‘Sweet Tooth’: de papel y tinta
Recientemente se ha estrenado en Netflix la primera temporada de Sweet Tooth, la adaptación del cómic homónimo de Jeff Lemire. Es algo más que notorio el boom que están viviendo las adaptaciones del cómic a la pequeña y gran pantalla, con mayor o menor éxito. Sin ir más lejos, y también en Netflix, hemos vivido el ascenso y la cancelación de Jupiter’s Legacy durante el mismo mes. Así que vamos a comenzar nuestra aventura en sus orígenes, cuando tan solo era un puñado de páginas de papel con tinta por todas partes, para que más adelante podamos comentar la serie en su plenitud.
¿Cuántas historias postapocalípticas eres capaz de recordar mientras lees esta pregunta? La respuesta es muchas, montones de ellas. Hay algo que nos atrae a esos futuros en los que todo, tal y como lo conocemos, desaparece. Es como si nos llenara de esperanza y optimismo ver a un puñado de personas que lo han perdido todo resurgir de sus cenizas y crear algo mejor. Es algo romántico, a la vez que irónico, porque resulta que hasta que no haya un Apocalipsis total no se puede crear algo mejor, pero no nos desviemos del tema. Sweet Tooth es otro de estos futuros postapocalípticos, y uno que nos pilla algo más cercano hoy que cuando se publicó el cómic, en 2009.
Una enfermedad llega de la noche a la mañana, y todo comienza a venirse abajo. Todo aquel que la contrae está sentenciado a morir. Los hospitales colapsan, se decreta un toque de queda, y no creo que tenga que comentaros el resto porque os lo podéis imaginar, excepto que termina en un mundo postapocalíptico. Pero lo especial del título no es la enfermedad, sino el resultado de esta: empiezan a nacer bebés híbridos, parte humano parte animal. Y entre ellos Gus, nuestro protagonista con orejas y cuernos de ciervo.
Gus crece con su padre en una reserva natural de Nebraska, escondidos de la sociedad. Su padre es un hombre de fe que enseña al joven cervatillo a leer y escribir con la Biblia. Según él, la enfermedad había sido el castigo de Dios hacia los hombres, y los híbridos eran la nueva raza que debía poblar la tierra y reemplazar a los pecadores. A lo largo del cómic, la carga religiosa aumenta, y la fe, no solo cristiana, se vuelve uno de los pilares sobre los que se sustenta. Cuando el mundo se derrumba, es al final la esperanza, o la idea de que la hay, la que más fuerza tiene en las personas. Así, el discurso religioso triunfa frente a otros, algo que llegamos a experimentar en esta serie —pero en lo que no profundizaremos, para no spoilearos—. Según su padre, fuera del bosque, su hogar, solo había fuego, dolor y pecado, pero los árboles de sus tierras los salvaban de esos horrores.
Sin embargo, la hora del padre llega, y el joven Gus se encuentra con la cruda realidad: efectivamente, fuera del bosque solo hay dolor. Dos cazadores se cuelan en su linde y le intentan dar caza. Como la enfermedad y los híbridos han nacido simultáneamente, se genera una relación entre ellos y la creencia de que los híbridos son los culpables de la enfermedad. Y esto no es difícil de creer, solo tenemos que echar la vista atrás a los comienzos del confinamiento, cuando los insultos y el odio hacia la población asiática comenzó a ascender vertiginosamente, porque era “el virus chino” que tanto nos repitieron determinados individuos. La incertidumbre se termina convirtiendo en miedo, y de este es muy fácil pasar al odio. Este acoso de la población asiática en nuestros días ha llevado al nacimiento de movimientos como el #StopAsianHate y al aumento de crímenes hacia la población del lejano oriente. Pero volvamos a Sweet Tooth, porque Jepperd, un hombre viejo y curtido en el postapocalipsis, salva al joven Gus de los cazadores. Juntos comenzarán un viaje hasta la Reserva, un lugar en el que todos los híbridos habitan sin miedo a ser cazados.
A medida que avanzan por unos Estados Unidos desmantelados y peligrosos, ambos van desarrollando una relación paterno filial. Gus llama a Jepperd “Grandullón” por su tamaño, y Jepperd a Gus “Goloso” —en inglés Sweet Tooth— por el gusto de este por el chocolate. El joven cervatillo va descubriendo el mundo fuera del bosque con Jepperd, más que conocedor de la cruda realidad que vive el mundo: cultos que veneran a los híbridos como los salvadores de la humanidad —de nuevo la carga religiosa—, y muchos horrores que no vamos a enumerar para no arruinar la lectura de esta obra.
Estamos ante una obra pesimista, en la que la esperanza y la fe en que las cosas van a ir bien no cesa, pero estas terminan siempre recibiendo un palo y llevándonos de vuelta a la triste realidad. Como la gran mayoría de obras postapocalípticas que vemos y leemos, se centra en los humanos que pueblan el mundo después, en el egoísmo, racismo y miedo humanos que se ven potenciados por las circunstancias que nos rodean. En los extremismos ascendiendo en momentos de dificultad, en esta obra siendo muchos de ellos religiosos. Es una lectura un tanto desamparadora, algo que quizás, después de todas las vivencias que hemos experimentado en estos últimos años con la pandemia, no sea lo que más necesitábamos ahora, haciendo referencia principalmente al final del cómic. Y así llegamos a la adaptación a la pequeña pantalla, que comentaré en otro texto —porque para que se pueda hacer una comparativa hay que hacer spoilers, y aquí los estamos evitando en medida de lo posible—.
Pero a pesar de todo es una obra mayúscula. Es difícil hacerse al dibujo, sobre todo acostumbrados a los artes brillantes y llenos de acción del cómic. Este es un dibujo muy personal, que Lemire —que comenzó siendo dibujante también— suele utilizar en sus obras más personales e introspectivas, como Essex County o Un tipo duro, y aquí sigue cumpliendo ese propósito. En él vemos grandes influencias de Essex County, su tierra natal y en la que se basa para los escenarios naturales en los que transcurre Sweet Tooth. La historia es, dentro de los muchísimos apocalipsis por enfermedades que hemos vivido, bastante original y con más de una sorpresa. Pero lo que realmente hace de Sweet Tooth un cómic recomendable es la narrativa y la construcción de las relaciones en el grupo. Cada personaje ha vivido el apocalipsis de una manera diferente, haciendo que cambien de una manera u otra, hasta ser las personas que son. Y aunque sea una historia principalmente pesimista, también hay hueco para el cambio y la esperanza. Leve, pero un hueco.
Es curioso como una obra puede cambiar tanto en su adaptación, y aún así mantener parte de su esencia, como ocurre con la serie. Esto es algo magnífico, porque nos permite a todos disfrutar de dos obras similares, pero diferentes. Si habéis visto la serie y queréis adentraros en el cómic, adelante, porque os vais a encontrar una obra muy diferente. Una obra actual, sin miedo ni tapujos a la hora de tratar los temas que quiere comentar, y que te mantendrá enganchado a los largo de los dos volúmenes que son en España, publicados por ECC. Ahora solo tenéis que romper la regla número 1 que el padre de Gus no paraba de repetir: no salgas del linde del bosque, porque ahí fuera solo hay gente mala y fuegos que no se pueden apagar.