Red Dead Redemption 2: Cowboy simulator 2018
Ya han pasado unas semanas desde el lanzamiento de Red Dead Redemption 2 y el gran público ha tenido oportunidad de catarlo como se merece. La prensa especializada fue unánime a la hora de calificar el último trabajo de Rockstar con las notas más altas pero parece que la opinión de los jugadores está dividida: para algunos es una obra maestra y para otros un muermo. Aunque sobre gustos no hay nada escrito resulta algo extraño encontrar opiniones tan dispares. Red Dead Redemption 2 atesora una calidad indiscutible a muchos niveles, pero no es un juego que ofrezca gratificaciones inmediatas ni emociones continuas, es un universo al cual hay que dedicar tiempo, hay que viajar sin prisa y en definitiva hay que comulgar con su propuesta de inmersión a través de pequeñas tareas y trabajos. Al margen de sus mecánicas, Rockstar ha vuelto a firmar una obra que supone un gran homenaje al spaguetti western, con un guión que toca todos los palos del género, diálogos muy bien escritos y personajes carismáticos.
Durante las primeras horas de Red Dead Redemption 2 me encontré ante un despliegue visual asombroso desde el minuto uno, una experiencia cinematográfica cuidada hasta el más mínimo detalle. Sin embargo el control me pareció algo lento y tosco, con menús complejos para los estándares actuales. En las misiones iniciales es habitual liarla parda desenfundando el arma sin querer o arreando un puñetazo cuando no toca, pero en un juego cuya historia principal dura aproximadamente 40 horas (sin extras) hay tiempo suficiente para domar los controles. Se nota que implementar tantos sistemas diferentes ha sido difícil y la solución final algo compleja.
Los problemas que algunos jugadores pueden experimentar con RDR2 tienen más que ver con las expectativas, lo que se le suele pedir a un juego de acción triple A mainstream. Tradicionalmente este tipo de producciones millonarias suelen ser sinónimo de espectáculo puro, set pieces de acción salteadas de momentos épicos y memorables que cristalizan en fantasías de poder pasadas de rosca. Sin embargo en la industria está ocurriendo una revolución silenciosa que comenzó con los desarrolladores indies más humildes y que poco a poco está calando en el medio. Los videojuegos con presupuestos astronómicos no renuncian a la acción ni al asombro técnico, pero están aprendiendo que para ser adultos no precisan ser violentos u oscuros, sino acercarse a temas auténticos, transmitir sentimientos, mostrar realidades humanas o plantear dilemas morales. En ese sentido la opinión del experto en videojuegos indies Rami Ismail sobre RDR2 es muy interesante:
«Cuanto más lo juego, menos juzgo a Red Dead Redemption 2 como un título blockbuster, y más como un juego indie con un presupuesto desorbitado. Aún no lo disfruto, ni siquiera me gusta, pero hay un increíble sentido de autor y coherencia en todo.»
Evidentemente es imposible afirmar que se trate de un juego independiente viniendo de uno de los equipos de desarrollo más veteranos de la industria, con un músculo creativo y una maquinaria de marketing al alcance de muy pocos. Pero es innegable que en cierto modo se trata de un juego de autor alejado de ciertas tendencias mainstream. Para avanzar en RDR2 hay que realizar partidas largas y perderse por el entorno, algo que puede cansar a los más impacientes o a quienes no disfruten de demasiado tiempo para jugar. Se trata de un auténtico Cowboy Simulator 2018 en el cual están disponibles todas las tareas, entretenimientos y vicisitudes del salvaje Oeste que resuena en el imaginario de la cultura popular.
Al hablar de vaqueros, forajidos y justicieros con revólver es inevitable pensar en duelos a medio día y tiroteos multitudinarios. Sin embargo los tiroteos, aunque son importantes, no son el eje central de RDR2 (a menos que el jugador sea un camorrista de gatillo fácil, claro está). El juego busca ante todo crear un universo vivo, orgánico y completo, y lo consigue a través de todos sus elementos. El despliegue visual es impresionante, con paisajes naturales de una belleza arrebatadora y bulliciosas ciudades que realmente transmiten la sensación de pasear por un entorno auténtico. Existe vida en todos los rincones, ya sean animales deambulando por espacios salvajes o personas yendo a realizar sus quehaceres diarios. Las animaciones también son fundamentales a la hora de mantener esta ilusión ya que son el fruto de un gran trabajo artístico y técnico, con movimientos naturales y físicas que se comportan de forma realista en cada situación. La cantidad de tareas opcionales disponibles refuerzan esta idea de segunda vida virtual: cuidar de los caballos para potenciar sus atributos; realizar el mantenimiento de las armas para mejorar su eficiencia; cazar de forma metódica para vender pieles y carnes; pescar en diversos ríos; participar en timbas de póker y otros juegos de mesa; darse un baño; fabricar objetos… Pero no sólo las mecánicas y el aspecto del juego logran esta inmersión, la construcción del mundo también es impresionante. Incluso los NPC que ofrecen las tareas más insignificantes tienen una historia que aporta notas de color a este universo: un neoyorquino adinerado que se desplaza al lejano oeste para realizar inversiones; una mujer que lamenta la muerte de su fiel corcel; una pareja de amantes colocados con opio que protagonizan el romance más patético de la historia; los periódicos actualizados con las últimas noticias de la zona… Es increíble la cantidad de relatos que el jugador -probablemente- no descubrirá nunca. Hasta las tareas de coleccionar objetos, una mecánica clásica en cualquier juego de mundo abierto, se introducen con gracia a través de historias personales curiosas o divertidas, como el fantoche que se hace pasar por un pescador legendario y paga bien por cada pieza o la paleontóloga que busca huesos de dinosaurio y está dispuesta a demostrar su valía ante los estirados académicos de la universidad.
El nuevo protagonista de esta aventura, Arthur Morgan, es un personaje lo suficientemente plano para que el jugador pueda proyectarse en él a través de ciertas decisiones morales, pero eso no le despoja de su carácter. Se trata de un matón astuto que sólo ha conocido la delincuencia, algo que no le llena de orgullo pero que tampoco le atormenta. En manos del jugador está que se comporte con cierto código moral tratando de evitar la muerte de civiles (lo más lógico y acorde con el espíritu de la banda) o ser un criminal despiadado (algo que crea cierta disonancia narrativa con la historia principal). El campamento es un punto de reunión clave para comenzar misiones y conocer a los demás forajidos. Aunque se pueden realizar donativos y trabajos para mejorar la calidad de vida de tus compañeros de fatigas, el campamento es ante todo un lugar para la vida contemplativa, un agradable paréntesis entre robos y tiroteos. Hay tiempo para escuchar anécdotas de todo tipo, comer estofado, beber cerveza, festejar, bailar y cantar con los amigos al calor de la hoguera.
A pesar de la coherencia del enorme mundo abierto de RDR2, existe cierta dicotomía entre las misiones que vertebran el guión del juego y sus actividades secundarias. Como bien señala el diseñador Mark Brown en un extenso artículo de su Patreon, RDR2 está anclado en el diseño de juego de hace una década. En todos los años transcurridos desde el primer RDR los juegos con mundos abiertos han innovado con mecánicas más dinámicas y adaptativas mientras que en RDR2 las misiones están ceñidas a un estricto guión, hasta tal punto que una misión puede fracasar automáticamente por desviarse unos metros del camino marcado y los combates se acaban convirtiendo en galerías de tiro muy rígidas. Aunque este diseño de misiones choca con la creatividad de su mundo abierto, esto no impide que el juego sea igualmente disfrutable. Al fin y al cabo se trata del peaje a pagar por tener unas cinemáticas elaboradas e inmersivas.
No puedo otorgar una calificación final para RDR2, ya que se trata de una experiencia muy personal cuya percepción puede variar incluso según el momento vital en el cual se empiece. Se trata de un juego de autor, firme en todos sus planteamientos, valiente a la hora de afrontar la simulación más lenta y sosegada y mordaz en su revisión histórica y crítica a los principios de la sociedad americana y del capitalismo (algo un poco irónico tras la polémica de sus costes de producción). Al principio me fascinó por sus detalles, luego me abrumó su cantidad de contenido y en algún punto de los primeros episodios todos los engranajes encajaron perfectamente, atrapándome sin remedio. Quizá fue el momento en el que acabé tarareando junto a todos esos granujas la canción del Ring Dang Do.