Stadia y las guerras invisibles: dinero y coltán
Google ha dado un golpe serio sobre la mesa; un golpe que aún a día de hoy marca olas en el panorama internacional. La última GDC nos regaló algunas sorpresas, pero seamos serios: desde luego ninguna como la nueva plataforma de videojuegos del gigante de la información. Stadia, un sistema streaming que promete desbancar a todas las consolas del mercado, ha sido la comidilla de los medios desde el pasado 22 de marzo. Las posibilidades para el mundo del desarrollo y para el consumidor son brutales, eso no es negable, pero han sido ya exploradas hasta la saciedad. Hoy vengo a hablaros sobre lo que posiblemente sea el aspecto menos discutido: el económico.
Pero pongámonos en situación, hablemos sobre coltán.
El coltán, como ya sabemos a estas alturas de la película, es un mineral superconductor que trabaja a un rango de temperaturas enorme (lo cual lo convierte, básicamente, en el santo grial de la electrónica) y que se ha convertido en el oro del siglo XXI. Lo que quizás no tengamos tan claro es que uno de los principales exportadores del mineral es El Congo, una antigua colonia francesa que mantiene fuertes acuerdos comerciales con nuestro vecino, cuyas multinacionales son las principales exportadoras mundiales junto a un par de empresas estadounidenses. De hecho, en cuanto indagas un poquito, te das cuenta de que el 90% de los proveedores de este preciado mineral son europeos (aunque los condensadores que se construyen con él se fabrican en EEUU o Corea).
No sé si os sonará algo de todo esto, pero los parecidos con la problemática del caucho durante las dos guerras mundiales son manifiestos: medio mundo comprando a un solo proveedor una materia prima vital. Las consecuencias, al igual que a día de hoy, fueron: desigualdad y genocidios de poblaciones indígenas.
¿Y qué tiene esto que ver con el mercado del videojuego, os preguntaréis? Pues sorprendentemente mucho. El pico más alto del precio del coltán se produjo en el periodo comprendido entre el 2000 y el 2001, cuando la demanda se disparó y los proveedores se vieron que no daban abasto. Quizás os suenen esas fechas: fue cuando salieron Xbox y Ps2, las dos primeras consolas que usaron el material. Quizás no lo recordéis, pero de hecho la PS2 se retrasó un año completo precisamente por el desabastecimiento de Coltán.
Desde entonces el mundo de las consolas se sumó a la demanda mundial del “Oro azul del Congo”, cosa que ha propiciado una de las más sangrientas guerras de la actualidad. Oona King, miembro del parlamento británico, llegó a criticar a Sony con una de las frases más terriblemente demoledoras que hayáis escuchado jamás “Niños en el Congo han sido enviados a morir en minas para que niños en Europa y América puedan asesinar aliens imaginarios en el salón de sus casas”.
Stadia, si cumple lo que promete, parece ser el futuro del entretenimiento digital. Una consola que no requiere de consola, un servicio “en la nube” que nos permita jugar a lo que queramos sin necesidad de comprar un aparato dedicado. Es pronto para aventurarlo, pero quizás estemos ante la muerte de las consolas y, posiblemente, de la muerte de una industria.
Las consolas son solo uno de los tres puntales sobre los que se asienta la demanda mundial de coltán, pero sigue siendo un puntal. Con eso fuera de juego quizás nos encontramos ante un golpe mucho más serio a la economía europea del que podamos preveer.
Pero bueno, no seamos alarmistas: veamos las cosas en perspectiva. Actualmente el ancho de banda que requiere tanto Stadia como su principal competidor, xCloud (La alternativa de microsoft) está claramente inflado: sobre los 25 Mbps (aunque xCloud esté tratando de bajarlos) para que el servicio funcione. En España las líneas ADSL con capacidad mayor o igual a 10 Mbps no cubren todas nuestras provincias, no digamos todas nuestras ciudades, según datos oficiales. Si Stadia realmente acaba eliminando la industria del coltán es probable que en su lugar veamos un ascenso más que notable del mundo de las telecomunicaciones, y falta nos hacía ya.
No obstante recordemos la famosa tercera ley de Newton: “Con toda acción ocurre siempre una reacción igual y contraria”. En este caso concreto, y aunque parecen hechos que no tienen nada que ver, podemos ver que tan solo un día después de que saliera el anuncio de la GDC se resolvió una sentencia en contra de Google que lo multaba con 1.400 millones de euros por uso indebido de la publicidad. Una sentencia que llevaba estancada desde hacía cosa de tres años y que se suma a las otras dos multas que la UE le ha puesto en este mismo año al buscador. Entre eso y la reciente aprobación del artículo 13 (que afecta de manera brutal a Google) uno no puede evitar sentir que hay conexiones… lo sé, lo sé, ya me quito yo solo el gorrito de papel de plata.
Con todo esto no estoy intentando encumbrar, ni muchísimo menos, a la empresa de las dos “os” de colores ni a su proyecto. Stadia sigue siendo poco más que una quimera extraña de la que aún se sabe poco. Las especulaciones están a la orden del día y es fácil subirse a ese tren. No obstante recordemos que todos los avances serios en tecnología han levantado marejadas en el panorama internacional: la llegada de los smatphones, de internet, del coche e incluso del vapor han ido marcando los cambios en la historia, así como muchos de sus conflictos.
Puede ser que estemos tan solo ante un servicio viejo con nuevos nombres. Algo como un Netflix de los videojuegos, nada revolucionario aunque sí muy cómodo. A día de hoy, con las campañas de márquetin tan brutalmente agresivas no sería de extrañar que, cuando se disipe el humo, las luces de colores nos decepciones. Pero no está de más tampoco el estar atentos a estas guerras invisibles y a sus consecuencias: no por tenerlas más lejos se hacen menos reales.