¡Peligro, monopolio en la cancha!
Nunca he ocultado mi pasión por el baloncesto. Una pasión que, unida a mi interés por los videojuegos, se convierte en devoción. Algo que, como periodista, también he confesado siempre a la hora de analizar las sucesivas entregas de NBA2K. Hace falta sentir el baloncesto para sacar provecho de todo cuanto ofrece la franquicia y, sobre todo, para entender cómo determinados mecanismos son indiscutiblemente eficaces para enganchar al jugador y obtener de ello un rendimiento comercial que se prolonga a lo largo de todo el año. O lo que es lo mismo: hasta el lanzamiento de la siguiente edición de este videojuego, que se repite puntualmente cada inicio de temporada.
Existe un modelo de negocio que concibe el juego como servicio y que ha dejado de ser una moda pasajera para convertirse en una práctica habitual en muchas compañías. No se trata de ofrecer DLC o contenido descargable con posterioridad al lanzamiento de un título –una opción loable si lo que pretende es ampliar la experiencia de juego–, sino de generar otro tipo de contenido de pago de forma periódica que solo busca sacar tajada económica del aficionado, ofreciendo muy poco a cambio.
En el título que nos ocupa, los micropagos forman parte de su ADN en sus dos modos de juego más populares: «Mi carrera» y «Mi equipo». En el primero de los casos, las virtual coins (VC) son el ingrediente necesario para mejorar las capacidades de nuestro avatar, como si de un buen RPG se tratase: desde su habilidad a la hora de botar el balón hasta la velocidad, la capacidad defensiva o la efectividad en el tiro de tres. Mejorando estas características podremos convertir a nuestro avatar en un rival imbatible y hacerlo llegar a lo más alto (entiéndase incluso de un modo literal, ejem). Estas monedas se consiguen ganando partidos o superando retos que nos ofrece el juego. Pero lógicamente la manera más rápida y sencilla de evolucionar es comprando VC con dinero real. Podemos estar de acuerdo en que esta compra es sencillamente una opción, pero no podemos dejar pasar por alto el hecho de que a la hora de competir nos encontraremos con jugadores de un nivel muy alto que no se han curtido únicamente en una cancha (virtual) de baloncesto, sino que han pasado por caja para mejorar sus atributos. Tratando de utilizar un símil, es como si en la vida real recurriéramos a una operación de cirugía estética y a una buena dosis de anabolizantes para convertirnos en ases del deporte de la canasta.
Por otra parte, el modo «Mi equipo» seduce tanto a ese coleccionista que muchos llevamos dentro como a ese aficionado al baloncesto que siempre ha soñado con reunir en una sola plantilla a todos los mejores jugadores de la historia de la NBA. Suena irresistible, ¿verdad? Se trata de una colección de cartas que va creciendo a lo largo de todo el curso y que nos incita a completarla y, de forma paralela, a mejorar nuestro equipo para afrontar desafíos contra la inteligencia artificial o contra jugadores de todo el mundo. Si bien es digno de alabar el esfuerzo continuo del equipo de 2K por actualizar los contenidos a lo largo de todo el año y ofrecer renovados retos al jugador, me parece un verdadero disparate la propuesta de colección que plantea el juego, con miles de cartas por conseguir. Nuevamente, en este apartado, el afán completista de cualquiera obliga inevitablemente a pasar por caja, pues estamos ante la misma disyuntiva: muchas de estas cartas se pueden conseguir como recompensa directa superando un determinado desafío, pero la capacidad de adquirirlas únicamente con tesón y empeño tiene sus límites. Hace falta dinero, mucho dinero, para llegar a crear el equipo de tus sueños, mucho más si estás empeñado en completar la colección. Y si no me creen, juzguen ustedes mismos con los datos por delante. En el momento en que redacto estas líneas están disponibles por tiempo limitado unos sobres de cartas de una nueva colección que lleva por nombre «Take over». Cada uno de estos sobres cuesta 15.000 VC e incluye una carta de jugador y otras cuatro cartas de artículos –que pueden ser zapatillas, contratos para jugadores, balones, camisetas, etcétera–. Se preguntarán qué equivalencia tiene en dinero real esta moneda virtual. Pues bien, cada 5.000 VC cuestan 1.99 euros, es decir, tendremos que desembolsar cerca de seis euros para hacernos con uno de estos sobres. Bien es cierto que de cuando en cuando nos topamos con promociones. Ahora mismo podemos conseguir 450.000 VC por 99.99 euros y adquirir, por ejemplo, un pack de 10 de estos sobres por 135.000 VC. Hagan las cuentas. Coincidirán conmigo en que es abusivo. Lógicamente, estamos hablando de una puerta que se abre ante nosotros para poner a prueba nuestra sensatez, nuestra capacidad para resistirnos a esa tentación en forma de sobres o que, sencillamente, en función de nuestras posibilidades económicas, se materializa ante nuestros ojos como una puerta cerrada a cal y canto.
Hace tiempo que este tipo de modelo de negocio, el del juego como servicio, se ha instaurado en la industria del videojuego. Parece indiscutible que a las empresas le funciona y lo siguen potenciando. De hecho, somos los jugadores quienes contribuimos directamente a mantener determinadas prácticas empresariales cuando gastamos dinero en este tipo de productos. Siempre hay una parte de misterio en los negocios, pero la posición predominante de 2K en el terreno de los simuladores de baloncesto no responde a razones ocultas: la calidad de las sucesivas entregas que han publicado en los últimos años está fuera de toda duda. Pero todo lo que he tratado de describir en estas líneas, esa hegemonía indiscutible, esa ausencia de rivales en el mercado, está llevando a 2K a deambular por el camino del dinero fácil y, en definitiva, a sacar pecho con actitudes claramente monopolísticas.
Un año más volveré a dejar incompleta mi colección de cartas mientras 2K maximiza sus beneficios a costa de mi frustración y la de otros jugadores. Tal vez el próximo curso deje de atraerme la idea de empezar una colección que sé que nunca podré completar. Puede que otros muchos ya se lo hayan planteado antes que yo. Ya se sabe: el monopolio es el escenario ideal para que la empresa de turno ponga en práctica comportamientos abusivos, pero también entraña una serie de peligros. El éxito puede cegarte hasta hacerte morir. Al tiempo.