Uncharted: De ladrón a arqueólogo. Evolución de una representación
Primera escena. Nathan Drake navega junto a Elena Fisher en un barco por la costa de Panamá con la intención de rescatar de las profundidades del mar la tumba intacta de Francis Drake. Sin saber el procedimiento correcto, sin aplicar ninguna metodología y sin respetar la conservación del yacimiento los dos personajes logran atar el féretro a una cuerda y subirlo a bordo. Una vez en el barco, con una palanca, abren el sarcófago y no encuentran nada, salvo una potencial e inminente muerte a cargo de otros piratas que acechan su descubrimiento.
Uncharted: El tesoro de Drake (2007) nos presenta a dos protagonistas masculinos, Nathan Drake y Victor Sullivan, de profesión «cazatesoros», y una protagonista femenina, Elena Fisher, de profesión periodista. El interés de los dos primeros es buscar, encontrar y vender los tesoros que alberga El Dorado. El interés de la segunda es grabarlo en vídeo para después vender el programa. Mientras avanza la trama, el interés comercial se traduce paulatinamente en un afán por hacerse con la reliquia y arrebatársela al enemigo, cuyos propósitos son aún más oscuros que los de Drake, Sullivan y Fisher. El camino a El Dorado se encuentra plagado de obstáculos y monstruos que acaban por desbaratar los planes de unos y de otros sin embargo, en el último momento, justo cuando todo estaba perdido, Sullivan aparece montado en una barca cargada de tesoros arqueológicos listos para su venta.
La primera iteración de la saga presenta todos los problemas asociados a la representación de la práctica arqueológica e histórica en la cultura popular como la elaboración de mitos y fantasías irracionales para dotar de contenidos a culturas antiguas. La reducción de todas estas culturas a un solo objeto. En el caso de El Dorado toda la leyenda queda concretada en una gran figura de oro. Objetos cuya valoración reside en la belleza y la utilidad y no en la información que sobre su tiempo pueda llegar a ofrecer. El desprecio sistemático de todos los objetos «ordinarios» como las cerámicas, dispuestas en los escenarios como depósitos de riqueza y objetos útiles para el personaje jugador. La indiferencia ante las fuentes primarias y el pasado documentado y la repetición de otras obras populares ambientadas en los mismos espacios y tiempos cuyo éxito financiero es irrebatible. Todos estos elementos también se encuentran presentes en la segunda y la tercera entrega donde el jugado deberá hallar Shambhala e Iram de los Pilares.
La cuarta entrega, Uncharted: El desenlace del ladrón (2016) y Uncharted: El legado perdido (2017) modifican el guion y presentan novedades importantes en cuanto a la representación del oficio del arqueólogo y el historiador. Por ejemplo, podemos observar, por primera vez en la saga, cómo Nathan Drake toma apuntes y realiza dibujos de objetos que le llaman su atención por el mero hecho de hacerlo. Es la primera vez, durante toda la saga, en la que el personaje protagonista muestra interés por el entorno histórico que le rodea. Su libreta mantiene la misma utilidad para la resolución de puzles durante la partida. Sin embargo en las páginas de su cuaderno podemos encontrar dibujos y anotaciones cuyo único propósito es ofrecer contexto al interés de Drake por el pasado.
En Uncharted: El desenlace del ladrón, Nathan adquiere un trasfondo que nos ayuda a entender su interés por el pasado. Hasta entonces el único interés que le suponíamos era económico. Le interesa el pasado porque su venta es rentable económicamente. Durante el comienzo de la partida conocemos a su madre, Cassandra Morgan. No llegaremos a conocer al personaje pero este estará presente. Cassandra era historiadora. El trabajo de toda su vida consistió en elaborar, a través de documentos y registros arqueológicos, la historia de la piratería durante su Edad de Oro, es decir, durante los siglos XVII y XVIII, con especial detalle a las biografías de Drake y Avery. Este interés fue heredado por sus hijos junto a un extenso conocimiento de la piratería. Hasta ese momento la saga tan solo nos había permitido conocer que el conocimiento de Drake procedía de haber leído un libro o dos de Historia, como el propio protagonista mencionaba en Uncharted 2: El reino de los ladrones, durante una conversación con Lazarevic.
En la última aventura de Drake la fantasía y la magia saltan por la ventana para contar una historia de seres humanos. En las tres primeras partes algún elemento mítico había cobrado vida para entorpecer la misión de los protagonistas. Conquistadores españoles convertidos en zombis. Habitantes del Himalaya transformados en monstruos morados. Espíritus etéreos de las profundidades. La Historia cobraba vida ante los ojos del jugador. En todos estos videojuegos la influencia del imaginario de Spielberg desarrollado en la saga Indiana Jones seguía muy presente. En la cuarta entrega el esquema narrativo varía y la historia se desarrolla en términos mundanos impulsada por intereses y motivos humanos. El contexto histórico, como en los anteriores títulos, era una invención y no guardaba ninguna relación con el pasado documentado. Sin embargo, se narra el pasado en términos humanos en lugar de sobrehumanos.
Uncharted 4: El desenlace del ladrón supuso una vuelta de tuerca dentro de la saga y un nuevo acercamiento al personaje de Drake más completo y completo. Una decisión en la que, probablemente, el éxito de The Last of Us (2013) tuvo un papel de especial relevancia. El pasado aparecía como un lugar con valor por sí mismo. Los objetos cotidianos siguieron siendo menospreciados pero al menos, algunos de ellos, eran documentados. Drake mostraba interés por el contexto arqueológico que le rodeaba. Su interés por pasado quedaba claro y la fuente de su conocimiento era aclarada. La fantasía se había borrado de la trama y los espacios urbanos que Drake recorría estaban hechos a escala humana aunque emplazados en lugares improbables.
Todo este movimiento hacia una mejor representación del oficio del arqueólogo y el historiador siguió su camino y alcanzó una nueva cumbre en Uncharted: El legado perdido. La historia de Chloe Frazer y Nadine Ross mantenía los mismos elementos de la ecuación de Uncharted 4: El desenlace del ladrón pero el resultado era diferente. El contexto histórico se reducía a un objeto, en este caso el cuerno de Ganesha. Su valor procedía de su utilidad. Ciudades enteras y lugares espectaculares, como los dos elefantes junto a la cascada, quedaban relegados a un segundo lugar en la búsqueda de la reliquia. Sin embargo, una vez en su poder decidían donarla al museo arqueológico correspondiente en lugar de conservarla para su venta. Una decisión que no hemos contemplado nunca en un videojuego de estas características y, tampoco, en ninguna película. En todas las anteriores entregas el héroe, anglosajón, volaba a un destino «exótico», robaba la reliquia y abandonaba el lugar destruyendo todo a su paso. En cambio, en Uncharted: El legado perdido esta práctica cambia por vez primera y deciden restaurar a sus legítimos dueños la pieza arqueológica.
La saga Uncharted es, además de un gran videojuego de acción y aventuras, una extraordinaria vara de medir para calibrar el progreso del medio. En la primera entrega Drake buscaba un tesoro para venderlo compitiendo contra otros por encontrarlo en primer lugar. En la segunda y tercera entrega este esquema se mantenía en lo esencial para cambiar en la cuarta entrega y presentar a unos personajes protagonistas más complejos y un mundo más humano que terminaban por eclosionar en la última entrega, tras el retiro de Drake. Por supuesto la licencia sigue manteniendo graves problemas en cuanto al trato dado al patrimonio y el pasado en sí. Un trato que podemos medir en cuanto al cumplimiento, o no, de tres simples reglas: existe o no un interés por parte del estudio por el pasado; los personajes están condicionados, o no, por su tiempo y espacio; y existe, o no, una valoración de la Historia por sí misma. Uncharted no cumple ninguno de estos requisitos. A pesar de lo cual la representación del oficio del arqueólogo ha evolucionado junto con la saga mejorando algunos aspectos cruciales como el más importante de todos, el interés y el respeto por el patrimonio.