El cine que llega y remueve
Lo que más me interesa al contar una historia como director es llegar a las entrañas, transmitir emociones y remover al espectador. No es poca cosa. Concibo el cine como un arte y coincido con la visión del director francés Robert Bresson sobre la existencia de dos tipos de cine: el teatro filmado, o representación filmada de un espectáculo, y el cinematógrafo, es decir, el que se escribe y se narra con la cámara. Como el propio Bresson distinguía, hay «dos tipos de películas, las que emplean los medios del teatro (actores, decorados, puesta en escena, etc.) y se sirven de la cámara para reproducir; y las que emplean los medios del cinematógrafo y se sirven de la cámara para crear».
Cuando preparo el planteamiento de un nuevo proyecto suelo acordarme de Luis Aller, uno de los mejores profesores que tuve en la escuela de cine y la persona que me enseñó a utilizar el poder de las herramientas cinematográficas para transmitir, emocionar y llegar al espectador. Si se dispone de una buena historia que contar y un guion interesante, la misión de un director de cine no es otra que la de tomar las mejores decisiones creativas para que el público entienda la película tal y como la tiene en su cabeza. Debe conquistar al espectador mezclando de la mejor forma las herramientas de dirección; encuadre, movimientos de cámara, luz, sonido, música, color, atrezo, etc. En mi época de estudiante de la escuela de cine tuve la oportunidad de comprobar esta idea con un sencillo ejercicio. Una de las prácticas de clase consistía en darnos el mismo guion a todos los alumnos para más tarde rodarlo. El resultado fue increíble; había treinta películas totalmente diferentes, comedias, dramas, películas de acción, musicales, todo un compendio de estilos y visiones.
En el cine, nada de lo que vemos en la pantalla ocurre de forma casual. Todo está medido y pensado para crear ciertas sensaciones en el espectador. A estas sensaciones las llamo momentos cinematográficos. Por ejemplo, en El padrino III hay una secuencia donde la familia Corleone sale de la ópera y asesinan a la pequeña de la familia en un tiroteo. Michael llora la muerte de su hija con un llanto realmente sobrecogedor. Es un momento de cine grandioso gracias a la acertada decisión de añadir un pequeño matiz: el maestro Coppola retrasa unos instantes el momento en el que Michael rompe a llorar. Con esa decisión consigue transmitir al espectador la tragedia y el dolor del personaje con enorme fuerza y con un llanto en silencio que ahoga y emociona. Cuando el cine hace sentir, cuando llega de verdad, es cine en estado puro. Ese es el cine que me interesa como creador y que en gran medida se recoge en las páginas de este libro del periodista Alejandro López Menacho. En cambio, cuando una obra cinematográfica carece de estos momentos, crea indiferencia y pasa desapercibida, como podemos ver cada fin de semana en la sobremesa de cualquier cadena de televisión.
Aunque nunca me propuse hacer cine social como una meta, me sucedió algo que me llevó a tomar esa decisión en la realización de mi ópera prima. En el año 2012 y en pleno apogeo de la crisis económica en España vivía en un edificio de dos plantas con pocos vecinos. Recuerdo que de vez en cuando venía a casa una vecina y me pedía leche o algún alimento con la excusa de que la tienda de la esquina estaba cerrada. Era una mujer joven y tenía a su cargo dos niños pequeños. Un día la mujer desapareció y nunca más volví a verla. Al cabo de unos meses la vi en un reportaje en televisión sobre los desahucios; era la protagonista del vídeo y la iban a desahuciar del piso en el que vivía. En aquel momento comprendí qué había pasado. Lo cierto es que nunca sospeché el drama que mi vecina estaba viviendo cuando llamaba a mi casa. Sentí que tenía que hacer algo por ella y por las personas que pasan por situaciones similares. Contarlo. Ese fue uno de los motivos que me empujaron a escribir el guion de Techo y comida. Años después conseguimos rodar la película.
Recuerdo uno de los pases de Techo y comida justo antes de su estreno en salas comerciales. Al terminar la proyección se acercó una señora emocionada y me dijo que le había encantado la película. Debatimos un rato. Me contó que debajo de su casa había un comedor social y que alguna vez había pensado ir para ofrecer ayuda a la gente más necesitada, pero que le daba vergüenza y nunca se atrevía a dar el paso. En ese mismo momento y después de ver la película, me aseguró mirándome fijamente «mañana a primera hora me pasaré por el comedor». Esta señora me reafirmó en una idea que rondaba por mi cabeza desde que empecé a crear Techo y comida: el cine social puede utilizarse como herramienta de transformación además de otorgar visibilidad a las personas más desfavorecidas. La película hizo que una mujer tomara la valiosa decisión de ayudar a la gente.
No creo en ese estereotipo de que a la mayoría de los espectadores de cine español solo les guste la comedia y que van al cine a entretenerse y pasar un buen rato; si una historia llega y conmueve, puede funcionar al mismo, igual o mejor nivel que una película concebida como puro entretenimiento. Este libro recoge un centenar de títulos admirables que llegan, que nos proponen algo.
El cine social ha enriquecido la cultura cinematográfica gracias a movimientos como el neorrealismo italiano, corriente que sigue la línea del cine mudo, cine sencillo, sin artificios, sin música y en el que apenas había diálogos. Esta corriente, que otorgó gran importancia a los sentimientos de los personajes, contaba historias que preocupaban a la sociedad. El neorrealismo tenía mucho de lo que decía Bresson: «Cuanto no sea necesario, cuanto sea meramente anecdótico o decorativo, debe desecharse. En el cine, lo bello no es bello por ser bello, es bello por ser necesario».
El cine tiene la capacidad de lanzar un mensaje directo que invite al espectador a reflexionar sobre un tema o lo enfrente a un dilema moral. Puede también ser incómodo e impactante. Sin minusvalorar el cine comercial o de entretenimiento, que también disfruto, pienso que los creadores no debemos mirar hacia otro lado. Tenemos el compromiso y la responsabilidad de contar la realidad en la que vivimos y dejar constancia de ello. El cine es contar y crear a través de la cámara y todo cine es posible: comedia, thriller, cine social o fantástico. Todo cabe siempre que nos haga sentir, que llegue y que remueva.
*Prólogo extraído del libro 101 películas españolas para entender nuestro presente, disponible en tiendas y en heroesdepapel.es*