Desde Granada para el mundo
La Plazuela aterriza con su primer disco, Roneo Funk Club, un LP que nos hace entender que en la infinitud del flamenco también hay espacio para la electrónica o el funk. Como un enólogo musical diría, huele a tiempos pasados, a calles y barrios castizos, a pureza e innovación, sin dejar de lado los aromas inconfundibles de la transformación inminente.
El disco, lanzado bajo el sello discográfico Universal Music Spain, cuenta con una cantera muy interesante a los mandos de la nave de control: Juan Medina, más conocido como Juanito Makandé, como productor, y BRONQUIO como arreglista. A pesar de las diferencias que parece haber en sus composiciones, es más la unión por la fusión entre diferentes géneros lo que los lleva a embarcarse en proyectos de este calado.
Manuel Hidalgo ‘El Indio’ y Luis Abril ‘El Nitro’ conforman La Plazuela, una pareja de amigos de la infancia que llevan por bandera a Andalucía, y tratan de reflejarla en su música.
El inicio del disco resulta prometedor y pone en antecedentes al oyente sobre lo que se avecina. En La Ida – Intro, un afilador con su inseparable flauta de pan, unas vecinas conversando y un vendedor ambulante anunciando la venta de naranjas introducen al oyente en una situación cotidiana. Es entonces cuando llegan las primeras palabras: “Cuando el invierno se va y llega la primavera, los chavales que hace un tiempo bajaban a la plazuela se han olvidao’ lo que vale un céntimo en la cartera”. Comienzan a escribir su historia, la historia de La Plazuela, la historia de ‘El Indio’ y ‘El Nitro’, y de todos esos chavales andaluces que se reúnen en los patios a echar el rato. Un acto cultural que se encuentra en decadencia, como bien reflejan al final de la canción: “Pero yo ya no soy yo, ni mi calle ya es mi calle, porque los tiempos le cambian hasta a las personas reales”. Se avecinan tiempos de cambios, un disco cambiante y dinamizador.
Es entonces cuando llega La Primerica Helá y Daniel Levy, el responsable de una línea de bajo con un groove del que no se puede escapar. Mientras la batería, los coros femeninos, y la guitarra eléctrica de Juanma Montoya hacen de la canción una obra maestra, el sintetizador se abre paso para añadir ese toque electrónico que nos terminará hipnotizando. En el transcurso de la canción, acompañaremos a estos chavales en un recorrido por un típico barrio granadino, donde “las viejas llevan una hora levantás, y llevan ya sus barras de pan”. “Desde la calle del Darro hasta San Nicolás” se dibuja la Granada de Morente, Lorca, y Carlos Cano. “Andalucía está ardiendo, y España se va a quemar” no deja lugar a duda, el binomio sienta las bases de lo que está ocurriendo en los últimos tiempos en la cultura andaluza, y advierte que España se va a ver salpicada por toda esta riqueza. Incluso cogen el Himno de Andalucía y añaden a su letra: “somos el espejo donde to’s se miran”.
Llega la hora de festejar de un modo más ochentero con Realejo Beach, un single que recuerdan a la introducción de la serie El coche fantástico, protagonizada por David Hasselhoff. Con ritmos disco, dibujan sobre un fondo veraniego la situación de muchas casas andaluzas, una clase obrera que no puede permitirse unas vacaciones fuera de la ciudad. Un joven cansado de no poder pegar ojo por las noches, que sueña con la esperanza de poder viajar a otro lugar, dibujar otro paisaje.
La introspectiva Soulseek se abre paso con un rollo más noventero y tranquilo. Se hace tangible el leit motiv de todo el disco: las cavilaciones incesantes, la salud mental, y el futuro incierto de una generación que ha crecido en un contexto de crisis. El amor propio y el trabajo personal se refleja en toda la canción, hasta el punto de decir “quiero tanto a mi cuerpo que huiré por lo que me pueda pasar”. Buscando dentro de sí mismos, se hacen espejo de todos aquellos jóvenes a los que les ata la ansiedad y les paraliza el miedo a la incertidumbre, mal de muchos en la actualidad.
Con Tu Palabra, una base potentísima digna de un artista como BRONQUIO se mezcla con un flamenco que se acerca más a lo puro, y cuando empiezas a acomodarte, viene un nuevo silencio y un cambio para recordarte que esto es refrescante, que no es la comodidad a la que estamos acostumbrados. Un puente con aires oníricos y funkies, liderado por el slap en el bajo de Levy, rompe con el vocoder que llevamos escuchando a lo largo del disco para así culminar con este tema en el Albayzín, lugar que se va convirtiendo en punto de encuentro conforme avanzan las canciones.
Como dijo Enrique Morente una vez, “la música es el desahogo del pueblo”, y así lo demuestran con El Lao De La Pena. En esta canción expulsan toda esa pena que el pueblo andaluz vivió durante décadas, pasando hambre y aguantando a todos esos muertos en la cruz. “La moda de Madrid a Graná no nos llega” evidencia la diferencia cultural que hay entre Andalucía y el resto de España, y concretamente, Madrid, la capital que recoge la centralización de todas las artes, oficios y profesiones. Con una clara intención sociopolítica, alegan querer quedarse en Granada o al menos en Andalucía, porque “lo que es puro, en la tierra se queda”. A base de breakbeat, apartan la pena de su lado.
Cuando parece que Péiname Juana va a ser el tema más flamenco del disco hasta este séptimo tema, llegan una línea de bajo repetitiva, una base y una guitarra que confieren al tema un aire fresco, a caballo entre la música disco y el funk. En este tema se hace notable el trabajo de cada uno con su capacidad de resiliencia. La salud mental vuelve a ser protagonista.
A estas alturas del disco, el productor Juan Medina (Juanito Makandé) da un salto al otro lado y presta su voz para hacer de Mira La Niña un fandango descafeinado que transiciona a un tema disco, de esos que se acompañan de luces estroboscópicas.
Unos tambores de Semana Santa abren el cortejo de Camino de Cristales, unas fusionadas alegrías con una letra que se acerca más a lo convencional, sin perder los tintes alternativos que caracterizan este disco.
Y como si fuera una carta de despedida, en La Vuelta, Luis y Manuel dejan claro que nos han ofrecido todo lo que son y lo que tienen, al menos hasta ahora. Para los puristas del flamenco, este disco se quedará muy lejos de este género, pero citando al maestro Manuel Molina, “lo importante de la música es desembarazarte de los prejuicios. Escucharlo todo. El nuevo flamenco tiene que existir. Tenemos que escuchar lo que pasó, pero no cantarlo, sino contar cosas nuevas, porque es lo que está pasando”. Es importante tener en mente que todo lo que un día fue nuevo, hoy ya no lo es, y lo que hoy es nuevo, pasado mañana no lo será. El mundo de la música funciona así, y Camarón iba por delante de todos nosotros cuando dijo: “Yo me he llevado 20 años escuchando discos antiguos, sacando cosas a mí manera, y creo que le he abierto un nuevo camino a la nueva juventud, para que sigan por ahí. Tienen que meterse en ese camino y derivar”.
Y es precisamente lo que está haciendo La Plazuela, derivar hacia nuevos terrenos por explorar. 37 minutos de puro goce y experimentación. No cabe duda de que estos dos granadinos han sembrado unas semillas que no tardarán mucho en brotar y expandirse.