Tetris Effect: La duodécima sinfonía de Mizuguchi
En las páginas del interesantísimo cómic Tetris, el juego del que todos hablan, Box Brown narra a través de sus viñetas cómo la versión para Gameboy de Tetris conquistó los hogares estadounidenses, hasta el punto de que se comenzara a hablar de «Efecto Tetris» para referirse a cierto tipo de alucinaciones visuales ocasionadas tras largas sesiones de juego. La manera en la que el cerebro humano continuaba haciendo desaparecer filas de piezas invisibles una vez apagada la consola dice mucho del que de forma unánime se considera el videojuego más célebre de todos los tiempos. A lo largo de su historia, la obra de Alekséi Pázhitnov se ha convertido en algo más que un producto de entretenimiento, con continuas revisiones e interpretaciones de mayor y menor fortuna, cuyo nexo de unión es una mecánica que solo se puede catalogar de revolucionaria.
Adoptando este término para titular su obra, Tetsuya Mizuguchi se ha atrevido a reinterpretar el puzle de Pázhitnov llevándoselo a su terreno, el de experiencia sonora y sensorial. Solo alguien con el talento y las tablas del diseñador japonés podía convertir un clásico como Tetris en algo totalmente nuevo, manteniendo intacto el espíritu del original y expandiendo sus posibilidades a través de la vista, el sonido y el tacto. Tetris Effect se apoya en un sensacional apartado artístico, que bebe de otras obras fundamentales en la carrera de Mizuguchi, como Rez o Lumines: el tradicional tablero en el que se mueve las piezas se presenta rodeado de todo tipo de paisajes y efectos visuales, de corte psicodélico/New Age. Playas, escenas planetarias y viajes a través de la naturaleza se presentan ante el jugador de forma onírica, casi lisérgica, sin caer, eso sí, en el estilo propio de un artista de paseo marítimo. Este apabullante despliegue visual viene reforzado (y viceversa) por una espléndida banda sonora que agarra la mano del jugador y le invita a fluir con el juego a medida que mueve los tetrominos por la pantalla: el espectáculo audiovisual determina la velocidad y el ritmo en el que caen las piezas, otorgando al jugador la sensación de ser un actor parte del show en lugar de un mero espectador. A esto ayuda el sensacional trabajo llevado a cabo por la gente de Resonair con la vibración del DualShock 4: lejos de relegarlo a su habitual función complementaria, el jugador sentirá en sus manos los estímulos oportunos en armonía con el despliegue audiovisual propio de la partida.
Tetris Effect cuenta con dos modos principales: Viaje, una suerte de «modo Historia» con el que Mizuguchi lleva al jugador a través de su propia visión del puzle de Alekséi Pázhitnov, que se despoja de su mecánica tradicional de velocidad creciente para, en su lugar, detenerse en instantes meramente contemplativos en contraste con otros de acción más frenética. Todo esto orquestado, como comenté anteriormente, por los estímulos visuales y sonoros que de forma tan variada componen los niveles del modo Viaje. Mención especial a una mecánica inserta en este modo diseñada para la ocasión: la Zona. Con ella, Mizuguchi ofrece la posibilidad de frenar el tiempo y limpiar el tablero de tetrominos en un claro guiño al jugador menos experimentado. Por el contrario, todos aquellos que busquen en Tetris Effect una experiencia con mayor nivel de reto deberán acudir el modo Effect, en el que se presenta un amplio abanico de opciones de partida de corte más «tradicional», como el clásico contrarreloj o el modo de juego infinito, a otros más novedosos en los que poder disfrutar niveles de forma temática o superar una serie de retos determinados con los que desbloquear logros.
Como no podía ser de otra manera, Tetris Effect es compatible con la tecnología VR de PlayStation 4. A través de las gafas de realidad virtual de Sony, la experiencia de jugar a Tetris cobra una nueva dimensión gracias al despliegue sonoro y visual, acentuado en esta ocasión por el evidente salto inmersivo que ofrece la realidad virtual.
Cabe decir que Tetris Effect no es un juego para todo el mundo: su apabullante apartado audiovisual puede llegar a resultar mareante a jugadores de estómago delicado, incluso si no se hace uso de la tecnología VR. Además, el tablero de juego se presenta diminuto en el centro de la pantalla para dotar de mayor protagonismo a los escenarios. Aunque esto se puede modificar en el menú de opciones, aumentar el tamaño de la zona de juego acaba restando espectacularidad al conjunto… es decisión del jugador, por lo tanto, decidir qué prefiere sacrificar.
En cualquier caso, Tetris Effect se presenta como una de las versiones más interesantes y vanguardistas de la obra de Pázhitnov, un absoluto derroche sensorial que invita al jugador a fluir por los circuitos de PS4 al ritmo de la música y las imágenes. Un título que demuestra la maestría de Mizuguchi a la hora de seguir experimentando con el ritmo y los estímulos visuales a lo largo de su carrera, una personalidad única en la industria del videojuego que es capaz de aportar un nuevo giro de tuerca a un clásico como Tetris. El título sirve también de homenaje a un puzle de carácter inmortal, que se mantiene inalterable al paso del tiempo y la tecnología punta, y se erige como una obra decididamente inmortal.
Tetris, el juego del que todos hablan reflexiona en sus últimas páginas acerca del legado artístico de un juego como Tetris en la historia de la humanidad, y su inclusión en la exposición permanente del MoMA de Nueva York. Aquellas personas alejadas del mundo del videojuego podrán enarcar una ceja ante tales afirmaciones… unas partidas a Tetris Effect deberían bastar para cerrar cualquier discusión en torno a si el videojuego puede ser o no ser arte.
Comentarios (1)
Daniel
22 noviembre, 2018 at 5:29 pm
Siempre tengo curiosidad por esos juegos que saben darle una vuelta de tuerca a una mecánica tan sencilla y directa como la de Tetris. A nivel visual se nota que es una gozada, menos mal que no ha caído en lo del ‘estilo propio de un artista de paseo marítimo’ que comentas 😛