‘Los años de Internet’, o de cómo la humanidad intenta sobrevivir a sí misma
Los años de Internet, cómic editado por Astiberri y firmado por David Sánchez y Damian Bradfield, me ha puesto los pelos de punta. Y cuando una lectura es capaz de eso, es que ha dado con alguna tecla. En este caso una acorde con lo que ha sucedido este año: pandemia, desabastecimiento, miedo al futuro, temor por lo que la tecnología —o, más bien, la falta de ética alrededor de su uso— puede llegar a hacernos. Esos temas que tanto gustan en series como Black Mirror, Years and Years o Love, Death and Robots. Esos temas que saltan a la palestra de los tabloides cuando Mark Zuckerberg anuncia que quiere convertir Facebook en un metaverso al estilo de Snow Crash o Ready Player One.
El miedo al futuro.
En Los años de Internet me he encontrado con una serie de historias cortas que reflexionan sobre el desastre que puede causar —o que está causando ya— la tecnología, pero sin el catastrofismo o la seriedad de otras propuestas. Algo muy de David Sánchez, un autor que tiene el don de mirar hacia un mundo que pocos podemos ver, extraer de ello una enseñanza en forma de historieta, y dibujarla con gran acierto. Y el resultado es una propuesta muy diversa en lo narrativo, que llega con el apoyo de Damian Bradfield, creador de We Transfer, una excentricidad curiosa la de tomar a un gurú de la tecnología para hablar de los peligros de la tecnología.
Compuesto por cuatro historias cortas que se narran a todo color, con cuatro pinceladas de diálogo que no obstruyen una narración netamente visual. A mi juicio, la forma más perfecta de hacer cómic: una narración genuinamente visual, donde los dibujos, la composición de la página y el uso del color, son las herramientas con las que debe narrarse, no tanto el texto. Aunque no quiero por esto decir que los textos en un cómic sean superfluos; en todo caso, igual que determinadas herramientas del cine, el texto debería apoyar al dibujo, y no a la inversa. De modo contrario, estamos ante una novela corta apoyada por dibujos. Por eso me encanta el estilo de David Sánchez, cuyo último cómic se narraba con un diálogo inventado: usa el dibujo de forma magistral —y casi teatral— y no necesita casi nada para que la historia tenga sentido.
Todas las historias giran en torno a la pandemia y la tecnología —o necesariamente interrelacionados y no al mismo tiempo—: las dos primeras son las que más diálogo ofrecen. Cortometrajes de grandes viñetas y una composición de página que mide con cuidado la sorpresa, los espacios necesarios para que el escenario de forma parezca simple, siendo, en realidad, rico en detalles. Las últimas historias, las más cercanas a la ciencia ficción, hablando de realidad virtual, de distopías, coqueteando con las temáticas de la serie Black Mirror, echando un vistazo distorsionado a las tecnologías que hoy día empiezan a convertirse en recurrente.
Lo que aportan estas historias al imaginario colectivo es, por un lado, un sentido crítico que deja que el lector tome partido. No se afana en explicar el chiste, digamos. Confía en que el lector medio que se acerca a estas publicaciones sabrá interpretar tono e intención. Y para ello se apoya en unas imágenes que no podrían haberse escogido mejor: un estilo cartoon de animación adulta que parece una actualización bizarra de los libros para enseñar el mundo a los niños. Incluso los colores son similares: saturados, estridentes, una parodia de los colores de Instagram, que bombardean los sentidos del espectador.
David Sánchez es un dibujante que tiene muy claro como narrar. Y eso no es baladí. El guion tiene muy presente un ritmo que ayuda a que el lector se deje embriagar por estas falsas moralejas. Este caleidoscopio donde se muestran instantáneas de un vodevil y, al final, no se resuelve nada. Un chiste que nadie nos explica. Esto es, precisamente, lo segundo que aportan las historias que componen Los años de Internet: el humor. Un humor muy crítico y fino; ácido y, al mismo tiempo, lleno de una ingenuidad ante lo desconocido de la tecnología, lo rápido que cambia, lo fácil que caduca, con la que cierto tipo de lector, donde me veo representado con pasmosa exactitud, se identifica.
Los años de Internet es un cómic breve, lleno de humor, agradecido en su lectura, desagradable en su temática. El futuro da miedo, pues el hombre cada día perfecciona mejor su deshumanización. Como si, al haber fracaso al inventar a Dios, hubiéramos tomado la vía inusual de crear otro sustituto: carne por metal.
Creo que me arriesgaré a decir que este ha sido mi cómic favorito de 2021. David Sánchez es un autor que ya conocía, y al que tuve el placer de conocer en el festival Celsius 232 de Avilés cuando presentaba su obra En otro lugar, un poco más tarde. Un dibujante con voz propia, un discurso genuinamente apoyado en el amor por la imagen.