‘Jupiter’s Legacy’: un relato superheroico con toques lovecraftianos
El 7 de mayo llegó a Netflix la adaptación audiovisual de Jupiter’s Legacy, el cómic de Mark Millar y Frank Quitely, que busca su hueco entre tanta producción superheroica. La serie, producida por Steven S. DeKnight, trata la historia de unos superhéroes a los que les está llegando el momento de ceder la antorcha a una nueva generación, que se encuentra ante la dificultad de mantener ese legado enorme impuesto por sus antecesores. A partir de ahí, todo se vuelve más oscuro y problemático, ya que se plantean varios dilemas, que van desde poner en duda la valía de un código superheroico impuesto por la primera hornada de héroes, a unos problemas familiares que pueden volverse cada vez más siniestros y dañinos.
Cierto es que, no había tenido la suerte de conocer esta historia en el cómic, pero después de ver la serie, busqué información de la obra, más que nada para saber el contexto en el que se mueve su adaptación en Netflix. Aun así, no tengo todo lo necesario para hablar sobre que funciona mejor, si el cómic o la serie, por lo tanto vamos a centrarnos en la producción llevada a cabo por DeKnight. Un producto que se toma su tiempo en presentar a sus personajes principales, sus historias y sus puntos de vista, lo que genera el interés del espectador, más allá de toda la parafernalia superheroica.
La serie funciona por varios motivos. Entre ellos, podemos mencionar las actuaciones de los personajes, en los que no desentona ninguno, destacando a Josh Duhamel —The Utopian/Sheldon Sampson—, Ben Daniels —Brainwave/Walter Sampson— y Leslie Bibb —Lady Liberty/Grace Kennedy—, tres interpretaciones que reflejan muy bien todos los vértices del código que se menciona desde el primer momento, «ni gobernamos ni matamos», una consigna sobre la que gira toda esta primera temporada. La serie pretende plantear, de manera bastante efectiva, el «debate»: realmente, ¿ese lema tiene sentido? Una lectura muy interesante que da para otro texto, ya que pone en duda algo que va implícito en el ADN del género superheroico — algo que ya hacen The Boys o Deadpool, entre muchos otros — y que actualmente lo tenemos más descontextualizado.
Pero, como ya veis en el título, esto no es una crítica de la serie en su conjunto. Hoy queremos centrarnos en uno de esos elementos que hacen de Jupiter’s Legacy una producción que merece la pena ver. La serie consta de dos líneas temporales, una que transcurre en la actualidad, y en la que se desarrolla la trama principal, y otra en los años 30, donde nos explican cómo los primeros superhéroes del planeta consiguen sus poderes, además de formar el grupo La Unión, que es la asociación formada por los protagonistas después de adquirir sus poderes — o, en otras palabras, los Vengadores o la Liga de la Justicia de este universo superheroico —. Los héroes que marcarán el camino para el resto.
De esas dos historias, nos quedamos con la que transcurre en los años 30. Después de que Sheldon Sampson y su hermano, Walter, fueran víctimas del crack del 29, sufrieron no solo en su economía y empresa, sino también perdiendo mucho más que eso. A partir de ese momento, Sheldon empieza a tener una serie de visiones y apariciones que le afectarán de forma muy notable, lo que hace que su círculo más cercano crea que ha perdido la cabeza por completo. En esa serie de alucinaciones ya se deja ver esa influencia de Lovecraft —de hecho, hay un momento en la serie que insinúan que lo que sucede parece estar escrito por el escritor de Providence—, y su obra. Papeles con trazos que en principio no significan nada —pero, luego si—, delirios, el reclamo de algo desconocido, son algunos de los elementos que nos introducen ese misticismo tan lovecraftiano.
Durante esos flashbacks, la serie nos lleva a observar el descenso a la locura de Sheldon, que pasa de tenerlo todo a caer en la locura y la obsesión por cumplir un destino que le ha sido impuesto por esa serie de revelaciones, lo que lo conducirá a una isla misteriosa, al igual que a sus acompañantes. Es difícil desarrollar este tema sin entrar en spoilers, pero merece la pena que cada uno lo descubra por si mismo, si es que aún no lo había hecho. Porque, a decir verdad, si no fuese por esos tramos, Jupiter’s Legacy no se disfrutaría ni la mitad, en mi opinión. A pesar de plantear conceptos interesantes en el periodo actual, no dejaría de ser un producto más simplón y que haría acto de presencia un pelín tarde.
Volviendo a lo que nos ocupa. Más allá de Lovecraft, también se puede ver ciertas similitudes con otras obras de ciencia ficción, como es el caso de King Kong. Según lo comenta Millar en la web Den of Geek, Skull Island, la isla de King Kong, es otra de sus grandes influencias, algo que podemos comprobar a medida que van avanzando los capítulos. Por supuesto, igualmente habla de H.P. Lovecraft y de cómo influye en la construcción de la isla a la que se tienen que dirigir los protagonistas, aunque también es algo que cubre al resto del relato que nos habla de sus orígenes. Me atrevería a decir que, relatos como El caso de Charles Dexter Ward y En las montañas de la locura son dos de las principales historias de las que bebe Jupiter’s Legacy, o al menos de algunos recursos que utilizan estas tramas.
En el caso de En las montañas de la locura, podemos apreciar la referencia más simple y clara. El relato de Lovecraft trata sobre una expedición en la Antártida organizada por la universidad de Miskatonic, situada en la ciudad de Arkham, la cual se ve truncada por un terrible descubrimiento. De este relato, en Jupiter’s Legacy, podemos ver el símil con la expedición que acompaña a Sheldon en busca de la respuesta a eso que reclama su presencia. Además, el personaje que interpreta Josh Duhamel empieza un viaje que lo conduce a la obsesión por conocer de donde provienen esas visiones, lo que puede entenderse como una referencia a El caso de Charles Dexter Ward. En este relato, el de Providence nos habla, desde la perspectiva de la investigación del doctor Marinus Bicknell Willet, de los motivos que llevaron a perder la cordura a Charles Dexter Ward. Unos motivos que se achacan al descubrimiento del legado de su antepasado, Joseph Curwen, y sus posteriores investigaciones. Todo esto, en cierto modo, recuerda a todo el proceso en el que se ve envuelto el bueno de Sheldon.
Por último, también se aprecia cierta influencia en el relato del mismo Lovecraft: Dagón. En esta historia nos cuenta cómo un buque alemán, durante la primera guerra mundial, rapta a la tripulación entera de un barco para hacerlos prisioneros de guerra, pero el hombre que hace de narrador y protagonista decide huir en un bote con provisiones. Después de navegar sin destino durante días, despierta en un lugar extraño repleto de fango negro en el que todo lo que contempla son cadáveres y podredumbre. Al cabo de algunos días descubre una especie de monolito que parece tener conexión con un ser inmenso y aberrante. Su repentina aparición hace que el hombre huya despavorido del lugar y que todos estos acontecimientos se agolpen en sus pesadillas. Esa isla misteriosa, ese monolito extraño, y algún que otro detalle, todo ello guarda parentesco con la isla y con el descubrimiento que espera a los Sampson y sus acompañantes, y que más adelante les concederá sus poderes.
Todas esas tramas están impregnadas por los conceptos de lo inevitable, lo misterioso de lo oculto y de que el ser humano no deja de ser una mota de polvo en el mundo, o, mejor dicho, en el universo. Esos términos se engloban en ese horror cósmico que da nombre a gran parte del trabajo de Lovecraft. Y se pueden apreciar en el simple hecho de que Sheldon sepa que tiene que acudir a esa llamada, porque ahí hay algo que trascenderá y superará todo lo conocido por el ser humano hasta el momento. Pero, ni él ni nadie sabe a qué se enfrentará. Si bien, al final de la primera temporada, después de ver cómo en todos los capítulos conseguían conectar lo que pasaba en el pasado con el presente y generar más intriga al espectador —además de mantener esa aura tan especial, que en ocasiones tocaba un poco el terror como elemento narrativo—, ese enfoque parece llegar a su fin después de que los protagonistas consigan sus poderes. Aun así, da la sensación de haber cumplido su cometido y deja con ganas de ver qué enfoque traerá la segunda temporada, y si seguirán con los flashbacks. Esto último tiene pinta de que así será.
En definitiva, la línea argumental que nos conduce al pasado y origen de los protagonistas aporta al conjunto de la producción una vertiente muy interesante que, incluso, se podría haber explorado durante más tiempo —aunque, como dicen, lo bueno si es breve dos veces bueno—. Es muy agradable ver como un producto superheroico intenta tomar distintas referencias y diferentes caminos, algo aunque hoy en día es bastante fácil de ver, no deja de tener un gran mérito. De hecho, últimamente no para de haber varios proyectos audiovisuales que toman a Lovecraft como una fuente de ideas, lo que nos da una serie de experimentos muy interesantes, como mínimo. Trabajar con el horror cósmico —y todo lo que eso conlleva— sin parecer repetitivo y cargante ya es un éxito, por lo que no he podido quedar más satisfecho con esta especie de relato corto que mezcla lo surrealista con lo desconocido. Con lo inevitable. Muchas ganas de ver más de Jupiter’s Legacy en un futuro, espero que cercano.