo fundador.
Aparejado a esta forma de gobierno que busca la estabilidad, vemos cómo el concepto de la guerra es algo también superado, pero a veces el conflicto resulta inevitable si enfrente tenemos razas tan beligerantes como los Klingon o los Borg. Cierto es que Rodenberry quiso endurecer su visión en la siguiente iteración televisiva, La nueva generación, de 1987, y eliminar la guerra de las tramas, pero al fin y al cabo estamos hablando de televisión enfocada a un público joven, y a los directivos les parecía una auténtica locura aburrida rodar una serie donde los protagonistas no se pelean contra nadie. De cualquier manera, sí que vemos que, aunque muchas veces las disputas acaben en conflictos armados, esa nunca es la primera vía y siempre la diplomacia y el diálogo son la primera opción de la Federación.
Todos estos valores que os enumero se irán encarnando en las sucesivas series que compondrán el núcleo principal de una franquicia que se verá expandida en largometrajes, cómics o novelas, creándose un fenómeno que para nada fue vaticinado en sus renqueantes números de audiencia iniciales. Y es que, como ocurre con tantos productos de éxito, la serie original tardó en arrancar y, tras ser cancelada, volvió a antena gracias a miles de cartas de fanáticos, que demostrarían ser seguidores más que fieles.
Sé que si sois ajenos a Star Trek la cantidad de material existente a día de hoy puede abrumar bastante, pero si sentís curiosidad por esta franquicia y en porqué para muchas personas es casi una religión desde hace tanto tiempo, no es necesario que abráis Netflix y os pongáis con el primer capítulo de la serie original; sin duda ver algún capítulo suelto ayuda a ponernos en contexto de cómo empezó todo y a hacernos una idea de cómo eran los medios de la época, pero perfectamente podemos optar por visionar una de sus últimas encarnaciones, como es Star Trek: Discovery, o incluso las adaptaciones a la gran pantalla de J.J. Abrams que, aunque mucho más efectistas y visuales, mantienen la esencia primigenia.
El trabajo como auténtica realización personal, el pacifismo, la empatía y el respeto al diferente… ¡qué valores! Es una pena que, después de más de cincuenta años, tengamos que seguir reivindicándolos con tanta fuerza como el primer día, ante el auge de opciones políticas que en su base llevan grabada a fuego la intolerancia. Lo cierto es que, tras un año en el que hemos vivido una crisis sanitaria global que ha afectado no ya físicamente a muchas personas, sino psicológicamente también a muchas otras, una franquicia con una visión del futuro tan optimista como es Star Trek se hace muy necesaria. Sirva este pequeño artículo como homenaje a una serie que llego en 1966 para poner encima de la mesa temas que no eran para nada comunes y que, disfrazada de ciencia ficción, nos quiso hacer ver que la humanidad puede aspirar a algo mucho mejor.