‘After Laughter’: el nuevo comienzo de Paramore
Muy lejano queda ya aquel término con el que se designaba a toda una serie de fans que veían todos sus sueños plasmados en una banda pop-punk incipiente en el mundo musical. Una comunidad que proyectaba su rabia y sus anhelos frustrados a través de las canciones desenfrenadas, adolescentes y liberalizadoras que configuraron la esencia y el camino inicial que emprendió un grupo de jóvenes originario de Tennessee (EE.UU), para los que, como muchos de nosotros podíamos identificarnos, vimos en el rock la vía de escape como alternativa a una realidad que se nos antojaba amenazante. Que no entendíamos y que no podía proporcionarnos las respuestas que necesitábamos. La ira y el enfado se transformaron en consuelo, y los «parawhores», al igual que Paramore, conseguimos dejar atrás ese lastre de resentimiento para encontrar la aceptación, la paz interior tras varios vaivenes y rupturas perpetradas por el camino.
Como en cada capítulo que afrontamos, algunas veces con voluntaria determinación, otras con inexorable resignación, podemos sentirnos aliviados —y en cierto modo esta es la enseñanza más demoledora y madura del disco, el alivio, el perdón, la mitigación de los tormentos, de nuestros peores fantasmas— de poder contar y apoyarnos en el arte como elemento de sanación. De poder reparador cuando nuestras propias capacidades se ven mermadas y anuladas por la realidad externa. El último disco de Paramore, sin duda, puede incluirse dentro de ese conjunto de obras que supone un elemento de reinvención personal. De reconexión con nuestro espíritu más puro, más humano. Pese a la corta trayectoria de la banda, las frecuentes disputas internas y la incertidumbre sobre su posible continuidad, el grado de madurez y calidad desarrollado ha visto su cénit con la eclosión de After Laughter, un trabajo más experimental, ligero y virado hacia el pop. Pero más sincero, personal y emocional.
Paralelamente a la bifurcación que se nos plantea en un determinado momento de nuestras vidas, sin saber muy bien dónde debemos empezar una nueva etapa y dónde ponerle cierre a una ya caduca sin aportación alguna, este disco ha supuesto un revulsivo y un punto de inflexión para la historia de Paramore. También para la concepción de esta por parte de un sector más antiguo y purista de su público, que parecen haberse olvidado de su verdadero trasfondo y espíritu y se hayan encasquillado en el centralismo de la tendencia punky ya superada. Viajando a través de nuevos sonidos, con una estética y un estilo new-wave influenciado por el pop de los 80, Paramore ha encontrado su versión más cercana, proyectando su personalidad más frágil y humana dispuesta en una serie de melodías nostálgicas (26) y ambientes que evocan una cierta actitud de indecisión, del dilema interior que todos alcanzamos (Caught in the middle) y del que nunca estamos seguros como afrontar.
Aunque se trate de un disco «súperproducido», se configura como el más abierto, el más real de su discografía. La música al servicio de las emociones, como conductor y retrato de las experiencias de la vida, una vida que enfrentamos como una sucesión de hechos imperfectos, caóticos y en muchas ocasiones apáticos, pero de la que aprendemos a lidiar y a superar cada día. Aprendemos a avanzar enfrentando los peores golpes para después renacer de ellos (Hard Times), defendiendo el distanciamiento de lo políticamente correcto, de la actitud positiva absoluta (Rose-Colored Boy), lanzando a la sociedad nuestra necesidad de desahogo, de ser respetados de sentirnos de la forma que necesitemos sentirnos en cada momento.
Como dirían los propios miembros, «Paramore is at least…» y lejos de sumirnos erróneamente en el cambio de género realizado, After Laughter se configura como el retrato que mejor define lo que representan, el sentimiento de ilusión y esperanza por seguir apreciando cada capítulo que se nos presenta en el viaje.