Freedom Fighters, la ucronía olvidada
El relato distópico se ha convertido, sin duda, en uno de los géneros más exitosos en las expresiones culturales de la época contemporánea y actualmente se está viviendo un «boom» creativo en esa materia y cada vez son más las creaciones distópicas que salen del ingenio de escritores, guionistas y demás creativos.
Cabe apuntar que el relato distópico no es un fenómeno nuevo y ahí están obras como 1984 de George Orwell, Fahrenheit 451 de Ray Bradbury o Un mundo feliz de Aldous Huxley para demostrarlo, pero la diferencia recae en que el reconocimiento que hoy día posee este género no lo tenía entonces. De hecho, estas obras eran etiquetadas por algunos críticos literarios como una «perversión» de una ciencia ficción volcada por esos tiempos en guerras espaciales, alienígenas y exploración de nuevos mundos.
Así, no ha sido hasta nuestros días cuando la narrativa distópica se ha convertido en «mainstream» y la industria cultural produce, cada año, una cantidad considerable de películas, libros, series, cómics y videojuegos de carácter distópico. Sólo hace falta detenerse para ver como la literatura juvenil ha pasado de reproducir temas como el despertar sexual y emocional y el compañerismo ambientados en el complejo mundo actual como Noche de viernes de Jordi Sierra i Fabra o Rebeldes de Susan E. Hinton a reproducir esos mismos temas en los mundos distópicos de Los juegos del hambre, El corredor del laberinto o Divergente.
Y por qué este auge del relato distópico, pues según un estudio interdisciplinar de la Universidad Autonóma de Madrid, esto se debe a que nuestro presente nos mantiene en un estado de alerta permanente, con la corazonada de que algo importante va a ocurrir en cualquier momento, por ello, y ante la desconfianza reinante con respecto al futuro, nos recreamos en mundos distópicos que funcionan como «sedantes» y nos alejan de un mundo actual demasiado complicado y con exceso de información. Siempre partiendo de la premisa de que ninguna distopía se cumple, como tampoco se cumple ninguna utopía.
De esta manera, en los últimos 30 años, de manera progresiva, han ido apareciendo creaciones distópicas de diferentes aspectos temáticos ya sea los que tratan de la rebelión de las máquinas como la película Terminator o el juego Detroit: Become Human (2018, PS4), los que versan sobre el apocalipsis bíblico como el anime Evangelion, los que se ciñen a pandemias y desastres zombis como la serie The Walking Dead o el juego The Last of Us (2013, PS3 y PS4), los que narran un mundo tras una hecatombe nuclear como la saga Fallout, los que se centran en regímenes represivos como la novela El cuento de la criada o la saga de juegos Mirror’s Edge o distopías en las que el avance tecnológico es la clave de la trama como la serie Westworld o los juegos de la saga Deus Ex.
Entre esa gran variedad temática que son las distopías se puede encontrar las de aspecto ucrónico, es decir, el desarrollo de sociedades ficticias indeseables a través de una reconstrucción histórica de un momento concreto ocurrido mediante hechos posibles que no han sucedido realmente. Ejemplo de ello pueden ser las novelas La conjura contra América de Philip Roth, El hombre en el castillo de Philip K. Dick, ambas recientemente llevadas a series, Battle Royale de Koushun Takami, adaptado tanto en manga como en película live-action, así como el falso documental CSA: Confederated States of America o la película Amanecer rojo.
En el mundo de los videojuegos encontramos ucronías como la saga Wolfenstein o el todavía inédito Atomic Heart así como un título que parece haber caído en el olvido toda vez que si se investiga en Internet sobre videojuegos distópicos y/u ucrónicos no suele aparecer en ninguno de los múltiples tops o listados. Este juego es Freedom Fighters (2003, PS2, Game Cube, Xbox y PC).
El argumento de este juego se centra en un presente ucrónico en el que la Unión Soviética no se ha desvanecido y, tras ser la potencia hegemónica de la Guerra Fría, ha invadido los Estados Unidos. Una trama que es compartida con otros productos ucrónicos como la ya referida película Amanecer rojo o la serie de televisión Amerika, ambos productos culturales de una década de los 80 en la que la Doctrina Reagan provocó un aumento de tensión en el último tramo de la Guerra Fría.
En concreto, Freedom Fighters comienza con la invasión de Nueva York por parte de las tropas de una Unión Soviética que fue la nación que soltó la primera bomba atómica en Berlín en 1945 y que, tras controlar toda Europa una vez que cayó el Reino Unido en 1953, se hizo con Sudamérica, con la inestimable ayuda de Cuba, para luego dar el salto a conquistar el país del Tío Sam.
A partir de ahí, controlaremos a Christopher Stone, un fontanero (posible guiño a Super Mario) que poco a poco se convierte en el líder de la resistencia, los llamados Freedom Fighters (luchadores por la libertad), con el único objetivo de echar a los invasores y que se vuelva a enarbolar la bandera estadounidense. Un argumento que exalta tanto el patriotismo estadounidense y el «american way life» que cabría pensar que el juego ha sido desarrollado por norteamericanos pero nada más lejos de la realidad porque este título tiene sello escandinavo, siendo el estudio danés IO Interactive, creador de la saga Hitman, el padre de la criatura.
Freedom Fighters es un shooter en tercera persona en el cual hay que abrirse paso con Chris por las calles de una devastada y ruinosa Nueva York llena de propaganda comunista mientras luchamos contra las fuerzas soviéticas y realizamos distintas misiones de sabotaje y combate por diferentes mapas con el leit motiv de tomar distintos edificios y despojarlos de la bandera soviética para luego izar la insignia de las barras y las estrellas.
Pero no se trata de un shooter al uso ya que cuenta con factores característicos que le hacen ser un juego muy interesante. Ejemplo de ello es la mecánica de ir ganando carisma a medida que se va realizando hechos heroicos contra los «rojos» que permitirá a Chris no sólo convertirse en Freedom Phantom, el líder de los guerrilleros, sino incorporar rebeldes, controlados por la IA , que lo ayuden en su misión.
Con este matiz, el factor estrategia es importante ya que según lo que se tenga que enfrentar el jugador tendrá que determinar si es más beneficioso que nuestro comando de guerrilleros siga a Chris a la batalla o le cubra la retaguardia manteniendo la posición. Igual pasa a la hora de gestionar los botiquines teniendo que elegir si es mejor reservarlos para Chris o gastarlos en curar a los guerrilleros que lo acompañan.
En cuanto al apartado técnico y estético, Freedom Fighters cuenta con gráficos muy buenos para le época, unos escenarios muy detallados (especialmente el laberíntico nivel de las alcantarillas) con multitud de rascacielos y largas avenidas en el que en ningún momento se recurre al comodín del «efecto niebla» y un buen motor de juego que hace que los tiempo de carga y las transiciones sean bastante rápidas.
A medida que va avanzando el juego la dificultad va subiendo de manera gradual, apareciendo enemigos con mejores armas y con mayor blindaje, hasta llegar a una fase final en la que hay que tomar la base central de los soviéticos, ubicado en Gorvernor Island (una islita al sur de Manhattan), plagada de fuerzas enemigas y que supone un emocionante reto para el jugador.
Un punto fuerte de Freedom Fighters es su apartado musical. Las melodías compuestas por el músico danés Jesper Kyd nos evocan a los himnos líricos y ceremoniosos de la URSS que aderezados con el sonido tecno infunden motivación a la hora de «limpiar» Nueva York de invasores rusos.
Como extras añadidos, este título cuenta con escenas cinemáticas muy interesantes que hacen que el jugador se sumerja en la historia matando así el gusanillo sobre cómo es ese mundo distópico en el que los estudios de televisión han sido tomados por las fuerzas armadas de la Unión Soviética y los antiguos presentadores han sido enviados a Alaska a un campo de reeducación.
La única pega que puede tener este juego, por ponerle alguna, es el modo multijugador que a pesar de combinar el típico «atrapa la bandera», similar al que pueda tener Turok Rage Wars (1999, N64 y PC), con la toma de búnkeres, da la sensación que los desarrolladores pusieron todo su empeño en el modo de un jugador y se «olvidaron» del multiplayer. Es justo apuntar que si este juego hubiera salido en una generación con el juego online más desarrollado seguramente su modo multijugador hubiera tenido más transcendencia.
Dada la buena aceptación y críticas con la que contó el juego, se decidió lanzar una segunda entrega pero una vez comenzado el proyecto, Eidos, uno de los entonces copropietarios junto con Square Enix de IO Interactive, decidió modificar el proyecto y así nació el juego cooperativo de acción de temática mercenaria Kane & Lynch: Dead Mean (2007, PS3, Xbox 360 y PC), la cual es considerada como la secuela «espiritual» de Freedom Fighters.
En definitiva, quien se acerque a Freedom Fighters se encontrará con un juego con un entorno realista, una jugabilidad adictiva y una historia atractiva que recibió valoraciones tales como 9,2 en la Revista Playstation España, 8,3 en Meristation, 8,4 en IGN o 9,3 GameSpot por lo que supone todo un enigma que este distopía ucrónica haya caído en el olvido para muchos «gamers».