Desollamos la flor del pecado de Ti West

17 junio, 2022Óscar Baamonde

X comienza con un suave y ligero travelling de aproximación. Ante nosotros, varios coches de policía llegan a una humilde casa de campo en lo que parece la escena de un crimen. Nos adentramos en la casa de la mano de uno de los policías cuando, de repente, una voz masculina retumba sobre los cimientos y paredes de la vivienda. No parece nada significativo o singular a simple vista, un predicador llenando la pantalla de la televisión. Si prestamos atención su voz nos quiere guiar o, más bien, nos advierte de algo.

El último trabajo del cineasta estadounidense, Ti West, pule y trabaja cada aspecto y elemento de la cinta con mimo y un exquisito detallismo. Nada, o casi nada, resulta casual en este trabajo a medio camino entre el slasher moderno y el porno propio del cine de explotación de la década de los 70s. Como ya avanzamos en el título, nos disponemos a desollar la flor del pecado en esta terrorífica cinta de Ti West que, ya podemos asegurar, será de lo mejor del género en este año 2022.

Narrativa
El auge de corrientes de pensamiento conservadoras, proveniente de voces religiosas —elemento constante—, influencia profundamente a la sociedad americana. En 1979, en Houston (Texas), jóvenes liberados van a contracorriente en un ecosistema social en contra de la lujuria, el fornicio y, en definitiva, el pecado. Ti West presenta la acción a partir de un grupo de jóvenes sin complejos que desean saborear las mieles del éxito con su nueva película para adultos. El equipo lo integran: un inversionista, dos actores con experiencia, un director que pretende revolucionar el cine para adultos —funciona como alivio cómico— acompañado por su pareja; y finalmente, una joven actriz anhelante de una vida de fama y celebridad.

La narrativa toma cuerpo de slasher con pequeñas pinceladas de melodrama y humor, en un american gothic ambientado en la América profunda que absorbe eficazmente los códigos del cine exploitation de los 70; además, se apoya en el recurso metafílmico como instrumento narrativo que sirva de corpus y motivo a la acción. Ti West enfrenta ante al espejo a la bella juventud que persigue el deseo y exprime el tiempo, y a la inexorable vejez que lo dinamita todo y se concibe como una fase final decadente y putrefacta. Dualidad representada en la conexión entre los personajes de Maxine y la anciana Pearl —ambos interpretados por Mia Goth— que funcionan como elemento de seducción narrativa; así como fuente por la que la vía dramática y terrorífica se abre paso.

La cinta se estructura en tres actos claramente definidos. Desde el punto de partida en Houston (Texas), Maxine inicia una huida hacia adelante. Resulta interesante cómo se utilizan mecanismos tanto estilísticos como narrativos; al inicio del primer acto se nos presenta, a modo de aperitivo, una escena en la carretera con una vaca abierta en canal. Se establece una confrontación de conflictos y a ambos lados de la carretera se sitúan dos realidades que están a punto de chocar en lo que parece que estará asegurado el gore y litros de sangre.

El predicador en la radio, en la TV de una gasolinera o una casa de campo; el dolor y la represión motivo de este viaje está presenta a cada rato. Ti West no pretende solapar el terror a través del contexto y el motivo, no pretende engrasar la acción; el terror campa a sus anchas y fluye con eficacia, y tan sólo cuando se establece la conexión entre la joven Maxime y la anciana Pearl es cuando brota el mensaje y llenan la pantalla esas imágenes tan metafóricas como sugerentes. De hecho, Ti West no se anda con rodeos cuando debe abordar cierta problemática, mientras el horror se abre camino, se desliza de manera sutil y progresiva la problemática central así como el conflicto interno entre las dos protagonistas; un conflicto que acaba por resultar en una avalancha de imágenes no tan sutiles y que escupen a la cara un cóctel de furia, dolor, rencor y tristeza a partes iguales. Dos mujeres ante el espejo, quizás la misma mujer pero desde una mirada antitética, juventud y decrepitud. Un mismo camino, pero en diferentes momentos del mismo. Separadas por espacio y tiempo. El cierre narrativo sólo conoce una manera, todo empezó con ellas, todo debe acabar con ellas.

Fotografía y Montaje
Una estética «sucia» con texturas de serie B, que destila esa esencia a cine de explotación setentero; hemoglobina a chorro, mucho sexo, y rica casquería en un festival de imágenes que homenajea a La Matanza de Texas. Imágenes del celuloide en el advenimiento del VHS, colores cálidos y mucho grano contrastan con escenas grises, oscuras y, muchas veces, anticlimáticas.

El empleo de planos largos o generales es constante, brindando una perspectiva amplia de los espacios, así como una abertura a la parte dramática. El filme genera una deliciosa mezcla visual y sonora, representado perfectamente con escenas como el plano cenital en el lago —con aparición de caimán incluido—. Son también habituales los planos conjuntos, pero sobre todo una amplia variedad de recursos y riqueza en cuanto a planos y técnicas: travelling de aproximación o para alejarse, planos contrapicados o bien picados, cámara en mano, planos detalle, etc.

Otro de los valores positivos de este largometraje es el montaje. Ti West hace uso de un recurso estilístico que repite en varias ocasiones a lo largo de la cinta con el fin de dotar a la acción de dinamismo, agilidad, tensión o dramatismo. Como decimos, hay un ejemplo de una secuencia en la que, hasta en tres ocasiones, se intercalan varios planos en una especie de loop para crear suspense, chispa y movimiento a modo de gesto técnico. Un gesto que, en cuanto al clima de la obra, acaba resultando muy acertado, encajando en tono y forma. También se establece una relación secuencial a modo de contraposición, rompiendo con el tono de la escena. Transiciones disruptivas alimentan también el suspense y oscurecen la atmósfera de la obra. Además, se intercalan planos largos con primeros planos o planos detalle, un juego que aporta electricidad a la hora de poner en escena el terror y atrapar la atención del espectador/a.

Puesta en escena
Existe un trabajo meticuloso a la hora de poner en escena el terror en X. Tanto el diseño de producción como la elección de espacios señalan hacia caminos que resultan familiares. Lugares y rincones que forman parte del nuevo trabajo del cineasta americano, pero ya hemos visto en otras cintas como La Matanza de Texas, La última casa a la izquierda o Las colinas tienen ojos. La ambientación sucia, malsana que transmite la cinta es consecuencia del trabajo de diseño materializado en escenarios como la granja texana donde se desarrollan los hechos; una imagen icónica que todos tenemos guardada en la retina de la América más profunda: basta con situar la acción en escenarios oscuros, de colores fríos, claustrofóbicos y unos cuantos personajes malrolleros. Otros rincones familiares que se recorren en esta cinta pueden ser el pantano, la casa de campo, el establo…

Como mencionábamos antes, la puesta en escena brilla gracias a la dimensión simbólica que toman los objetos y cómo son distribuidos en el espacio; en la escena donde se conocen por primera vez la anciana Pearl y Maxine, toman fuerza ciertos objetos como el espejo, los cuadros en la pared o el cuerpo, si lo entendemos como un objeto al que se acude narrativamente. La fuerza narrativa que tienen todos estos objetos, la potencia visual a la hora de ponerlos en escena y cómo son distribuidos a lo largo del espacio hablan por sí solos.

Todo esto necesita ser complementado con un casting muy sólido, con la destacada actuación de Mia Goth en una doble vertiente (Pearl y Maxine) y la nueva scream queer Jenna Ortega que también es una grata sorpresa. Es necesario también mencionar el trabajo de maquillaje de los personajes ancianos, absolutamente clave a la hora de trasladar el body horror, así como el peso terrorífico y dramático en la obra.

Sonido
X cuenta con una banda sonora compuesta por Tyler Bates, conocido por sus trabajos en Guardianes de las Galaxias, John Wick, Watchmen, Deadpool 2, etc.; y la cantante Chelsea Wolfe, con sonidos que van desde el heavy metal, pasando por el gothic rock o el género folk. Una B.S.O minimalista con sonidos que muchas veces parecen casi guturales, creando una atmósfera terrorífica que enlaza a la perfección con el tono de la película. La cinta también tiene una amplia lista de canciones, X cuenta con un amplio abanico de sonidos y ritmos de los 70’s: sonidos del género country como Donna Fargo con Lonely Town o Mungo Jerry con su hit In The Summertime; sonidos del rock como Pablo Cruise con Love will find a way, Fleetwood Mac con Landslide o Roy Hall con Okee Doaks; también destacar los sonidos funky como Rasputin Stash con The Devil Made me Do It. Debemos mencionar también el trabajo formal a cargo de canciones con unas letras que funcionan como un acompañamiento fantástico a lo visual. Letras que hablan de sexo o amor, el olvido, el paso del tiempo, Love will find a way o To Sweet to be forgotten, entre muchas otras.

Además de la lista que comentamos, en la B.S.O. de la película, junto a T. Bates, Chelsea Wolfe también ha compuesto para el estudio A24 —It Follows, The Witch, Midsommar o Hereditary— una versión de Oui Oui Marie de Arthur Field. Canción que representa y resume perfectamente el tono de la obra en su totalidad, sonido rock con matices del country, con esos ecos, un sonido oscuro, intrigante e hipnótico.

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