‘Death’s Door’: el peso de lo inevitable

28 enero, 2022Pedro de la Rosa Gil

Muchos juegos han tratado la muerte; tantos, que sería imposible llevar la cuenta de todos. Se le han dado muchos enfoques: Lost Odyssey nos hablaba de la muerte desde la inmortalidad; la saga Souls le daba un valor —hasta cierto punto educativo— desde la inevitabilidad; Grim Fandango nos intentaba ayudar a perder ese miedo a lo desconocido entendiendo la muerte como el principio de otro camino; y así podríamos seguir y seguir. Siempre hay hueco para ver la muerte como otra cosa, como algo más. Y aunque, quizás, Death’s Door no nos traiga un mensaje innovador, único o, usando la terminología inglesa, heartbreaking, sí que consigue narrar un viaje acerca del valor de la muerte que conecta y que consigue hacernos pensar un poco sobre ella.

La historia de Death’s Door circula alrededor de individuos que intentan evitar la muerte. Nosotros, como segadores de almas, debemos viajar al mundo al otro lado de la puerta para recoger las almas de aquellos a los que les ha llegado su hora. Los cuervos, la especie encargada de esta labor, somos inmortales en nuestro mundo, pero mientras estamos al otro lado de la puerta el tiempo pasa por nosotros como por cualquier otra criatura. ¿Por qué es importante hacer esta aclaración? Porque a partir de aquí surge la búsqueda de la inmortalidad.

Nuestro primer contacto es con otro cuervo. Uno mucho más mayor que nosotros, el cual lleva en la tierra al otro lado de la puerta demasiado tiempo buscando a su presa. Esta ha cruzado una puerta que es imposible abrir, pero necesita cazarlo para poder volver a la tierra de los cuervos, donde es inmortal. Para ello nos roba el alma de nuestro contrato y nos obliga a ayudarlo, ya que sin el alma de nuestro contrato tampoco podemos volver a nuestro hogar. Para abrir esa puerta, la conocida como Death’s Door, son necesarias tres almas, pertenecientes a tres seres de gran poder que pueblan este mundo. Y cada una de estas criaturas ha buscado la inmortalidad de una forma diferente.

La primera es la Bruja de las Urnas, que ha encontrado un modo de que las urnas se reconstruyan tras ser destruidas. En sus tierras encontramos a un personaje fruto de los experimentos de ella, Caravasija, el cual ha visto su cabeza transformada en una vasija —su nombre es bastante definitorio—. Parece ser que, al haberle cambiado una parte de su cuerpo por una urna —en este caso es una olla más bien— la Bruja de las Urnas ha conseguido darle la inmortalidad, al igual que hacía con sus urnas. ¿Pero a qué precio? Al de vivir siendo por toda la eternidad una olla llena de caldo. Suena bastante satírico —y un poquito denigrante, para qué engañarnos—, pero la idea de que la inmortalidad no vale a cualquier precio está ahí, ya que el pobre Caravasija lo único que quiere es recuperar su antigua cara.

El segundo es el Rey Rana, el cual se ha dedicado a amasar poder para poder vivir eternamente. Con este propósito, la rana deja su tierra original para asentarse en la Fortaleza Anegada, desde la que domina los bosques y a todos sus habitantes. Para conseguir su poder, y su inmortalidad, este se dedica a consumir las almas de los que deben morir, consiguiendo su vida a partir de la muerte de otros. Ya con la Bruja de las Urnas nos enteramos que nuestro empleador, el Señor de las Puertas, también trabaja con ella para evitar la muerte. Aquí se nos deja entrever que aquellas almas que los segadores recogemos van a parar a otras criaturas que las utilizan para prolongar su vida y conseguir poder, entre ellas el Rey Rana.

La tercera es Betty, y ella no busca la inmortalidad, sino que se la dan, ya que ella es utilizada para matar a los cuervos que llevan demasiado tiempo sirviendo como segadores. En la zona en la que buscamos esta tercera alma descubrimos dos cosas mucho más importantes que la propia Betty. La primera, es un campamento en el que viven unos cuervos que han decidido rebelarse contra el Señor de las Puertas, los cuales prefieren vivir y morir teniendo una vida libre que vivir eternamente anclados a un trabajo de servidumbre. Y la segunda, es que visitamos el mausoleo en el que descansan los restos de los anteriores señores de las puertas. En este edificio, hablando con los fantasmas de los señores pasados, descubrimos que todos han hecho tratos con la muerte para intentar encontrar un equilibrio en el mundo. No solo eso, sino que eran constructos, los cuales no se sabía muy bien cómo se originaron, y que, como tales, conocían el día de su propia muerte y la frugalidad de sus vidas: tenían que trabajar por encontrar ese equilibrio a cualquier coste. Pero el actual Señor de las Puertas era diferente.

Una vez conseguimos abrir la Death’s Door —la puerta de La Muerte— descubrimos que el Señor de las Puertas la ha encerrado ahí por toda la eternidad para evitar así su propia muerte, aunque esto cause una ruptura total y absoluta del equilibrio del mundo. Al otro lado de la puerta no hay nada más que la muerte. No hay un más allá, no hay otro camino u otro mundo. Solo el olvido y la soledad. El aether en el que las almas dejan de existir. Algo que rompe por completo al cuervo mayor que nos habíamos encontrado al principio, obsesionado con encontrar el camino de vuelta a la inmortalidad. —Nota a parte, para saber por qué este cuervo es encomendado con buscar un alma que no existe tendréis que desbloquear el final verdadero, algo que no spoilearé—.

Por supuesto, todo lo que habíamos visto anteriormente eran todas las formas que el Señor de las Puertas había estado investigando para evitar la muerte, sin importar cual fuera el precio para el mundo que lo rodeaba. Pero incluso él entendía que el ciclo debía cumplirse, ya que hasta los cuervos, sus compañeros inmortales, eran lanzados a su muerte.

Death’s Door nos muestra una forma bonita de entender la muerte como algo que, aunque esté destinado a ocurrir, le da un propósito a las acciones que realizamos. Como habíamos dicho al principio, no es un mensaje innovador que no se haya tratado nunca, pero tampoco está mal narrado ni guiado. Una buena banda sonora, una jugabilidad con sus más y sus menos —lo de que te tengas que quedar inmovil para hacer ataques a distancia es algo que me repatea mucho, personalmente— pero muy accesible y entretenida que recuerda a la de los Legend of Zelda. También cuenta con un apartado artístico muy sobresaliente, y todo ello convierten a Death’s Door en un juego muy recomendable para echar el rato. Especialmente ahora que lo tenéis en el Game Pass.

Comentarios (1)

  • McAllus

    28 enero, 2022 at 1:48 pm

    Que buen análisis del juego y su menaje. Me lo compré en las rebajas navideñas de Epic y me encantó.

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