Vacaciones en el espacio
Hace algunos días me escribió una amiga para decirme que estaba jugando a The Legend of Zelda: Breath of the Wild. Por fin, muchos meses después de que yo le prestara el juego, ha decidido darle una oportunidad y lo está disfrutando enormemente, según me cuenta. Los meses de verano le han puesto en bandeja el momento perfecto para empezar a jugar y disfrutar de esta maravillosa aventura, lejos de las obligaciones laborales y académicas que nos mantienen maniatados a lo largo del curso.
Mi caso fue bastante parecido. Recuerdo con especial nostalgia el periodo estival de 2017, año en el que se publicó dicho título. Fue entonces cuando yo también me adentré en el mundo de Hyrule, acompañado en todo momento de mis hijos, con quienes alternaba el mando de control de la Nintendo Switch para ir haciendo frente a los diferentes peligros, secretos y retos que planteaba el juego. Juntos nos sumergimos en un universo de diversión que se materializó en infinidad de recuerdos imborrables, alimentados todos ellos por nuestras insaciables ansias de descubrimiento. Solo a quienes nos gusta presumir de nuestra pasión por los videojuegos sabemos de su enorme poder evocador, de su magia, de su capacidad para trasladarnos a otros mundos sin que dejemos de pisar nunca el suelo de la realidad. Pero estos mundos, cada vez más inabarcables, requieren de una entrega y un tiempo del que no siempre disponemos. Tal vez por eso el verano sea uno de mis momentos preferidos para jugar. En estas fechas, el reloj se detiene cada vez que las olas del mar se rompen en la orilla y parecen desintegrarse en la arena. Es el momento perfecto para abrir un parántesis en la vida diaria sin tener prisas por cerrarlo. Y ese paréntesis se ha llenado en esta ocasión con la oportunidad que me ha ofrecido No Man´s Sky de viajar a las estrellas, de descubrir otros planetas, de conocer a otras especies con las que he podido entablar un diálogo más o menos fructífero en cada ocasión.
El título desarrollado por Hello Games se ha convertido en un universo inabarcable que ofrece al jugador un amplio abanico de posibilidades. Y todo ello después de un polémico estreno en 2016, cuando fue ferozmente vapuleado por la crítica especializada. No Man´s Sky fue fruto de ese mal endémico del que se alimenta la industria del videojuego: las expectativas. La emoción que había desatado este ambicioso proyecto independiente fueron tan altas que el resultado fue un tanto decepcionante: la falta de un multijugador real, el cuestionable funcionamiento del sistema de generación procedimental de planetas que se antojaban vacíos, estructuralmente bastante similares, con un catálogo de flores y especies que resultaba repetitivo… Su lanzamiento provocó ríos de tinta entre quienes defendían la valiente propuesta del equipo liderado por Sean Murray y quienes se sentían profundamente decepcionados por las promesas incumplidas. En mi caso, he de reconocer que recibí con cierto agrado el título de Hello Games. Se trataba de una propuesta diferente, con un apartado artístico cargado de personalidad, que lograba sumergirte en un universo vasto y visualmente atractivo. Pero mis sensaciones no fueron las de la mayor parte de la comunidad. Las duras críticas fueron el detonante de un largo camino de redención iniciado por el estudio británico que se ha traducido en innumerables mejoras para el juego a través de constantes actualizaciones.
Hoy jugar a No Man’s Sky puede suponer una experiencia solitaria y relajada, pero también permite la interacción con otros jugadores y la búsqueda de momentos de acción desenfrenada, con tiroteos sobre la superficie o surcando las estrellas con nuestra nave especial mientras realizamos maniobras imposibles en el cielo infinito. Cada planeta en el que aterrizamos es un lugar diferente que hemos de explorar, caminando por terrenos de composición diversa, analizando su flora y su fauna y extrayendo minerales que posteriormente utilizaremos para construir todo tipo de utensilios y mejoras. Ahora podemos personalizar a nuestro avatar, construir una base en cada planeta en el que nos adentremos, aprender la lengua de otras especies extraterrestres, desplazarnos con una exonave bajo una atmósfera amenazante, destruir a los drones centinela que vigilan nuestros movimientos, visitar estaciones espaciales y ser partícipes del comercio intergaláctico, cocinar, contratar a nuevos miembros para nuestra tripulación, adquirir nuevas naves y ser propietarios de un carguero que sirva como depósito de almacenaje, cumplir misiones de diferentes gremios y razas para ganar reputación en cada uno de ellos… Las posibilidades son infinitas.
Pero, sin duda, uno de los mayores atractivos con los que cuenta el juego son las expediciones, un modo de juego que nos invita a superar determinados retos y conseguir una serie de recompensas. Estas expediciones están disponibles temporalmente y suelen ir acompañadas de novedades en la jugabilidad tras una actualización del software. Este verano he surcado las estrellas eliminando parásitos en diferentes planetas, pues era el leitmotiv de la expedición número 14: «Liquidadores». Ahora, mientras escribo estas líneas, se encuentra activa una nueva expedición, «Aquarius», que gira a en torno a una nueva mecánica: la pesca. Tal vez resulte una actividad idónea para hacer más llevadera esta transición que nos aleja del periodo vacacional y nos adentra en el quehacer diario de un nuevo curso. Vuelven las obligaciones académicas y laborales, pero siempre tendremos la oportunidad de buscar un hueco en nuestra agenda para irnos de pesca y desconectar un poco. Atrás queda ya un verano en el que he podido descansar, sumergirme en la lectura, caminar por la sierra o bañarme en el mar, disfrutar de la familia y de los amigos… Un verano en el que también he podido viajar por el espacio.