‘Utopía’: cuando la realidad supera (por mucho) a la insulsa ficción
En el momento de escribir este texto, hace apenas unas horas que me han metido un palo por el tabique nasal hasta hacerme llorar, para que acto seguido me digan que estoy bien pero que, aun así, tengo que quedarme diez días aislado de absolutamente todo el mundo. Al consultar el móvil, me llega una notificación de alguien que ha dicho que «ya queda poco para la vacuna», pero que mientras tanto hay que «extremar las precauciones» y cumplir a rajatabla con normas como estar en casa antes de las diez o no salir de mi municipio. Si sigo revisándolo un rato más, llegaré a las quejas de miles de emprendedores que se han quedado sin trabajo y antivacunas que creen que todo es una conspiración para controlarnos aún más. Pero, como ya tengo bastante por ahí, prefiero abrir TikTok y entretenerme viendo vídeos de gente bailando mientras el mundo se desmorona a su alrededor.
Todo esto sería información irrelevante para el lector si no fuera porque, en mitad de este contexto, he decidido ponerme una serie llamada Utopía para sobrellevar el confinamiento. Por lo que sé, es el remake de Amazon Prime Video de una ficción británica de 2013. A lo largo de los últimos años me han hablado maravillas de esta serie, así que lo lógico habría sido ponerse la original. Pero yo qué sé, al final me he hecho una maratón del remake… y evidentemente ha sido una mala idea.
Lo primero que vemos en Utopía, antes de que la serie comience siquiera a plantearse, es un cartel introductorio en el que avisan de que «nada de lo que ocurre en la serie está basado en hechos reales». Al igual que hacía Matt Groening en Futurama, pero esta vez en serio. Sin duda, es un aviso que te hace estar alerta; ya sea para bien o para mal. Lo que vas a ver a continuación te va a sonar. Y mucho más después de 2020.
Para quienes no tengáis ni idea de lo que va Utopía, básicamente se centra en un grupo de locos de los cómics que, después de conocerse por internet, quedan en una convención con el objetivo de hacerse con Utopía, la secuela perdida de un popular cómic que, a través de metáforas, predice amenazas futuras. Con la mira puesta en esta especie de Nostradamus del siglo XXI, el grupo se reúne para teorizar al respecto, hasta que una organización criminal comienza a matar a todos los que han tenido relación con el cómic y a perseguir a este peculiar grupo.
De primeras, el concepto de la serie consigue engatusar al público con su buen hacer a la hora de mezclar el mundo geek con el thriller, tomándose en serio cada parte pero aportando un peculiar humor negro guiado por el showrunner Gillian Flynn. Incluso la dirección artística —por lo que sé, uno de los puntos más a tener en cuenta de la serie original— consigue estar a la altura sin copiar en ningún momento a lo que ya habíamos podido ver. Pero todo empieza a ir cuesta abajo cuando comienzan a verse las costuras de la trama.
Lejos de servir como una metáfora de la posverdad o la conspiranoia —tan a tener en cuenta en estos momentos—, Utopía parece dar la razón a los «Miguel Bosé» de turno cuando dicen que Bill Gates —en este caso el Doctor Kevin Christie, interpretado de forma meridianamente creíble por John Cusack— nos va a poner a todos un microchip a través de las vacunas contra el COVID-19. Y está bien, podemos tener en cuenta que la serie se rodó antes de la pandemia sin precedentes que estamos viviendo, pero antes de que todo esto pasara ya debíamos ser conscientes de que, por más que las corporaciones sean peligrosas, la salud está por delante de todo.
Sin duda, el mayor problema que parece tener Utopía es la disparidad de su mensaje. Si bien en 2013, cuando salió la serie original, todo esto podía tener algún sentido y se presumía cierta responsabilidad por parte del público a la hora de discernir entre realidad y ficción, en 2021 no solo es que la serie no tenga lógica alguna, sino que además puede resultar peligrosa tal y como están las cosas. Todas las argumentaciones de la ficción están pasadas de moda y, además, se quedan muy por debajo de todo lo que nos ha traído la realidad en el último año.
Pero, más allá de haber salido en el peor momento posible, Utopía carece de otros tantos elementos que la hacen fácilmente olvidable. El principal de ellos es su humor negro que, como decía mi madre, no hace más que «mear fuera de tiesto». Como ocurre en series de animación popularizadas en los últimos años —Rick y Morty o Padre de Familia—, no es un humor negro puesto en favor de dar un mensaje crítico o de satirizar, sino que parece estar ahí por puro cinismo. Y, si a esto le sumamos su atropellada narración, acaba provocando un desapego importante con los personajes, a quienes difícilmente te importará ver morir en pantalla.
Amazon no ha tardado en dar su propio veredicto sobre la serie, cancelándola después de la primera temporada y dejando a los espectadores con la miel en los labios cuando, al fin, la cosa comenzaba a ponerse más interesante. Pero dudo que surjan reclamaciones ni hojas firmadas para conseguir su renovación. Al final, pasar por 2020 ha sido como entrar en el siglo XXII, y Utopía se ha quedado estancada en el carca siglo XXI.