Videojuegos y juegos de mesa: hay opciones a la soledad
Siempre he sido un chico raro. Lo confieso así, sin anestesia: creo que ya a estas alturas lo llevo casi como bandera. Cuando era pequeño me entretenía inventando historias, jugando con las posibilidades de mundos extraños, inventando personajes y dibujándolos… mis padres llegaron a preocuparse, gran parte de mi infancia la pasé jugando en interiores.
Cuando crecí comprendí que el contacto humano, si bien necesario (No soy un ermitaño) me hacía mucha menos falta que al resto de seres humanos. Especialmente comprendí que no estaba nada interesado en la forma normativa de establecer ese contacto: beber, trasnochar y bailar en una discoteca me aburrían sobremanera y siguen haciéndolo. Yo quería vivir aventuras, hacer cosas increíbles. Soñaba con magia, dioses y héroes, era más de ver puestas de sol y leer libros bajo un árbol que de la forma en que se relacionaban las personas de mi edad.
No soy una persona introvertida, creo que con el paso del tiempo he llegado a desarrollar incluso una buena plétora de habilidades sociales, pero aún así me sentía solo en una habitación llena de gente. Sabía que era raro, pero en aquel entonces no entendía de qué forma; me era imposible disfrutar de la compañía en esos términos y eso me hacía infeliz.
Tardé mucho tiempo en descubrir que existían otras formas de ocio. Que había gente que disfrutaba saliendo al campo con una mochila a los hombros y una tienda de campaña… pero sobre todo tardé mucho tiempo en comprender que había formas de ser héroes, de vivir aventuras mágicas y conocer dioses sin salir de mi propia casa. Que podía disfrutar de mundos increíbles en compañía de otros: videojuegos y los juegos de mesa me salvaron de una soledad cada vez más tóxica.
Como veis en mi cabeza ambos ocios, el digital y el analógico, siempre han ocupado un lugar común y muy especial. Para mi han sido siempre una forma alterna de socializar, una forma quizás peor vista pero (a mi forma de entenderlo) mucho más sana. Juntarnos cuatro o cinco personas en una habitación a lanzar hechizos, pelearnos con dragones, pegar tiros y retar a la probabilidad es algo increíble; que nadie necesite estar drogado y borracho para ver a esos dragones es simplemente mágico.
El caso es que con el paso del tiempo he descubierto que esa relación que mi mente establece entre los juegos de mesa y sus primos digitales no es cosa mía. La buena gente de aula arcade comentaba que “Los juegos de mesa son como los primos mayores de los videojuegos. Se puede aprender mucho de desarrollo observando sus mecánicas”. Realmente no puedo estar más de acuerdo, al fin y al cabo, todo viene a ser lo mismo: formas de sublimar la imaginación, de hacernos vivir aventuras imposibles, de ponernos enfrente de un objeto cotidiano (Una televisión, un pedazo de cartón, una baraja de cartas…) y que nuestra mente comience a volar por mundos increíbles.
No es de extrañar pues que haya habido una retroalimentación tan fuerte entre estas dos formas de ocio. Los videojuegos ambientados en juegos de mesa están proliferando cada vez más (Evolution o Gloomhaven son ejemplos) pero también pasa al revés y con mucha más frecuencia: estos son los videojuegos que han sido adaptados a tablero con mayor éxito y, de verdad, si os gusta la saga en la que están ambientados os van a gustar.
Dark Souls
Una de las franquicias más famosas de la actualidad no podía no tener una versión de tablero. El juego de Dark Souls, una preciosidad en mesa con miniaturas espectaculares, está diseñado con esmero para darnos las mismas sensaciones que no transmitía su homónimo digital. Difícil, endiabladamente difícil, con jefes finales de infarto y una saga larga de misiones que explorar.
El sistema de combate, a base de cartas, se asegura de que los jefes sean devastadores pero predecibles y las diferentes clases hacen que no haya dos experiencias iguales. Se le acusó de ir un poco al rebufo de la fama que había ganado la franquicia y quizás con razón. Es un juego con fallos, fallos que se notan sobre todo cuando has jugado unas pocas partidas o cuando ya conoces otros juegos de mesa del género, pero aun así es muy muy disfrutable.
Si eres fan de la obra de From Software y no estás muy puesto en juegos de mesa posiblemente merezca mucho la pena tenerlo, sobre todo por poder tener la “experiencia Dark Souls” acompañado de tus amigos. Socializar el Git Gud.
Civilizations
El quemacerebros por antonomasia de la estrategia por turnos. Un juego de nicho para jugadores de nicho. Yo siempre he sido de letras puras, las matemáticas me hacían daño a los ojos, me aburrían sobremanera… y sin embargo este puede ser uno de los juegos que más he disfrutado en mi vida.
Controlar los pequeños aspectos de tu civilización, conseguir expandirte, diplomáticamente o por la fuerza, balancear los ingresos y ser capaz de levantar un imperio… pocas cosas son más gratificantes en esta vida que poner cara de Hannibal y pensar “Me encanta que los planes salgan bien”.
El videojuego de Seid Meier es simplemente una obra maestra y, por increíble que pueda parecer, su adaptación al tablero consigue trasladar a la perfección ese sentimiento redondo, esa sensación de que un mal cálculo puede ser fatal: jugar con las matemáticas nunca fue tan divertido; eso sí, prepárate para partidas largas.
Starcraft
No os voy a mentir, no soy fan de la saga. La primera entrega me enganchó muchísimo, entre otras cosas porque venía de Warcraft 3 y ya solo quería que Blizzard me echara palas de lo mismo a la garganta. Pero luego la cosa se enfrió, el dos lo jugué muy tarde, y no me dijo nada; y del tres mejor ni hablo. Ea, ya está, ya podéis quitarme el carnet de Friki…
O mira, mejor no. Starcraft, el juego de tablero, es un dolor de huevos como pocos. Es un juego 4X (Expandir, Explorar, Explotar y Exterminar) que te reta a competir con una de las tres facciones del mítico juego de ordenador por la conquista de la galaxia. La mecánica de cada facción está perfectamente implementada, hasta el punto de que es difícil no querer probarlas todas, y el juego cuenta con más de 240 miniaturas para crearte auténticos ejércitos (Ejem, Ejem, Zergs).
Pocos juegos he encontrado que trasladen tan fielmente lo que se siente a los mandos de una civilización alienígena. Todo está cronometrado al milímetro; pero, a diferencia del Civi, en este caso nos encontramos con un cierto factor puteo especialmente recomendado si tenéis amigos cabrones. Os va a encantar… o hacer perder amistades, una de dos.
Fallout
Y terminamos fuerte con otro gran conocido. Fallout, de la malograda Bethesda, ha sido uno de los videojuegos que más horas se han comido de mi tiempo (Especialmente el New Vegas) si dejamos fuera de la contienda al Monster Hunter. Las aventuras que puedes vivir en las vastas planicies asoladas por la radiación son simplemente geniales, se notaba el cariño puesto en cada encuentro, en cada conversación… una auténtica pena que eso haya cambiado tanto en las recientes ediciones.
El juego de mesa de Fallout no se acerca ni de lejos a las sensaciones que transmitía la joya de la corona de Bethesda, no se pueden pedir tampoco imposibles, pero consigue acercarse muchísimo. La exploración de las “Wastelands”, los encuentros aleatorios, las botellas de nukakola… todo eso está ahí, y si eres un fan de la saga te vendrán sabores antiguos a la boca.
Un videojuego y un juego de mesa nunca conseguirán transmitir exactamente lo mismo. Son realidades diferentes, lenguajes diferentes. No obstante cuando se dan de la mano se complementan a la perfección.
Jugar a videojuegos es, por norma general, algo solitario. Salir de nuestro cascarón, ir a vivir experiencias con otros seres humanos, es difícil a veces (Sobre todo si no encajas en lo que se supone que debería de gustarte) y por eso muchas veces nos refugiamos en ellos como una forma de huir. Quizás este paso intermedio ayude a otros como yo, a otros que pasan por momentos difíciles y se sienten raros, a entender que hay formas de juntarse en una habitación sin sentirse incómodos; que en grupo y cara a cara los dragones dan menos miedo.