Los hijos de Hasbro

23 julio, 2021Nacho M. Martín

Hasbro, una de las principales empresas jugueteras del mundo, está sacando tajada del momento actual en el que se encuentra el cine, ese momento que apela a la nostalgia y que ha llenado las pantallas de remakes y reboots.

Para quien no conozca Hasbro, esta toma el nombre de sus fundadores, los hermanos Hassenfeld, que crearon la empresa en el pequeño estado de Rhode Island —de hecho, Peter Griffin de Family Guy, que también vive en ese estado, trabajó en una juguetera parodiando el hecho de que Hasbro sea la única multinacional que ha dado Rhode Island— allá por 1923. Los primeros éxitos de esta empresa juguetera se dan allá por los 50 y los 60 cuando la compañía lanza Mr. Potato —aka Señor Patata, por la que Pixar tuvo que pagar cerca de cien mil dólares por su uso en la saga Toy Story— y los G.I. Joe.

Sin embargo la era dorada de Hasbro llegará en los años 80, cuando decide producir series de televisión basadas en las muñecas y figuras de acción que, en la mayoría de casos, lanzaría casi al mismo tiempo que las citadas series. Así llegaron a miles de niños las aventuras animadas de Transformers (Transformers, 1984-1987), G.I. Joe (G.I. Joe: A Real American Heroe, 1985-1987), Jem y Los Hologramas (Jem, 1985-1988), Los Potatos (Potato Head Kids, 1986), Mi Pequeño Pony (My Little Pony, 1986-1987), Los Gusiluz (The Glo Friends, 1986-1987), C.O.P.S. (C.O.P.S., 1988-1989) o El Mundo de Maxie (Maxie’s World, 1989), entre otros muchos.

Todas las series de Hasbro tuvieron gran aceptación, lo que conllevó en que sus juguetes relacionados se vendieran a buen ritmo, suponiendo un éxito comercial y reportando a la empresa ingestas cantidades de dinero que sirvieron para reforzar su posición en el mundo juguetero al absorber marcas rivales como Playskool o Parker. Tanto es así que en los años 90 intentó repetir la misma fórmula con series como Action Man (Action Man, 1995-1997) pero con menor gloria.

Esos éxitos de Hasbro en la segunda mitad de los 80 constituirían una semilla en el imaginario de muchos niños que pasaban horas y horas soñando con vivir las aventuras de sus héroes animados. Será en esta última década en la que la industria cinematográfica sepa que la nostalgia por los felices años 80, de unos niños que hoy superan la treintena, conlleve una oportunidad de negocio, y nos veamos abordados con reboots como el de Las Tortugas Ninja (Teenage Mutant Ninja Turtles, Jonathan Liebesman, 2014), The Karate Kid (The Karate Kid, Harald Zwart, 2010), RoboCop (RoboCop, José Padilha, 2014) o Dune (Dune, Denis Villeneuve, 2021), continuaciones de películas de la época como Tron (Tron: Legacy, Joseph Kosinski, 2010), Mad Max (Mad Max: Fury Road, George Miller, 2015) o Cazafantasmas (Ghostbusters: Afterlife, Jason Reitman, 2021), adaptaciones de series infantiles de entonces como Inspector Gadget (Inspector Gadget, David Kellogg, 1999) o Alvin y las Ardillas (Alvin and The Chipmunks, Tim Hill, 2007), o filmes basados en videojuegos clásicos como ¡Rompe Ralph! (Wreck-it Ralph, Rich Moore, 2012) o Pixels (Pixels, Chris Columbus, 2015). Es en este momento, cuando germine esa semilla, que Hasbro sepa que tenga que recoger sus frutos y hacer caja.

Hasbro, viendo los buenos datos de taquillas de adaptaciones al cine de series animadas como Scooby-Doo o Inspector Gadget y animado por el productor Don Johnson, decidió dar vida a su saga de juguetes más representativa, los G.I. Joe, pero debido al ambiente belicista tras la invasión de Irak decidieron decantarse por la segunda franquicia más emblemática, Transformers. Se sucedieron cinco películas que narran la milenaria batalla entre Autobots y Decepticons, que sirvieron también para dar a conocer al gran público a Shia LaBeouf y Megan Fox. Los resultados han sido extremadamente positivos: 3.397 millones de dólares de beneficio entre las cinco películas, por lo que no era de extrañar que siguieran explotando la gallina de los huevos de oro con una película dedicada a uno de los personajes más carismáticos de la saga: Bumblebee.

En 2008, una vez enfriado el asunto de la Guerra de Irak y visto el tremendo éxito de Transformers (Michael Bay, 2007), Hasbro da el visto bueno para, por fin, hacer realidad una adaptación de los G.I. Joe, dando como resultado G.I. Joe: The Rise of Cobra (Stephen Sommers, 2009), que supone otro gran negocio rindiendo 127 millones de dólares de beneficio y dando lugar a una aún más exitosa secuela (246 millones de beneficio), G.I. Joe: La venganza (G.I. Joe: Retaliation, Jon M. Chu, 2013), que abonaba el camino para que Hasbro siga apostando por sacar más frutos de aquel árbol que plantó allá por los 80.

Pero la fruta que iba a venir a continuación cambió de tercio, pues la siguiente película del sello Hasbro no se basó en una franquicia «para niños», ya que apostaron por hacer de carne y hueso a Jerrica Benton, más conocida como Jem, la cantante que protagoniza y da nombre a una de las series «para chicas» más populares de los años 80. Así, a finales de 2015 llegó Jem y Los Hologramas (Jem and The Holograms, Jon. M Chu, 2015), con el objetivo de que las mujeres que desarrollaron su infancia en los 80 vuelvan a reencontrarse con Jem y su guapo novio Rio —ya que sus enemigas tradicionales Las Misfits no salieron en la película—.

Este cambio de tercio no fue tan bien como esperaban desde Hasbro Films, la productora encargada de llevar a carne y hueso las franquicias de la juguetera de Rhode Island. Es más, fue un auténtico fracaso, teniendo Universal, su distribuidora, que retirarla de las salas de cine tras dos semanas ante los paupérrimos ingresos que estaba teniendo. De hecho, ha sido la oveja negra de las «películas Hasbro» pues sólo recaudó 2,3 millones de dólares cuando producirla costó unos cinco millones.

De palos se aprende, o eso dice el dicho, por lo que Hasbro ha decidido seguir apostando por lo seguro, y por eso este mes de agosto llegará a los cines Snake Eyes: El Origen (Snake Eyes: G.I. Joe Origins, Robert Schwentke, 2021), un spin-off de la saga G.I. Joe en el que habrá presencia española con la participación de Tokio, es decir, Úrsula Corberó. Y, además, el año que viene vendrá una nueva película de Transformers cuyo rodaje está a punto de empezar en tierras peruanas.

En suma, las series que desarrolló Hasbro para promocionar sus líneas de juguetes se han convertido en oportunidades rentables para que treinta años después vuelvan a ganar dinero con ellas en forma de películas que satisfagan la nostalgia de aquellos niños, que crecieron pegados a la televisión soñando ser los protagonistas de esas series. Mientras siga la nostalgia de esos niños, Hasbro tiene una fuente de recursos a explotar, e intentará alargar «la guita» lo máximo posible. ¿Quién dice que, tras la tercera película de G.I. Joe y la séptima de Transformers, no veamos pronto adaptaciones de otras series como C.O.P.S. o El Mundo de Maxie? Hoy en día, la nostalgia es un negocio a explotar.

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