’30 monedas’: el milagro entre la niebla
Existen varias formas de triunfar en el mundo del cine y las series en nuestro país. En primer lugar se encuentra la forma tradicional y/o comercial. Es decir, seguir la fórmula del éxito, que tan bien se le da a directores como Santiago Segura, para cortar con un mismo molde toda una filmografía que, a pesar de lo que puedan criticar, funciona como un tiro en taquilla. También existe el modelo autoral; aquel por el que el espíritu como autor deslumbra por encima del resto, con resultados más o menos buenos pero que sin duda consiguen ganarse el respeto de la crítica. Y, entre estas dos fórmulas, encontramos híbridos que consiguen aunar crítica y pública de forma más o menos fructífera. Pero existe un modelo de éxito, alejado de todo tipo de lógica, que solo puede clasificarse como un milagro.
Cuando Álex de la Iglesia debutó en 1993 con su ópera prima Acción mutante, la palabra «milagro» ya se imprimió con letras de neón sobre la frente del realizador de referencia. Bien es cierto que contaba con el beneplácito de Pedro Almodóvar, que se enamoró de su corto Mirindas asesinas y le dio el empujón que necesitaba para colocarlo en lo más alto de la producción española. Pero, a pesar de sus posibles facilidades y de que resultara un total fracaso en taquilla —algo que compensó de sobras con su siguiente película, El día de la Bestia—, el mero hecho de que un filme tan trash como Acción mutante saliera a la luz ya fue un auténtico milagro.
A lo largo de la carrera de De la Iglesia, que ya casi llega a su tercera década, el director ha pasado por todo tipo de momentos; con algunos filmes más cerca de la fórmula comercial —Perfectos desconocidos, Crimen ferpecto— y otros sumergidos de lleno en su vertiente autoral —Balada triste de trompeta, El bar—. Pero de lo que no cabe duda es de que es uno de los poquísimos cineastas de entre nuestras fronteras capaz de obrar milagros entre la niebla que, en muchas ocasiones, resulta la industria cinematográfica española.
Con 30 monedas, la serie de HBO Europe que acaba de concluir su primera temporada con un éxito tremendo de público, De la Iglesia ha vuelto a obrar un milagro de la altura de Acción mutante y El día de la Bestia. Cuando salió el primer capítulo, muchas voces cercanas al realizador, que ya habían oído hablar de la idea de las 30 monedas hacía años, repetían que «creían imposible» que una serie de esas características pudiera llegar a ser realizada. Y los motivos de esta incredulidad son tan variados como evidentes. En primer lugar, porque 30 monedas no parece ser una serie que guste al espectador medio español. Fantasía, ruralismo y terror se entremezclan en una fórmula tan variopinta que los únicos referentes españoles de algo así —y con muchos peros— son ficciones recientes del estilo Estoy vivo o El Ministerio del Tiempo. Series que, a pesar de sus respectivos éxitos, resulta difícil imaginar que una plataforma como HBO apostara por ellas desde cero.
En segundo lugar, porque la factura de 30 monedas no es barata. Los efectos especiales de la serie pasan desde recrear monstruos —con escenas algo vergonzantes por su poca calidad— hasta rejuvenecer rostros —esto realizado de forma impecable, todo hay que decirlo—. Se requiere de una confianza ciega para costear todo lo que supone esta serie, también en cuanto a elenco se refiere, y el guión no es que sea lo más preciso posible como para que HBO haya apostado tanto por esta ficción. Pero De la Iglesia obra milagros y, a pesar de no contar con el mejor material de base para una serie como la que se proponía, ha dado el todo por el todo para defender su autoría ante una primera serie que está resonando en todo el mundo.
Pero la serie no es solo un milagro por haber salido a la luz, sino porque en sí misma consigue pequeños hitos que la hacen brillar donde otras ficciones se pierden. El final de la primera temporada es el mejor ejemplo de lo que ocurre con esta serie. De repente, una niebla del estilo The Mist de Stephen King asola el pueblo donde transcurre casi toda la acción. Es una bruma espesa, como el argumento de la propia serie, que a veces te hace no querer seguir viendo más al creer que te están tomando el pelo. Pero, de entre la niebla, de repente aparece el Padre Vergara, ese personaje milagroso que hace que todos los problemas de guión o dirección de actores queden atrás por su grado de iconoficación que te hace querer seguir viendo qué ocurre con él.
Tanto el Padre Vergara (Eduard Fernández) como Elena Echevarría (Megan Montaner) se convierten en los salvadores de una serie que, a pesar de contar con una trama de base muy interesante y que cada vez va a más, se pierde con facilidad en sus propias complicaciones. Gracias a ellos, 30 monedas se entiende, en ocasiones, más como un cómic de Hellblazer o Predicador que como una serie clásica de HBO, y ahí es, precisamente, donde consigue conquistar al público. Se trata de la adaptación perfecta de un cómic inexistente de Vértigo, y es por ello que conquista a un público fiel a la vez que echa para atrás a otros tantos espectadores.
30 monedas, ya no solo por sus actores principales sino por su buen hacer a la hora de presentar mitos bíblicos y rizar el rizo en lo que al terror rural y sacrílego se refiere, es una serie de milagros entre una bruma espesa por la que no es fácil pasar. Es un cúmulo de momentos dignos de estudiar en escuelas de cine y/o series acompañados de una trama que se atraganta y va a trompicones. No es perfecta, pero sabe a lo que juega y lo hace sin complejos. No es lo mejor de Álex De la Iglesia, pero es su mayor milagro.
Sobre todo, 30 monedas es la demostración de que la fantasía en España no solo está a la altura de la internacional, sino que cuenta con un lenguaje propio que supera con facilidad a otras grandes propuestas yanquis de titanes como HBO. Y sino que lo digan a la malograda Lovecraft Country.
Comentarios (2)
McAllus
3 febrero, 2021 at 1:14 pm
Gran crítica. A mí me ha gustado mucho peso a que ha habido momentos de los últimos episodios que me han sacado algo de la trama pero le doy buena nota y estoy deseando ver la segunda temporada.
Y ya que comentas Lovecraft Country al final del artículo debo decir que a mi 30 monedas me ha gustado muchísimo más y es que creo que LC arranca guay pero se desinfla muy rápido, tanto que casi no me la termino.
‘Meddling Kids’: nostalgia y aventura en una mezcla original – Break
10 febrero, 2021 at 10:00 am
[…] el final me ha parecido bastante anticlimático. Como un episodio de esa terrible serie llamada 30 monedas —y que me perdonen sus acérrimos seguidores— en que todo parece suceder por el simple […]