Enfermos de nostalgia
Mucho estaba tardando Sony en anunciar una Playstation Classic. Se le adelantó Nintendo, que desde que se negara a usar el CD-Rom en su nueva consola y deshaciéndose del proyecto, dando así vida a su principal competidor, no quiere quedarse a la zaga en innovación de hardware. A menudo, cuando pensamos en los movimientos estratégicos de las grandes compañías de videojuegos, nos olvidamos de este importante componente: el hardware va más lejos que la propia consola y sus mandos. Ahí están, como ejemplo, los fallidos intentos de Microsoft por darle cabida al Kinect, o la arriesgada propuesta de Nintendo con Nintendo Labo. El lanzamiento de NES Classic Mini y su sucesora fue todo un acierto (si bien podríamos discutir la política de abastecimiento a tiendas y la misma producción en fábricas de la consola): rememorar el pasado pero dejando de lado los emuladores online y el soporte digital. ¿Por qué? Pues porque los que nos criamos con esas consolas añoramos el formato físico.
Me pasa con muchos amigos. Comprar juegos digitales parece un acto de fe: “Si Internet desaparece y la nube se cae, ¿qué pasará con mis juegos?”. Lo primero es que veo difícil que Internet desaparezca. Posiblemente cuando lo haga, lo haremos también nosotros. Por otro lado, el formato físico tampoco dura para siempre. Pero los millenials y anteriores aún sufrimos el apego por lo físico. Por eso fue una gran idea lanzar la NES en formato pequeño, casi de juguete, con la sencillez de enchufar tan solo dos cables y disfrutar en alta definición de juegos clásicos. Juegos que marcaron infancias; un selecto catálogo de treinta títulos y la escasez de unidades provocaron unas navidades de infarto en que Nintendo contribuyó más al mercado de segunda mano y la economía sumergida que cualquier otra empresa del sector.
Decía, y este es el motivo del presente texto, que mucho estaba tardando Sony. Por fin, hace un par de semanas, se anunciaba Playstation Classic, una revisión de la primera consola de la compañía con veinte de sus juegos clásicos. A un precio de cien euros (99’99), asequible aunque superior al ofrecido por Nintendo con un catálogo mayor (no nos pasa desapercibido el dato). La relevancia cultural dentro y fuera del mundo del videojuego de la mítica NES, solo puede verse encarada por la relevancia de la primera Playstation. Con ella, el salto de generación se hizo más evidente; con ella llegaron algunos de los clásicos que se mencionan siempre, sin excepción, en todos los tops de grandes videojuegos de la historia. Entre las paredes grises de esa caja se dieron cita algunos eventos irrepetibles, como los nacimientos de las sagas Resident Evil, Silent Hill; el salto de Final Fantasy al 3D con su capítulo más memorable; algunos de los rara avis más queridos por la comunidad, como Parasite Eve o Alundra, etc…
Por mi parte, fue mi primera consola propia. La primera que no compartía con primos, con amigos y compañeros de clase. Una consola entera para mí cuyos primeros juegos fueron Spyro the Dragon y Metal Gear Solid. Recuerdo que a los títulos de terror jugaba mi madre y yo miraba; que los de plataformas no me entusiasmaban, aunque Spyro era diferente porque tenía más de aventuras. Me encantaban Medievil,Crash Bandicoot, Tenchu y, cuando fui un poco mayor, Resident Evil, Silent Hill, Fear Effect, Final Fantasy VIII…¿Cómo no me va a temblar la cartera ahora que se anuncia que una porción de ese pasado donde, por qué no decirlo, todo era más sencillo, puede volver a mis estanterías? Las compañías están jugando con nosotros, dirán algunos, pero amigos, es que siempre lo hicieron. Las compañías buscan un solo objetivo: ganar dinero. Todo lo demás, viene de regalo. Ya va siendo hora de que aceptemos que cuando una compañía invierte en algo, trata de ir sobre seguro. El anuncio de una Playstation Classic, que se lanzará además en pocos meses (3 de Diciembre es su fecha oficial de puesta a la venta), puede venir motivado (casi seguro) por el lanzamiento de NES Classic Mini; quién lo haga mejor o peor, será harina de otro costal, pero no veo necesariamente dañina la nostalgia.
Para cerrar esta opinión, diré que me gusta la nostalgia. La he aceptado. Me gusta que la exploten, hasta que me canse de ella. No creo que ninguna compañía esté desatendiendo sus avances tecnológicos y lanzamientos por sacar consolas retro (que en realidad son emuladores disfrazados), ni creo que lo haga nunca. Echo de menos aquellas épocas y, aunque mi Playstation original aún funciona, está trabajada, los discos rayados y los cables perdidos. Me gusta que me lo pongan fácil y me vendan una caja con la consola, una veintena de juegos instalados y un par de mandos para poder jugar con mis amigos de mi misma edad, igual de aquejados de nostalgia que yo. Igual de crecidos y curtidos que esa consola. Me gusta que sigan sacando películas de Star Wars y me como a pares los ciclos de cine retro que ponen en las filmotecas.
Estoy a un par de pasos de la treintena y me empieza a jugar malas pasadas la nostalgia, es cierto. ¿Qué le puedo hacer? Las compañías lo saben y me ofrecen productos para que calme mi ansia, en lo que ahorro para una hipotética aunque segura Playstation 5 y sigo alucinando con las novedades que Nintendo Switch me puede ofrecer.
Soy, en todos los sentidos, un millenial.
Y Nintendo y Sony lo saben, y lo explotan.
Solo le voy a pedir una cosa a esa Playstation: no reemplazarás a la que tuve, ninguna lo hará, pero tienes la responsabilidad de estar a la altura de las horas que me proporcionó. Los dos hemos crecido, Sony, ya no somos unos niños, pero aunque a ti te mueva el dinero y a mí la nostalgia, ambos compartimos ratos muy especiales. Seamos honestos: juguemos el uno con el otro.