Planet Alpha y The Way, mundos futuros con sabor a clásico

28 septiembre, 2018José María Villalobos

 

Ahí está ese astronauta perdido en un planeta inhóspito. De aspecto débil y escuchimizado, con una fina escafandra como único elemento que lo separa de una muerte segura en este paraje hostil, observa gigantescos animales con forma de ballena navegar el aire en manada. Líneas invisibles de viento marcan el lento baile. Los parsimoniosos movimientos de los magníficos seres vienen acompañados de sonidos desconocidos, tal vez los de una madre aleccionando a su cría sobre la ruta segura a seguir. El asustado astronauta sigue apresurado su huida hacia ninguna parte entre árboles con forma de tentáculos y plantas de exóticas formas. Todo el paisaje está envuelto en una paleta de brillantes colores. De vez en cuando, nuestro protagonista se detiene en lo que parecen lugares seguros para deleitarse con la arrebatadora belleza que lo rodea. El enorme sol cae y la profusa flora refulge alumbrando en la oscuridad caminos desconocidos. Las ruinas ancestrales que encuentra en su azaroso deambular le hacen intuir, a través de extraños símbolos, el pasado glorioso de pueblos olvidados.

Planet Alpha, al igual que The Way, juego del que hablaremos más adelante, nos muestra desde la soledad del individuo mundos fantásticos con el maravilloso aroma del pasado. Toda una tradición de literatura fantástica de los años 20 y revistas repletas de viñetas con sabor pulp de los 50 se acomoda a gusto y sin rechistar en el nuevo envoltorio que es el videojuego. Si de niño nos perdíamos entusiasmados entre las páginas que mostraban en joviales dibujos planetas de imaginación desbordada, ahora podemos como adultos transitarlos por nuestro propio pie y con un mando en las manos. La música que acompaña ambas aventuras coincide en las notas largas, ensoñadoras y epatantes. Es una banda sonora que nos lleva en volandas por paisajes alienígenas que pasan de lo árido de los desiertos a las exuberantes selvas tropicales. Templos antiguos, antiguos ritos, tribus que han permanecido vírgenes por siglos ajenas a la revolución tecnológica y expansiva de las civilizaciones más avanzadas del universo. El eterno palpitar de la inventiva del hombre encontrando un nuevo cobijo en bellas y excelsas catedrales construidas a base de ceros y unos.

En estos dos juegos tan distintos entre sí viven los Marte y Venus descritos por Robert E. Howard, respiran jubilosas las viejas historias de Weird Tales y Weird Science. Pero hay también influencias más recientes. En Planet Alpha, las mecánicas y la narrativa 2.5D de Playdead, desprovistas de complejidad y de su oscuro calado sociofilosófico, conviven con el saturado color y los mundos llenos de vida de la trilogía Trine. En The Way, nos reencontramos con las antaño avanzadas correrías pixeladas de Another World y Flashback pero desprovistas de su urgencia. Plantadas las semillas, ambos títulos crecen con personalidad propia. El primero aboga por la huida hacia adelante en un entorno que nos ignora por nuestra insignificancia, mientras que el segundo nos propone un tempo más lento y reflexivo que nos anima a resolver misterios. En ambos palpamos el amor y el mimo vertidos por sus referentes.

En Planet Alpha, el frondoso paisaje lleno de vida se ve asaltado por robots salidos directamente de las producciones de serie B de los años 50. Los ojos infantiles que miraban asombrados las pantallas en blanco y negro en un cine de barrio son ahora los nuestros saturados de color ante estilizadas pantallas LED. Rayos láser de rojo sangre hacen caer a los majestuosos seres alados, grandes y tranquilas bestias corren ahora asustadas en estampida en mitad del caos. En el horizonte, una estructura metálica empieza a tomar forma. Cuando termine su construcción, será la bomba que aniquilará toda la vida en el planeta.

No hay mortíferas invasiones en The Way. El juego de Puzzling Dream pone su premisa en el amor perdido. Encarnamos a un tipo desolado por la muerte de su esposa. La lluvia que castiga la noche en la ciudad no es más que el cúmulo de nuestras lágrimas desbordadas. Flores en una lápida y el dolor infinito, eso es lo que nos queda ¿o no? Exhumamos clandestinamente el cuerpo de nuestra amada y partimos con él en una nave robada en busca de una leyenda: un planeta que esconde el secreto de una civilización extinta. ¿Podremos desentramar su misterio y devolverle la vida? Porque no hay nada que vivir sin ella… Ahí está el lugar, escondido entre las estrellas, ¡Aterricemos!

La aventura clásica de fantasía pulp se mezcla aquí con la melancolía del verano del cohete. En nuestro viaje por lo desconocido aparecen de vez en cuando postales felices del pasado, memoria almacenada cubierta por el polvo del tiempo. Como cuando observamos juntos aquella puesta de sol, sentados en el borde de un acantilado, y tú apoyaste la cabeza en mi hombro; o trabajando codo con codo en nuestras investigaciones, disfrutando lo que hacíamos y de la simple compañía. Nos amábamos, sin los lastres que impone la vida, en la rutina y en lo excepcional del día a día… Pero también salen a la luz los dolorosos recuerdos de una salud marchita. Me veo en la penumbra haciendo guardia junto a una cama de hospital cogiendo suavemente tu mano. La muerte te llevó en un descuido mío, en un pestañeo de cansancio en una sala en penumbra. Y aquí estamos ahora, mi Yo hueco y tu cuerpo inerte, en un mundo escondido en algún remoto rincón del espacio intentando violar las leyes de la naturaleza, intentando lo imposible.

A pesar de sus fallos e imperfecciones Planet Alpha y The Way me han enamorado porque, a nivel muy personal, suponen con garra evocadora el recipiente en el siglo XXI de mis pasiones del siglo XX. Placer digital que replica el analógico siendo yo ahora protagonista activo. Si de niño me veía como un adulto aguerrido viviendo a través del papel y del celuloide mil aventuras en parajes imposibles, estos videojuegos me hacen disfrutarlas hoy como un niño emocionado y tembloroso. Y eso, por encima de notas vacías y análisis objetivos, permítanme que les diga, es Magia.

Esta crítica ha sido elaborada tras jugar a las versiones para Nintendo Switch de ambos juegos.

Comentarios (1)

  • Delbi

    3 octubre, 2018 at 4:00 pm

    Dios mío primer texto que leo en esta web y me ha sorprendido con creces, después de haber leído tantos análisis típicos y como mencionas «»objetivos» creo este es el tipo de crítica que busco, más personal e incluso literaria. Creo que he venido para quedarme.

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