¡La caja! ¡La caja!
En un mes de octubre que parece mediáticamente controlado a punta de pistola por el vaquero más célebre de la industria del videojuego, una noticia ha hecho arder las redes en los últimos días: Hellblade Senua’s Sacrifice, el indie venido arriba de Ninja Theory, que cosechó críticas muy positivas tras su salida en las tiendas digitales de PS4 Y Xbox, llegará en formato físico el próximo 4 de diciembre. Estamos hablando, sencillamente, de que un videojuego ya publicado en formato digital va a ponerse de nuevo a la venta metido en una caja de plástico, sin mayor aliciente que ese: el plástico. Los «vivas» y «bravos» se han extendido entre los aficionados al videojuego como la pólvora en llamas, y son muchos los que han asegurado que, pese a haber completado el título tras su lanzamiento original, volverán a pasar por caja para contar con el juego en su estantería. Otros, más férreos en su posición respecto al debate «Físico Versus Digital», celebran la noticia ya que, de otra manera, nunca se hubiesen acercado a la obra de Ninja Theory.
En un mundo en el que la distribución digital de contenidos tiene cada vez más sentido por razones de comodidad, espacio e inmediatez, el mundo del videojuego sigue, a diferencia de otros, resistiéndose a abandonar el soporte físico. Y es que no nos engañemos: a diferencia del libro, producto que sí aporta un valor añadido real con respecto a su opción digital (no requiere de soporte, entre otras muchas ventajas), la diferencia entre disfrutar de un videojuego descargado en la consola o cargado a través de un lector no existe. Por si esto fuera poco, los continuos cambios de formato y resoluciones que ya tienen a la industria doméstica del cine al borde de la extinción (acentuado, claro está, por la irrupción del streaming), convierten nuestras colecciones de juegos en poco más que montañas de nostalgia en forma de caja de plástico, disco y manual de instrucciones. Es cierto que últimamente parece que las grandes compañías de videojuegos comienzan a escuchar las plegarias de sus clientes: la decisión de Microsoft de dotar a su One de una creciente retrocompatibilidad supone un hilo de esperanza para todos aquellos que atesoramos colecciones de videojuegos en casa. Una decisión, no nos engañemos, que tiene más pinta de espejismo que de otra cosa: la mirada de la industria, y por lo tanto la de los nuevos jugadores, está más puesta en los títulos como servicio, en las resoluciones de infarto y en los battle royal que en echar la vista atrás.
Ante un panorama tan oscuro, el videojuego vuelve a demostrar ser un medio tan alocado como maravilloso. Y es que frente al frío pero lógico avance tecnológico de la industria, el aficionado al videojuego se resiste: comprar un videojuego dos veces para tener la caja no es, ni mucho menos, lo más lejos a lo que hemos llegado: el mercado de videojuegos retro mide el valor de un producto en función del estado de su packaging. Una Game & Watch de las normalitas puede tener un precio más o menos asequible en eBay pero… ¿has intentado hacerte con una que conserve sus cartoncitos interiores? ¡Ni lo sueñes! El precio del papel en estos productos supera, con mucho, al objeto lúdico en sí. Ante esto ha surgido el negocio de las reproducciones, es decir, réplicas de las cajas originales de cartuchos de antaño con las que el coleccionista puede poner un parche en su dolido corazón completista.
Pero la locura de las cajas no para ahí. Y es que si hay una empresa que desata la nostalgia más extrema e irracional, esa es Nintendo. La empresa de Kioto ha llegado a poner a la venta juegos en formato digital envueltos en una caja de cartón, es decir: títulos vendidos en tiendas reales y en cajas en cuyo interior se encontraba un código de descarga para su eShop. Demencial, ¿verdad? Pues espera, que hay más: en Japón, ese país casi de fantasía en el que todo es posible, llegaron a ponerse a la venta cajas de Switch… completamente vacías. ¿Qué lleva a un consumidor a hacerse con una caja de cartón sin nada dentro? ¿Hasta dónde va a llegar el fetichismo por lo físico en la industria del videojuego?
Que conste que no juzgo a nadie: soy el primero que, de forma irracional, tiende a optar por lo físico frente a lo digital, tratando de olvidar mi creciente falta de espacio en casa y el hecho irremediable de que, literalmente, nuestros discos se están deteriorando día a día sin que podamos hacer nada por detenerlo. Estoy seguro, además, de que se trata de un problema generacional: todos aquellos que hemos crecido vanagloriando viejos cartuchos, casetes y cintas en VHS nos aferramos a las cosas que se pueden tocar de forma histérica e ilógica. Quizás, tras un periodo de reflexión y autodescubrimiento acabemos siendo conscientes de que lo importante no es el objeto, sino la experiencia. Y para muestra, ahí está Netflix y su sensacional catálogo de obras con las que hemos disfrutado sin tenerlas entre las manos ni haberlas expuesto en nuestras estanterías. Un proceso de evolución que, en mi opinión, culminará de forma definitiva cuando el streaming se asiente en la industria del videojuego. Mientras ese momento llega, y recordando aquel estupendo episodio de Los Simpsons de cuyo título no quiero acordarme, ante la pregunta de si preferimos lo digital o lo físico, el jugador parece que seguirá respondiendo: «¡La caja! ¡La caja!»
Comentarios (1)
Daniel
16 octubre, 2018 at 11:33 am
Nunca me he considerado un coleccionista de pro pero el formato físico sigue despertándome cierta pulsión, quizá por aquello de tener una juegoteca que no pude tener en mi juventud. Cuando vi la noticia del formato físico de Hellblade pensé en agenciármelo, aunque efectivamente no tenga otra ventaja más allá que la de poner una caja de plástico en la estantería. Es una situación extraña la de la dualidad formato físico / digital en cuanto a los videojuegos. Por un lado el formato físico tiene fecha de caducidad, ya sea porque los discos se echan a perder o porque las videoconsolas se escacharran o quedan obsoletas. Por otro lado con el formato digital, en la mayoría de plataformas no se compra la propiedad del juego sino una especie de alquiler de uso (si Steam cerrase todos los juegos que tenemos comprados ahí se irían a tomar por saco). Parece que la solución ideal no existe en un medio que cambia formatos y tecnología tan rápido, pero imagino que incluso las generaciones futuras seguirán encontrando cierto fetichismo siempre que las compañías sigan lanzando ediciones especiales con figuritas, libros y postales.