Evolución a los mandos
La iconografía es algo que ha evolucionado en paralelo a la propia humanidad. La búsqueda del deseo de formar parte de un grupo nos ha llevado a crear formas de diferenciarnos de aquellos externos a nuestra pequeña sociedad: desde eslóganes, como las contraseñas necesarias para poder entrar a esos sitios exclusivos, hasta iconos, marcas visuales que llevamos con nosotros y que hacen saber a los que nos rodean que estamos o que formamos parte de una agrupación específica. En una sociedad de consumo, en la que las empresas buscan las mayores ganancias posibles, conseguir que tu simbología se vuelva parte de una cultura se traduce en más ventas, un éxito rotundo, y es por ello que existe un deseo de crear una marca. La industria del videojuego no es diferente.
¿Sega o Nintendo? ¿Play o Xbox? Estas son preguntas que no nos son ajenas. En nuestra vida las hemos escuchado cientos de veces. Son cuestiones que, llegados a determinado punto, crean subgrupos diferentes dentro de los consumidores de videojuegos. Hay gente que es más de Sony, otros de Microsoft. Y es que aunque juguemos a ambas consolas, siempre nos vamos a sentir más identificados con una de estas compañías. El logotipo, sus juegos exclusivos, su forma, todo ello pasa a formar una parte de nuestro ideario, algo con lo que simpatizamos tras muchos años de aventuras juntos. Pero todo evoluciona, todo cambia, y es difícil ver que aquello con lo que antes te sentías identificado es reemplazado por algo nuevo y distinto. La situación, dependiendo del nivel de conexión que tuvieras con dicho icono, puede ser hasta violenta (no en un sentido literal del término).
Nuestro viaje con PlayStation tiene ya más de treinta años, periodo de tiempo en el que hemos visto nacer y morir sagas, cambiar a algunas a mejor y otras a peor, o incluso disfrutar aventuras individuales que te hacen preguntarte por qué no continuaron. En todos esos cambios siempre encontramos una cosa que, aunque diferente generación tras generación, siempre guardó cierto parecido con sus antecesores: DualShock.
Recientemente Sony ha anunciado el mando para la próxima generación, DualSense, una nueva marca, un nuevo nombre. Podría ponerme a hablar de las nuevas funciones que tiene esta nueva herramienta y sus posibles efectos a la hora de crear nuevas experiencias en cuestión de jugabilidad, como en su día experimentamos con el DualShock 3 jugando a Lair o con DualShock 4 jugando a Until Dawn. Pero lo que de verdad afecta es el cambio de forma, un cambio que genera cierto rechazo porque era una de las marcas de Play, tan importante quizás como su logo. El cambio de forma de la consola es algo secundario comparado con el mando, aquello que has estado sosteniendo a lo largo de toda una vida y que te conoces de memoria. ¿Pero de verdad hay que darle tanta importancia?
Hemos visto a otras empresas cambiar. Nintendo ha hecho míticas, y propias, la forma de infinidad de mandos, los cuales incluso en el desuso siguen siendo parte de la leyenda de esta empresa. Hemos vivido desde los mandos míticos de NES y SNES, que algunas generaciones (como la de un servidor) no llegamos a vivir pero que conocemos e identificamos, hasta los más actuales como GameCube o Wii. Nintendo, generación tras generación, se reinventa para encontrar nuevas formas de sacar el máximo provecho a una nueva consola, pero nunca se pierde lo antiguo. En algunos casos, estos mandos marcaron a la propia industria, así que ¿por qué cambiarlos? Aunque, quizás, la pregunta que deberíamos hacernos es ¿por qué con Sony iba a ser diferente?
DualShock va a estar siempre ahí, como uno de los protagonistas, entre muchos otros, de la extensa leyenda que ha ido creando PlayStation. Esto no es ni mucho menos una despedida, ni tampoco un olvido de los orígenes. Crearemos nuevos recuerdos, ni mejores ni peores, simplemente diferentes a los que ya vivimos con nuestros antiguos mandos. Por mucho que cambie el nombre o la forma, seguirá cumpliendo su función, nos permitirá experimentar nuevas aventuras, y llegará el momento en el que este se vuelva una nueva marca, un nuevo icono, una nueva parte de nuestra simbología. Al final ¿qué importa un nombre, si lo más importante de una consola es la experiencia?
A mí, desde un punto de vista total y absolutamente parcial, me gusta el nuevo mando y que Sony apueste por este cambio, porque solo muestra el deseo de modernización, de arriesgarse con nuevas formas. Y lo único que espero es que ese deseo de probar e innovar sea trasladado a los juegos que podremos disfrutar en ella. Hay veces que estas innovaciones en juegos no terminan de cuajar, como el anteriormente mencionado Lair, que prometía bastante y terminó decepcionando a muchos. Este nuevo mando es una apuesta, un monolito (aunque en este caso no negro) que marca el deseo de progreso y cambio que pretende traer, espero, una nueva generación de juegos que nos sigan impresionando a nosotros, jugadores.