‘Leyendas Pokemon: Arceus’ hace que los fans recuperemos la fe
Mi primer videojuego fue Pokémon. No fue el primer videojuego que jugué; eso se lo llevó Monkey Island, la inmortal obra de Ron Gilbert y compañía, pero lo disfruté en inglés y siendo bastante pequeño, por lo que mi recuerdo de esta obra es difuso y se mezcla con las veces que lo he vuelto a jugar de mayor.
También «jugué» a Resident Evil, pero en realidad fue mi madre la que lo jugaba y yo miraba. O me tapaba los ojos y atisbaba la pantalla a ratos.
Pokémon fue el primer videojuego que era mío.
Me lo regalaron junto a la Game Boy Color, a finales de los noventa. El Pokémon Amarillo marcó mi arranque en el mundo de la diversión digital interactiva, y me convertí en un adelantado en el patio del colegio, pues fui el primero en disfrutar de la nueva versión de aquella aventura que hacía pinitos por el mundo. Atesoro mis primeros recuerdos del Bosque Verde, donde se me ocurrió cazar a un Caterpie y evolucionarlo hasta que aprendiera la ansiada técnica Confusión y así poderme pasar el primer gimnasio, donde mi Pikachu era prácticamente inútil. La Liga Pokémon y la cantidad de objetos que debía llevar conmigo para ir curando a mis Pokémon, o los días que pasábamos en el patio del colegio intercambiado y clonando a nuestros compañeros, luchando contra los equipos de otros jugadores. Las posibilidades con el mundo del videojuego eran entonces increíbles, y a aquella primera experiencia le siguieron la Playstation y otro montón de juegos que, a día de hoy, se han convertido en parte inseparable de mi vida.
Y aunque le debo tanto a Pokémon, lo cierto es que abandoné pronto la saga. Tras la llegada de Nintendo DS, consola que no he tenido hasta hace poco, abandoné Pokémon, no sé si conscientemente cansado. El caso es que Pokémon ya no me ofrecía lo que Final Fantasy o Fallout. Mis gustos seguían bastante fuertes en el RPG, pero la saga de Game Freak ya no parecía hablarme a mí. Hablaba a las generaciones que venían, anclados en un estilo más infantil de lo que me hubiera gustado. De forma consensuada y abrupta, Pokémon y yo nos fuimos separando.
Entonces llegó Nintendo Switch, y con ella la promesa de que la saga diera un paso adelante. Lo cierto es que lo pasé genial con Let’s Go Eevee. Revivir aquellos comienzos con nuevas mecánicas y un aspecto gráfico renovado, unido a la película de Detective Pikachu de Rob Letterman, me dieron esperanzas en el próximo Pokémon Espada y Escudo.
Y claro, eso ya es historia conocida.
Mi decepción fue tan grande que me prometí darle la espalda definitivamente a la saga.
Pero ay, menos mal que no fui fiel a esa promesa.
Leyendas Pokémon: Arceus es todo lo que siempre esperé de Pokémon.
Las polémicas de las últimas semanas, entre que jugábamos, algunos medios lanzaban los análisis, la gente se iba haciendo con el juego y poco a poco íbamos formando un consenso colectivo, se han enfocado en lo que menos me interesa: los gráficos. Vamos a abrir y cerrar este melón para poder pasar a cosas más importantes: sí, los gráficos son cutres. Mejorables. Aunque las decisiones artísticas, los diseños de Pokémon y escenarios y personajes me encantan. Ni siquiera soy consciente de los problemas de texturas planas o que no cargan, ni del popping que tan alegremente adereza unos escenarios tirando a vacíos. No soy consciente porque el juego es rabiosamente divertido.
Creo que es la primera vez en bastante tiempo que le echo más de treinta horas a un título sin ser siquiera consciente de ello. Teniendo la sensación de haber jugado poco. Me tendría que remontar a come horas de la talla de Darkest Dungeon. O al mismísimo cartucho de Pokémon Amarillo, que cada vez que se borraba la partida, yo volvía a pasarme por completo. A medida que me hago mayor le suplico a los juegos que no me llenen de contenido vacío. Leyendas Pokémon: Arceus vuelve a preocuparse por cosas que los últimos juegos de la saga parecían haber olvidado: cuenta una historia, le da un sentido a nuestro viaje. Y ya no es el manido hazte con todos.
Ahora, la saga se toma en serio a sí misma.
El mundo de Leyendas Pokémon: Arceus bebe del Japón feudal para contar una historia iniciática. Los Pokémon no son aliados de los humanos, el mundo se encuentra dividido en clanes, no todos usan Pokeballs, no todos confían en esos animales con poderes que campan a sus anchas. Nuestra misión como enviado de otro mundo es proporcionar equilibrio: los grandes señores Pokémon se ven enloquecidos por una luz misteriosa, los aldeanos se ven atacados por los Pokémon. Nos convertimos, en definitiva, en el primer entrenador Pokémon. La génesis de todo lo que vendrá en el resto de títulos.
Y, en serio, qué gozada.
Capturar Pokémon tiene sentido: deberemos usarlos para misiones secundarias que consistirán, sobre todo, en ir poblando la aldea de Pokémon que puedan ayudar a los humanos. En establecer vínculos. Las luchas contra la enésima Liga Pokémon se ven sustituidas por la misión de derrotar a los señores Pokémon que han enloquecido. La aldea se convierte en una suerte de centro de mando donde armarnos, crear objetos y planear nuestra estrategia para luego lanzarnos a la exploración de otros escenarios abiertos, en una suerte de reflejo de Monster Hunter que le sienta genial a la saga. Por primera vez en mucho tiempo la saga de Game Freak no me trata como a un niño, ni siento la pereza que hay detrás de cada animación, de cada línea de diálogo. Por el contrario, los combates son dinámicos, estableciendo nuevas mecánicas como el estilo fuerte y el rápido, que varía con mucho la estrategia a largo plazo; la posibilidad de movernos libremente y poder ser atacados por los Pokémon, las nuevas mecánicas de captura que pasan por hacer uso del sigilo, el crafteo y la necesidad de fabricar nuestros propios objetos. Todo esto le da a la saga nueva luz, un giro que venía necesitando desde hacía mucho tiempo.
Y sí, para mí todo esto compensa los gráficos.
Claro que no deberíamos volvernos demasiado complacientes: es cierto que Game Freak, una empresa que tiene entre manos una de las franquicias más rentables de todos los tiempos, debería dar mucho más de sí. Y nosotros, los jugadores, deberíamos exigirles mucho más. Por lo pronto, la excusa de la falta de potencia de Nintendo Switch no me vale: no en un mundo en que The Witcher 3: Wild Hunt ha visto una adaptación a esta consola en un solo cartucho y con resultados espectaculares. Si se quiere, se puede. Pero antes que tocar los gráficos, me alegro mucho de que Leyendas Pokémon: Arceus se haya centrado en las mecánicas y la narrativa del juego. Parece que por fin ha vuelto a fijarse en los que ya hemos crecido y seguimos jugando a videojuegos. Aquellos que empezamos con los primeros títulos y fuimos cayendo por el camino por culpa de una política de apostar por lo seguro y arriesgar lo justo. Por fin, la franquicia se deja de medias tintas y se toma en serio a sí misma: se pueden hacer cosas interesantes y, a la vez, coloridas, amables. Al estilo Nintendo.
La exploración se abre paso por delante de los combates como hegemonía del juego. Mientras que combatir con los Pokémon siempre ha sido el fin último de la existencia de estos, y de nuestra misión como entrador, aquí da un paso hacia atrás en pos de la experiencia del descubrimiento. Gracias a las nuevas monturas, el juego nos presentará un backtracking bastante sólido, pudiendo acceder a nuevas zonas de escenarios ya explorados, y descubriendo allí pequeños biomas de Pokémon que desconocíamos. La Pokedex ya no se limita a ser una base de datos, sino que para completar la entrada de un solo Pokémon deberemos capturarlo de distintas formas, evolucionarlo, verle usar habilidades distintas, dando así la impresión de estar realizando de verdad un estudio de campo sobre estos míticos animales.
Y la narrativa, sin inventar la rueda, nos ofrece una historia profunda, con giros, con buenos personajes, con diálogos que no parecen estar escritos por el primero que pasara por la oficina ese día, con peso por los momentos en que los personajes se relacionan entre sí, demuestran empatía, enfado, miedo. Las misiones secundarias nos convierten en recadero, sí, pero a la vez es hermoso ver cómo en la aldea cada vez hay más Pokémon que ayudan a los humanos. Una misión nos llevará a capturar un tipo piedra para ayudar en la construcción de nuevos edificios, y cuando la completemos veremos cómo el Pokémon se presta a la obra. Lo que al principio era una aldea llena de humanos temerosos, se empieza a convertir gracias a nuestras acciones en un lugar donde humanos y Pokémon conviven. También, los ciclos de día y noche aportan su grano de arena a la exploración, pues habrá secretos y capturas que solo puedan realizarse a cierta hora del día…
En fin, Leyendas Pokémon: Arceus es todo lo que buscaba en un nuevo juego de Pokémon. El cambio le ha sentado realmente bien y he vuelto a sentirme como ese niño que jugaba con su Game Boy Color en el patio del colegio. He vuelto a conectar con la serie y he querido visitar algunos de los juegos pasados para ver qué me he perdido. Es un videojuego que, estando lejos de la perfección, sabe muy bien lo que hace y cómo hacerlo para volver a conectar con su público. Ahora solo queda que Game Freak interiorice que este es el camino a seguir y que la saga todavía tiene mucha vida por delante si abraza el riesgo.