‘Meddling Kids’: nostalgia y aventura en una mezcla original

10 febrero, 2021Francisco Rubio

Meddling Kids es una mezcla de todo lo que te gusta. Y te hablo a ti, lector que busca quebrar la cultura pop, que bebe de todas las referencias de los 80s y 90s; que disfrutaste con Ready Player One e It y creciste con Scooby-Doo. Su autor, Edgar Cantero, lo sabe y se aprovecha de ello para componer una historia influenciada por los mitos de Cthulhu, el club de detectives que todos los niños soñamos con tener, Los goonies, ET, Stand By Me… Y así podría seguir todo el día.

Hablemos de Meddling Kids.

Un autor catalán que publica en inglés y al que traduce la editorial Insólita. La primera novedad editorial que puedo leer en este 2021 y que no podría haberme dejado mejor sabor de boca. Su punto de partida ya resulta interesante desde la sinopsis:

En el verano de 1977, el Club de Detectives de Verano de Blyton desenmascaró al monstruo del lago Sleepy: otro cazatesoros disfrazado que se hubiera salido con la suya si no fuera por esos chicos entrometidos. En 1990, los ex detectives viven atormentados por los recuerdos de unos hechos que difícilmente pudieron ser obra de un tipo con una máscara. Andy, una fugitiva buscada en dos estados, necesita respuestas. Para obtenerlas deberá encontrar a Kerri, la otrora niña prodigio que ahora se dedica a ahogar sus fantasmas en alcohol junto a Tim, el perro weimaraner descendiente del miembro canino original del club. También tendrá que recabar la ayuda de Nate, el fanático de las novelas de terror que está internado en el manicomio de Arkham, Massachusetts. Por suerte, Nate sigue en contacto con Peter, el deportista convertido en estrella de cine que fuera el líder de la pandilla… Lo que tiene su mérito, ya que Peter lleva años muerto. Ha llegado la hora de volver a reunir al equipo, enfrentarse a los demonios del pasado y averiguar qué sucedió realmente en el lago Sleepy hace trece años. Es la única oportunidad que tendrán de poner fin a sus pesadillas y, tal vez, salvar el mundo.

Podríamos resumir esto en un: ¿qué pasaría con el club de los cinco, los tres detectives y la panda de Scooby-Doo después de acabar la serie? Pues que la vida continúa y los traumas de aquellos extraños sucesos no pasan desapercibidos para la vida adulta. Meddling Kids sabe que es un refrito de todo lo que hemos disfrutado de niños, y se hace tan evidente el nivel de parodia que maneja, que da la vuelta a la tortilla convirtiendo su historia, basada en otro montón de historias, en absolutamente original. La única otra novela que he visto hacer esto —bien— es Ready Player One de Ernest Cline, adaptada al cine por nada menos que Steven Spielberg.

Una novela que, ante todo, se sabe una obra de aventuras, pero para adultos. Los goonies se han hecho mayores y han seguido con sus vidas, pero no pueden olvidar lo sucedido. Y es que en Scooby-Doo los villanos siempre fueron tipos disfrazados, igual que pasaba con el Club de Detectives de Verano de Blyton…pero algo no cuadra. El último caso que resolvieron quebró el grupo, y es que algo más allá de lo explicable sucedía en Blyton. Ahora, tantos años después, es hora de investigar lo sucedido.

Es una locura el ritmo al que avanza la trama de Meddling Kids: es una lectura llena de humor, de mala leche, que maneja una cantidad de referencias que todos los lectores entre los 30 y los 45 conocerán y agradecerán. Incluso las rarezas estilísticas que se empeña en introducir el autor —diálogos que pasan a formato teatral, acotaciones en tiempo presente con toda la novela en pasado— se le perdonan porque forman parte de una prosa que tiene más de vodevil que de novela juvenil.

Los personajes son magníficos: desde la ratona de biblioteca que ahora trabaja de camarera, hasta el fantasma del chico que se suicidó y era el líder del grupo. Especial mención al simpático Tim, el perro del grupo, que no podía faltar. Son una banda de perdedores que se reúnen en busca de redención, por lo que resulta sencillo congeniar con ellos. Cada uno tiene una personalidad muy marcada, que el autor refleja con sabiduría en las peculiaridades al hablar, en la forma en que actúan, etc. Edgar Cantero, del que no había leído nada hasta ahora, demuestra ir mucho más allá del mero sentido del espectáculo: sabe escribir, y sabe hacerlo con bastante soltura, si bien es cierto que se permite unas licencias que, en este caso, compramos por lo divertido de la historia, pero que en otros casos causarían más de un alzamiento cínico de ceja.

Meddling Kids avanza en una trama que mezcla la acción y el misterio y se desenvuelve de lujo durante sus dos primeros tercios, pero pierde un tanto el norte pasado este punto. No es que no me gusten las espectaculares luchas contra seres de otra dimensión, la exploración de minas, las sorpresas en el último momento y tener a los protagonistas pendiendo de un hilo, pero la narración se enfanga de forma innecesaria a medida que se acerca a su desenlace, pasando de una historia de suspense, terror y humor, a una concatenación de escenas de acción que no aportan demasiado ni a los personajes ni al conjunto. Por esto, el final me ha parecido bastante anticlimático. Como un episodio de esa terrible serie llamada 30 monedas —y que me perdonen sus acérrimos seguidores— en que todo parece suceder por el simple espectáculo y para satisfacer los deseos del autor de transcribir una partida de La llamada de Cthulhu. Y supongo que esto tendrá sus defensores, y que, inevitablemente, una novela que sienta las bases para despertar a una criatura de la mitología lovecraftiana al final, por fuerza, tendrá que darnos acción e invocaciones interdimensionales. Pero también es cierto que la novela venía construyendo otra cosa y que ya tenemos unas cuantas lecturas a las espaldas y que el espectáculo por el espectáculo a veces deja más vacíos de los que llena. El autor decide darle al fan del género lo que el fan suele demandar, pero no convence demasiado y la lectura de estas páginas, lejos de ser trepidante, se vuelve monótona y socarrona.

Pasando por alto un final lleno de altibajos, Meddling Kids es una delicia. Es exactamente el tipo de novela de aventuras que uno quiere leer cuando se hace mayor: combina todo lo que nos gusta, pero le da un nuevo aire, se vuelve original en su propia mezcla, conoce bien sus referencias y sabe (casi siempre) donde se encuentran sus límites, aportando una historia llena de frescura. Una lectura que he disfrutado como un enano y que me ha devuelto a los tiempos de Maniac Mansion y Scooby-Doo con una soltura pasmosa. Estaremos ojo avizor a lo que ofrece Insólita Editorial, cuyo catálogo va cogiendo una fuerza arrolladora.

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