‘Transcrepuscular’, el cómic: vicio interplanetario y caracoles
La ciencia ficción en España es rica, tanto en tradición como en su presente. Gracias a labores editoriales como Gigamesh, Nova, Aristas Martínez y un etcétera cada vez más largo y fecundo; pero sobre todo gracias a autores que no se rinden. Emilio Bueso ya es un veterano en esto del género en nuestro país, con una trayectoria que engloba el terror y el weird. Los ojos bizcos del sol, su trilogía que mezcla espada y brujería con biopunk, ciencia ficción hardcore, realismo sucio y demás jerigonzas que quieran subirse al carro, supuso la avanzadilla para una nueva colección de novelas españolas con edición de lujo, idea de Alejo Cuervo. Un éxito de ventas dentro del nicho del fándom que presenta ahora su adaptación al cómic, también editado por Gigamesh, y firmado por Jordi Pastor.
¿Cómo ha resultado el experimento?
Pues como todo en esta vida: con luces y sombras.
La lectura de Transcrepuscular versión cómic puede funcionar, esto es lo primero que debo decir, sin haber leído la primera de las novelas. Como toda buena adaptación, el respeto a la obra original pasa por una buena condensación de su narración, una gran elección en los diálogos sacados de la obra original y la inclusión de algunos textos nuevos para agilizar la narración, firmados estos por el propio Bueso. Pero el cambio de formato implica sacrificar unas cosas, mantener otras y tomar duras decisiones. En una obra tan curiosa como Transcrepuscular, que cuenta la búsqueda por parte de un variopinto grupo de personajes de una reliquia robada a través de un mundo conquistado tiempo atrás y colonizado por caracoles y simbiontes que conviven con los humanos—y los mejoran, invaden y controlan mentalmente— el imaginario que establece el autor es muy importante. En la novela—que disfruté mucho— el autor se prodiga en descripciones de entornos y eventos que resultan grotescamente bellos. Lo que Bueso evoca en centenares de páginas, Jordi Pastor lo tiene que plasmar en imágenes, un cometido difícil. El autor del cómic ofrece su visión de cómo imagina el mundo creado por la novela, los personajes, los curiosos simbiontes y demás folclore que puebla las páginas de la trilogía.
Lo que nos encontramos en el cómic Transcrepuscular es una explosión de color, un cómic de escuela muy europea que recuerda a Moebius y Jodorowsky en su estilo desenfadado y cromáticamente ecléctico. Sobre el papel, cualquier lo compraría, aunque el resultado es bastante más irregular de lo que me gustaría. Por un lado, porque el dibujo de Pastor no termina de gustarme. Resulta refrescante que el autor decida aportar su visión de la novela, y en las páginas del cómic queda claro que ha tenido tanta libertad como ha querido, pero esto puede o no gustar a los lectores. Hay personajes verdaderamente trabajados—la Regidora, el Astrónomo, el Trapo—, pero otros descuidados, muy poco detallados y simplones—decepcionante el dibujo del Hombre Habitado, descripción que en la novela resulta verdaderamente sobrecogedora, mientras que en el cómic cae en una escena insulsa, falta de la repugnancia y la elegancia que destila el personaje—. Tan personal es este Transcrepuscular, que lo más justo es acercarse a su lectura desligándola de la novela, por mucho que resulte difícil hacer eso con una obra que adapta otra. Como adaptación de la primera, no puedo asegurar que me haya gustado. Sus escenarios, tan bien descritos en la prosa de Bueso, son bastante pobres, se despachan con fondos coloridos sin presencia, sin detalle, a veces acabando el asunto con un muro monocromático donde debiera verse un paisaje a la altura de La casta de los Metabarones o Descender; sus personajes, desiguales. Sus textos ciertamente buenos, pero la mayoría están extraídos de la novela, y la composición de sus páginas parece descuidada.
Como obra independiente, Transcrepuscular tiene ritmo y es imaginativo. Claro que no tiene nada original más allá de la interpretación de la novela, pero al menos se le ve la intención de desligarse de ciertas corrientes canónicas del cómic. No abraza la ciencia ficción clásica en el medio—tal y como señala, muy acertadamente, Daniel Ausente en el prólogo— y decide establecer un tono propio. ¿Dónde falla? Pues esto es muy subjetivo, pues estoy seguro de que a muchos lectores les encantará. Y tampoco puedo decir que yo no lo haya disfrutado, pero el dibujo no me ha gustado casi nada, la composición de las viñetas, la elección de los colores, el diseño de los personajes, la casi total ausencia de los escenarios… Creo que le pedía mucho a este cómic por haberme gustado tanto la novela, y para los lectores que vayan con estos ánimos, quizás decepcione. Para los que disfruten de la obra de Jordi Pastor y de la ciencia ficción en el cómic, no dudo que pueda encandilarles. Esa es, sin duda, la mayor virtud que se le puede achacar: la de establecer un tono propio, un dibujo personal, no intentar encandilar al lector recreando las imágenes que pueda haberse hecho en su cabeza. Es una obra que se independiza de la novela en que se basa, sin olvidar que es una adaptación—y respetando al máximo la narración de esta—. Pero lo mismo que la hace fuerte, pone de relieve sus flaquezas. Para el lector de las novelas resultará confuso perder tanto por el camino.
Lo mejor de Transcrepuscular es su bonita edición. Portada de Enrique Corominas, tapa dura, a todo color y con una galería de ilustraciones alternativas de reputados colaboradores. Además, encaja perfectamente con la reciente colección de cómic de la editorial que inaugurara The Private Eye y que sigue ahora con Space Riders. Es una buena opción para adentrarse en una de las mejores novelas de género que se han dado en España en los últimos tiempos, pero como adaptación quizás se queda un poco corta con respecto a su hermana mayor. Es un objeto de curiosidad, es esa película que se ve con ilusión y, aunque se disfrute, no se puede evitar pensar: es mejor el libro.
Comentarios (1)
Lino
23 marzo, 2021 at 8:37 pm
A mi me pasó lo mismo, el mundo orgánico oscuro pero lleno de matices luminosos y contrastes que visualizas al leer la novela, que tampoco es una maravilla, pero si tiene un punto de originalidad tanto en la envoltura de la historia, como en la forma de contarla, no aparece para nada en el cómic, que se queda con lo más superficial y facilón de la historia. Una pena, una oportunidad perdida de recrear algo original con un dibujo más comprometido con la biología, la fusión de seres vivos que se arrastran en busca de la mejor manera de habitar un mundo que sólo permite aprovechar esos lugares en los que no eres abrasado por el calor o el frío. En mi oponión el dibujo de Jordi Pastor no está a la altura de esta historia.