Game Awards, entre el marketing y el homenaje a los videojuegos
En el mundo existen infinidad de premios: el Balón de Oro, los Oscar, los Grammy, el Cervantes, el Nobel… Alimentados por esa pugna entre la satisfacción del ego y el reconocimiento de los logros, se entregan durante todo el año. Los videojuegos, como industria cultural, no podían dejar de sumarse al carro. Al igual que en sus homólogos más cercanos, cine o literatura, hay toda una amalgama de certámenes para intentar dilucidar cuál es el mejor videojuego del año, la mejor editora, el mejor plataformas o el mejor RPG. Sin embargo, a diferencia de otras disciplinas, en la industria de los videojuegos no existe un premio con un prestigio ostensiblemente superior al del resto. En el séptimo arte tenemos los Oscar, mientras que el Nobel es la cúspide de la carrera del escritor, ese Everest que todo autor novel, nunca mejor dicho, sueña con llegar a escalar algún día. En los videojuegos tenemos algunos candidatos que aspiran a significar para esta industria lo mismo que los anteriores galardones para la literatura y el cine, como es el caso de los Game Awards, que se celebrarán el próximo seis de diciembre.
Si bien este tipo de premios son reconocimientos a diversos aspectos, también cuentan con un fuerte componente de acto publicitario, elemento que se agudiza aún más en esta industria. Es una oportunidad del sector de anunciarse a bombo y platillo, de que las compañías saquen músculo y muestren los niveles de calidad técnica que ya han alcanzado y que eran impensables hace unos años. Ello no implica que los candidatos no merezcan estar ahí ya que, dejando al margen la cuestión de galardonar un producto basándose en criterios subjetivos o las suspicacias sobre los intereses de las desarrolladoras detrás de los nominados, para llevarse alguno de los premios “gordos” es imprescindible un mínimo de calidad. Prueba de ello la tenemos en la lista de nominados por la categoría de Mejor juego del año: Celeste, Assassin’s Creed Odissey, Marvel’s Spider-Man, Red Dead Redemption 2 y God of War. Se puede debatir sobre la ausencia o no de algunos otros títulos que sin duda están entre los más sobresalientes del año, pero no cabe duda de que entre los anteriores no hay ningún juego mediocre.
Aunque parece que últimamente están cobrando más renombre los Game Awards, existe una gran variedad de certámenes como el Golden Joystick, los Bafta británicos, los Gamecom Awards… todos ellos con sus propios nominados y premiados. No es de extrañar que caiga algún galardón en medio de tanto evento, dando la excusa perfecta a las desarrolladoras para publicar una nueva edición de determinado título junto a todo el contenido adicional creado para él y venderlo bajo la etiqueta de GOTY Edition. Sus creadores se apuntan un tanto y de paso intentan justificar el cuestionable hecho de sacar el mismo juego por segunda vez con unos cuantos añadidos.
En el caso de los Game Awards, el acto está auspiciado por las grandes desarrolladoras de la industria. Sesenta y nueve medios especializados eligen a los nominados a las distintas categorías. Los premios se conceden mediante un sistema de votación mixto en el que los votos de un jurado cuentan el 90% mientras que el 10% restante lo otorgan los usuarios que quieran votar mediante alguno de los medios telemáticos que la organización ha puesto a su disposición. Solo entran a concurso los títulos lanzados antes del dieciséis de noviembre, razón por la cual el Smash Bros Ultimate, para la sorpresa inicial de algunos, no ha sido tenido en cuenta este año y deberá esperar a la próxima edición, cuando ya haya transcurrido un año desde su salida.
Esta clase de actos también nos sirven para analizar y reflexionar sobre el estado de la industria durante el año. No es noticia, ya que lo contrario habría sido impensable, ver que en la categoría de Mejor juego del año aparecen God of War y Red Dead Redemption II. Figuran acompañándolos un surtido de triples A, de juegos solventes con una alta calidad a los que tal vez les falte un punto de genialidad para llegar a la altura de los otros dos. Especialmente meritoria resulta la inclusión de Celeste. El mundillo indie hace tiempo que alcanzó altas cuotas de calidad y madurez que fueron reconocidas por los usuarios. Al igual que ya hizo hace dos años con Inside, en esta ocasión es la propia industria la que admite que el brillante título de plataformas es capaz de mirar de tú a tú a otros videojuegos que contaron con ingentes presupuestos durante su desarrollo. Tal vez no sea de extrañar que el auge de los indies haya coincidido en el tiempo con el progresivo declive de las producciones de tamaño medio que cada vez escasean más entre las grandes desarrolladoras del sector, ahora centradas en producir colosales superproducciones.
Si vemos los nominados a Mejor juego indie nos encontramos con un nivel altísimo que no desmerece al del apartado anterior. Al propio Celeste se unen los no menos meritorios Return of the Obra Dinn, Dead Cells, Into the Breach y el divertidísimo The Messenger. Si bien el paso de los años y la masificación de plataformas como Steam han contribuido a sobreexplotar estos “videojuegos artesanales”, es innegable que la calidad de sus mayores exponentes durante este año no ha disminuido ni un ápice.
La industria lleva años dando una importancia creciente al multijugador por Internet. Las tres grandes videoconsolas cuentan ya con un online de pago y algunos títulos, especialmente los shooters, se orientan de manera irremediable hacia ello -directamente este año Call of Duty Black Ops IIII ha optado por suprimir la campaña-. En el juego online hay un indiscutible ganador, un fenómeno del año que en términos de popularidad amenaza con lograr lo que consiguió Minecraft en su día: Fortnite. El título de Epic Games está nominado a cuatro categorías: Mejor juego en curso, Mejor juego multijugador, Mejor juego para móviles y Mejor juego de eSports. Señalar también que Nintendo copa la categoría de Mejor juego familiar: tres de los cinco candidatos son de la compañía japonesa.
Los Game Awards son, por tanto, un evento de celebración y reconocimiento, pero también un inmenso anuncio con luces de neón a todo color y un galardón que cada vez está cobrando mayor relevancia. Durante los últimos años un número creciente de anuncios se desvelan en esta ceremonia, que parece tratar de competir con el E3 por convertirse en el mayor acontecimiento anual del mundo de los videojuegos. A lo largo de pasadas ediciones del certamen se han presentado tráilers de Death Stranding, la nueva franquicia de Kojima, o se ha confirmado la exclusividad para Nintendo Switch de Bayonetta. El presentador de la gala, Geoff Keighley, confirmaba el pasado 27 de noviembre en su cuenta de Twitter que en el evento se anunciarían más de diez juegos.
Los Game Awards constituyen una interesante conjunción de elementos en los que confluyen el morbo por ver quien gana el GOTY, las ganas de ver algunas de las grandes novedades reservadas para el próximo año y el romanticismo de vivir una noche de celebración y homenaje al mundo de los videojuegos. Este último componente se agudiza si tenemos en cuenta el progresivo declive sufrido por el E3 durante los últimos años. Cada vez un mayor número de empresas optan por crear sus propios espacios de comunicación en las que realizar sus ferias y presentaciones, perdiéndose ese sano pique durante la maratón videojueguil constituida por el fin de semana en el que se celebraba la feria de los Ángeles. Quién sabe si, con el tiempo, los Game Awards podrán convertirse en un remedo invernal para los nostálgicos del E3. Por el momento, goza de una atención creciente por parte de medios y aficionados.