Crítica de Ninja Gaiden Ragebound: El nuevo camino del clan Hayabusa

12 septiembre, 2025Ricardo Martínez Cantudo

El lanzamiento de Ninja Gaiden Ragebound el pasado 31 de julio nos obligó, de forma inevitable, a enfundarnos el traje ninja en plena ola de calor.
No parece casualidad que The Game Kitchen, estudio sevillano responsable de Ragebound, escogiera precisamente esa fecha para su lanzamiento mundial en formato digital. Quienes compartimos ciudad con los padres de Blasphemous sabemos que, en agosto, poco más se puede hacer que refugiarse en la penumbra y jugar a videojuegos. También puede leerse de otra manera: quizá este laureado equipo quería exportar al resto del planeta la experiencia del verano sevillano. Porque, querido lector, con Ninja Gaiden Ragebound vas a sudar. Y mucho.

Y es que menudo reto puso Tecmo Koei ante las narices de The Game Kitchen a la hora de encargarles el desarrollo de Ragebound: nada menos que un spin-off de la saga Ninja Gaiden, una de las franquicias de acción más longevas y veneradas de la historia del videojuego. Con inolvidables entregas en 2D y afamadas secuelas de acción tridimensional. Toda una responsabilidad para un estudio que ya lo ha demostrado todo con su saga Blasphemous, pero que aún no se había visto en el berenjenal de responder a las expectativas de un fandom exigente como pocos. Afortunadamente, y como todos imaginábamos, el resultado ha sido sobresaliente.

Pese a su condición de “aventura menor” dentro de la franquicia Ninja Gaiden, es imposible sentir Ragebound como tal a los cinco minutos de partida. Su apabullante apartado artístico en pixel art, la apasionante introducción y su fantástica banda sonora original adentran al jugador en un mundo de ninjas, clanes, honor y sangre. El protagonista de la aventura no es en este caso Ryu Hayabusa, quien se desmarca de la acción en los primeros compases de la introducción para presentar en sociedad a Kenji Mozu. Este ninja lozano y gallardo, aprendiz de Ryu, parece haber llegado a la saga Ninja Gaiden para quedarse.

La historia de Ragebound comienza cuando una horda de demonios ataca sin piedad la aldea Hayabusa. Con su maestro partiéndose la cara en Estados Unidos durante una misión, a Kenji Mozu no le queda otra que agarrar su espada y jugarse el tipo para salvar a los suyos. En medio de esta situación aparece Kumori, una kunoichi del clan rival de la Araña, cuyo destino quedará entrelazado al de Kenji tras fusionar sus almas (y hasta aquí puedo escribir). Este apasionante punto de partida sirve a The Game Kitchen como pretexto perfecto para ofrecernos una frenética aventura de ninjas pixelados. Una en la que la acción, los reflejos y nuestra capacidad de respirar hondo forman un cóctel de lo más disfrutable.

Si algo caracteriza a Ninja Gaiden Ragebound, y lo convierte en un magnífico título, es desde luego su curva de dificultad. Ponerse a los mandos de Kenji Mozu resulta una auténtica gozada desde el minuto uno, tanto para jugadores no muy habituados a los títulos de acción como para veteranos del género. Superar la aventura completa supone un desafío, pero en ningún momento llega a ser injusto o tramposo: créeme, cada salto que falles y cada enemigo que te haga morder el polvo serán tu responsabilidad, no la del juego.

Los movimientos disponibles para nuestro protagonista están pensados con sumo cuidado. Además de saltar, trepar y atacar, Kenji cuenta con el llamado Golpe guillotina, una forma de dañar al enemigo mientras se salta sobre él, que además permite acceder a lugares más elevados. El ritmo y tono de la aventura cambian cuando entra en juego el factor Kumori. El papel de la kunoichi rival de los Hayabusa se presenta de dos maneras:

  • Con tramos cortos de niveles que Kumori debe recorrer a contrarreloj, haciendo uso de su técnica de teletransporte corto y sus proyectiles.

  • Con los ataques especiales combinados: al gastar una barra de magia que comparten ambos guerreros, pueden ejecutar movimientos conjuntos que rompen la rutina del combate y aportan ventajas.

Durante toda la partida, el jugador siente que la kunoichi no abandona a Kenji, ya que incluso a nivel de control, dos de los cuatro botones principales están destinados solo a sus movimientos. La habilidad con la que The Game Kitchen ha perfilado las mecánicas de Ninja Gaiden Ragebound se aprecia también en su aspecto artístico. El acabado gráfico en pixel art es sencillamente apabullante, realizado de forma artesanal, con un mimo y cuidado dignos de elogio. Personajes y escenarios están cargados de detalles que pueden pasar desapercibidos en una primera partida. En más de una ocasión uno siente la necesidad de detener la acción solo para curiosear. El apartado sonoro no desmerece en absoluto al visual. La banda sonora original rezuma acción old school por los cuatro costados, repleta de melodías capaces de emocionar incluso al jugador menos apasionado.

Ninja Gaiden Ragebound es un juego tan corto (afortunadamente, al menos para mí) pero realmente intenso. La aventura principal puede superarse en unas ocho horas, aunque su vida útil es mucho mayor gracias a la rejugabilidad: un modo difícil desbloqueable, objetos coleccionables, dos finales y misiones extra que suman horas para los más completistas. Esto, acompañado de varias opciones de calidad de vida, dota a la obra de The Game Kitchen de un carácter universal. Casi cualquier jugador encontrará motivos de peso para acompañar a Kenji Mozu en esta historia de honor, venganza y muerte.

Disfrutar de una partida completa a Ninja Gaiden Ragebound deja un regusto evocador en la boca. Este spin-off sabe a VHS de ninjas, a cartuchos de NES, a clásicos de los 80… Un título que sabe, en definitiva, a aquella imagen bucólica que todos los niños que ya dejamos de serlo teníamos del mundo de las artes marciales. Una aventura que supone todo un reto, pero que sabe premiar al jugador cuando pone los cinco sentidos en la partida.

Ojalá muchos más veranos calurosos con títulos como Ninja Gaiden Ragebound por disfrutar…

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