Jugando en cuarentena (II): Final Fantasy VII Remake
Este título ciertamente podría haber entrado en el ámbito de la ciencia ficción, y sin duda su historia, su ambientación y sus personajes se adscriben a este género. Pero también es cierto que merece un comentario analítico aparte.
Final Fantasy VII Remake ha llegado. Parece mentira que ya haya pasado un lustro desde que lo vimos anunciado por primera vez en el E3. Se lo deseaba, aunque creo que no se lo esperaba. La saga más famosa dentro del mundo de los JRPG, la que más éxito ha cosechado y la que más ha influenciado en oriente y occidente tuvo una época especialmente dorada en su salto al 3D allá por los años noventa: el tríptico compuesto en Final Fantasy por sus episodios séptimo, octavo y noveno sigue siendo, a día de hoy, elegido recurrentemente como algunos de sus mejores títulos. Y, si acotamos un poco más, unánimemente se escoge al séptimo como el mejor Final Fantasy.
De ahí que tengamos película, spin-off, precuelas, secuelas y hasta un shooter.
En mi caso, esperaba con no demasiada ilusión este remake. Primero porque ya me harto de remakes, aunque luego siempre caigo y disfruto, como ya os conté que me ocurrió con el reciente Resident Evil 3; segundo, porque mi episodio favorito es el octavo. Sin embargo habría que estar muy ciego para no dejarse maravillar por lo que pudimos ver en las previas de este increíble juego.
Con parte de su equipo original de vuelta, Final Fantasy VII Remake se presenta en un inaudito formato episódico; claro que ni siquiera sabemos cómo funcionará esto. Lo que nos encontramos al abrir la caja del juego son dos discos (uno de instalación y otro de juego, en esta versión de exclusividad temporal de Playstation 4, como pasara en Red Dead Redemption II, síntoma de que las consolas se agotan ya) pero solo una parte de la historia. Todo lo que tiene que ver con Midgar, Avalancha y los inicios de Cloud con sus nuevos amigos. Lo que podrían ser las primeras tres o cuatro horas del juego original. Más allá, no sabemos qué ocurrirá. Ahora bien, en lo que a duración, escenarios y cosas que hacer se refiere, Final Fantasy VII Remake primera parte se entiende como un juego independiente del que se espera continuación, no el primer episodio más caro de la historia del videojuego.
Es curiosa esta concepción del remake, tirando de lo episódico, y bastante inesperada por parte de Square-Enix. En Final Fantasy VII nos encontramos con un salto técnico que es, sencillamente, increíble. Aunque en esto hay matices de los que, me temo, tendremos que hablar. El modelado de los personajes, el realismo de sus ropas, sus expresiones faciales, sus armas y lo espectacular de los combates y de la gran mayoría de escenas que veremos en el juego, chocan frontalmente con algunos detalles que solo podemos tachar de vaguería. Algunas texturas que, o no cargan, o son tan malas que aparecen pixeladas y difuminadas; algunas animaciones que son chapuceras (especialmente cuando el personaje sube escaleras, abre puertas, etcétera) y dudosas elecciones en lo que refiere al diseño de escenarios. Una lástima, ya que estos errores contrastan con el acabado de la gran mayoría del juego. Es inexplicable que algunas cosas estén tan bien y otras tan mal, porque no es una queja baladí. No es algo anecdótico, es algo que se repite y que destaca especialmente ante lo increíble de los personajes. Es inconcebible que en esta clase de juegos (sobre todo viniendo de cosas como Red Dead Redemption II y similares producciones a la altura) nos encontremos con dos NPCs repetidos que están uno junto al otro, vestidos igual y realizando las mismas animaciones. Esto rompe la espectacularidad del título y nos saca de la historia.
En el apartado sonoro, por seguir con las especificaciones técnicas, nos encontramos con la clásica banda sonora del juego, pero también con varios remix. De hecho, es un acierto tener que coleccionar las canciones comprándolas en tiendas o adquiriéndolas en algunas misiones para después cargarlas en la gramola del bar y dar ambiente a las reuniones de Avalancha.
Y, ya que hablamos de misiones, entremos en materia (¡ja!) jugable, porque ahí Final Fantasy VII tiene miga. Si hablamos del desarrollo del juego, tendremos que hablar de un falso mundo abierto. La ciudad de Midgar, o más bien su sector pobre (que vive bajo la ciudad y a su sombra), es lo que podremos recorrer con cierta libertad, visitar las tiendas, enfrentarnos a las misiones secundarias o descansar en nuestra habitación. Pero estamos a finales de una generación que ha expandido los mundos abiertos hasta niveles que hace una década no podíamos ni sospechar, por lo que este mundo abierto no pasa de ser una falsa libertad, contenida y que funciona casi como pantalla de tránsito entre dos secciones de la historia. Y es que las misiones secundarias son, sin duda, lo peor del título. No pasan de recados, recolección de objetos, vencer tantos enemigos… Algo bastante pobre que no aporta nada más que lograr algunas armas exclusivas o materias. Una pena porque, hablando de armas y materias, el juego se ha visto reforzado en un sistema de menús y progresión de las armas y poderes que resulta excelso y efectivo. Las materias ahora pueden subir de nivel, ir mejorándose; las armas pueden modificarse a nuestro gusto. Todo lo que tiene que ver con la progresión de los personajes se ha mejorado y ha encontrado algo que a la saga le sienta como un guante.
Combatir es lo que más haremos en Final Fantasy VII. Siendo que la gran mayoría del juego transcurre en pasillos, los combates serán la guinda que nos salve de algunos puzzles predecibles y tediosos y de secciones semi-abiertas que acaban por ser repetitivas.
Estos son espectaculares, y el sistema action rpg le sienta como agua de mayo.
Desaparecen los turnos, pero el sistema de batalla resulta en una evolución de esto. También en una mejora de lo que pudimos ver en Final Fantasy XV y Kingdom Hearts. Una barra de acción se irá llenando a medida que usemos los ataques melé contra los enemigos, cambiando entre personajes a los que controlar en un equipo de tres. Cuando la barra se llena, tendremos la opción de detener la acción y elegir usar habilidades especiales o hechizos (gastando, claro, PM) y objetos, límites, invocaciones… Este contenido de estrategia es lo que hace que el combate gane enteros y me resulte incluso más atractivo que el del décimo quinto capítulo (que es uno de mis favoritos de la saga), y más específico. De este modo se pueden planear las batallas contra los bosses finales (algo que deberemos hacer pues, si vamos a lo loco, lo más seguro es que muramos varias veces). Alternar entre el control de los personajes, emplear sus habilidades y mejorar las nuestras hace que el combate en Final Fantasy VII sea, quizás, el mejor de la saga.
Y el combate siempre es el gran final de las misiones principales de este juego; una historia que nos llevará cerca de veinte horas completar si vamos a buen ritmo y no nos atascamos demasiado. Su historia es lo que más ha cambiado y, al mismo tiempo, lo que más fiel se ha mantenido. Las cosas que vimos en 1997 siguen ahí, aunque algunas ocurren de forma diferente, los personajes se han visto ampliados, el lore en general del juego se ha enriquecido y las motivaciones de los personajes ahora nos son más claras. La historia no pasa demasiado de los pasillos por los que avanzar (alternando con pequeñas sandbox que aportan poco) hasta el enfrentamiento final. Pero todo lo que tiene que ver con la historia de los miembros de Avalancha (en especial Tifa y Jessie) y las motivaciones de Cloud, así como los nuevos elementos de la trama, funcionan realmente bien. Es una historia conocida y, a la vez, nueva. Un poco en la línea de lo que hemos podido disfrutar en los remakes de Resident Evil. Es decir, lo que un buen remake debería hacer.
Y sí, hay polémica. No voy a entrar en spoilers, pero sí, hay cambios importantes en la historia que sorprenderán a todos y dividirán a los fans. Por mi parte, esto es lo que más me ha gustado del título, y aunque no todos los cambios me parecen igual de acertados, lo mejor es jugar a Final Fantasy VII como si lo hiciéramos por vez primera. Abriendo la mente a que es un juego nuevo, una historia nueva, con personajes que ya conocemos. Cerca del reboot, más que del remake.
La conclusión es que Final Fantasy VII Remake es un título gigante, muy bueno y lleno de virtudes, aunque lejos de la perfección. Un primer paso en una nueva mini saga de varios episodios que nos hace regresar a la época dorada de la franquicia. Un título que debería ahondar en su jugabilidad, en su mundo, y aceptar que es un título lineal, que no todos los rpg necesitan jugar al mundo abierto. Es más arriesgado de lo que podría esperarse, toma algunas decisiones polémicas, pero lo hace desde el amor por un título que ha alcanzado el Olimpo de los videojuegos. Por supuesto, los fans de la franquicia y de este episodio siete en concreto, no pueden perderse la cita. Los amantes de los jrpg sin duda lo disfrutarán, aunque se queda algo lejos de otras apuestas más rompedoras y mejor acabadas, como el espectacular Persona 5. Los que gusten del rpg occidental, tipo The Witcher, Fallout y similares no tengo claro que conecten con este Final Fantasy VII Remake.
Para resumir, en el top de mejores remakes de esta generación se aúpa este Final Fantasy VII, por debajo solo, quizás, de Resident Evil 2 y Shadow of the Colossus. Un título que consigue ser fresco y paliar sus carencias; volvernos a hacer soñar con la mejor fantasía de los videojuegos y un gran primer paso en lo que promete ser una importante saga en sí misma.