Narcosis y los terrores que nos rodean
Existe una fobia bastante común, una fobia que casi parece irónica: la Talasofobia, el miedo al mar. Y digo que parece irónica porque al fin y al cabo toda la vida proviene del mar, es al mismo tiempo una cuna primigenia y la mayor fuente de oxígeno de que dispone el planeta: que nos de miedo precisamente aquello que nos ha permitido vivir durante millones de años, el refugio infantil de la primera vida, es cuanto mínimo curioso… y sin embargo ahí está.
La idea de sentirte rodeado por agua, ingrávido como en los sueños en los cuales puedes volar, es atrayente en cierta medida. Las escuelas de buceo, el “Scuba-Diving” recreativo, se nutren en cierta medida de eso. Pero aun así, aún a pesar de la brutal libertad que puede proporcionarnos el mar, nunca nos abandona del todo un cierto miedo a lo desconocido. Un cierto gusanillo de duda, de terror, de no saber qué se esconde tras la bruma acuática.
El agua nos es ya un elemento ajeno, un lugar incómodo y lleno de peligros por obra y gracia de la evolución: cuando queremos volamos a lomos de las olas, pero siempre dentro de capsulas protectoras, siempre ayudados por tecnología. Si no tenemos tierra a la vista y nos quedamos solos y desnudos en la inmensidad acuática inevitablemente nos sentiremos vulnerables ante los peligros que pueden llegar desde abajo, desde las profundidades que no controlamos. Somos monos y vivimos en secano, salir de ahí es sacarnos de nuestra zona de confort.
Narcosis es un juego de hace ya dos años, diseñado para las gafas VR, que explora precisamente esa idea. Un Walking simulator con un cierto componente de plataformas, un survival horror realista en el que no nos encontramos con monstruos sino con nosotros mismos. La premisa es tan sencilla como angustiosa: somos uno de los miembros de la tripulación del Oceanova, una expedición minera a las simas marinas, y nuestro cometido es enfundarnos en un traje de buzo mecanizado de tres toneladas llamado “Ataud andante” y verificar que todo funcione bien en las profundidades. Y claro… no todo funciona bien.
Un terremoto destruye las instalaciones de Oceanova y nos deja como únicos y muy mareados supervivientes. Pronto la soledad, el aislamiento y la claustrofobia de las impensables profundidades nos hacen ver la realidad: estamos solos, el oxígeno se nos acaba y tenemos que encontrar una salida. En Narcosis no hay monstruos, no hay grandes primigenios y corporaciones malignas, hay alucinaciones producidas por el envenenamiento por nitrógeno y una fauna marina a la que no le caemos especialmente bien. Y soledad. Y claustrofobia.
El movimiento de Narcosis es intencionadamente ortopédico, y nuestras opciones son realmente pocas: estamos enclaustrados en un armatoste de metal, contamos con unos propulsores que nos pueden impulsar por cortos periodos de tiempo, un cuchillo de buceo que realmente no nos ayudará en nada contra nuestros propios demonios, y unas bengalas luminosas que nos ayudarán a ver y ahorrar batería de nuestras luces frontales. La sensación de asfixia e indefensión es total, lo cual es a un tiempo una de sus mayores ventajas y uno de sus grandes defectos.
La Narcosis de Hidrógeno es una enfermedad típica de submarinistas que se envenenan con el gas de sus propias bombonas. No tiene una causa concreta y no puede prevenirse de ninguna forma, la única solución es reducir la profundidad del buceo y ese es un lujo con el que no contamos; por lo que en gran parte será una de las piedras angulares del juego.
¿Qué pasa cuando no podemos confiar ni en nosotros mismo? ¿Qué pasa cuando cada centímetro que nos rodea es aterrador? ¿Cómo se sobrevive a una experiencia así? Hablando con uno mismo, recordando a los camaradas caídos… y cambiando mucho en el proceso.
Narcosis no es una aventura de terror al uso. En este juego indie no nos van a asaltar demonios grotescos a la cara, no vamos a ser perseguidos por las fuerzas del mal, en su lugar puede que de vez en cuando invadamos el territorio de una sepia nada amigable o de un cangrejo araña… nosotros somos el invasor, el miedo no va a asaltarnos por su presencia sino por la nuestra propia. Cada segundo de vida de nuestro buzo sin nombre será un segundo arrebatado a las insondables profundidades, el O2 irá disminuyendo y tendremos que hacer lo imposible por conseguir nuevas bombonas, por reponer el aire en nuestra búsqueda de una salida.
El miedo en este sentido no es por tanto un sobresalto, no es la sorpresa inquietante de un ser que se abalanza sobre nosotros, sino un estado pasivo de angustia, de mirar en todas direcciones, de contar cada instante… casi podremos sentir el respirador mohoso del “ataúd andante”, casi podremos sentir las toneladas de agua aplastándonos, casi…
Narcosis es una experiencia narrativa, una historia terrible y hermosa que vamos observando conforme se va haciendo más y más asfixiante. Recuperar las pertenencias de los miembros de la tripulación muertos, recordar sus historias, asegurarnos de que alguien mantiene constancia de sus nombres, sus apellidos y sus vidas será una de nuestras tareas mientras buscamos algún lugar desde el cual huir del infierno subacuático en el que nos hemos visto inmersos; y gracias a ellos aprenderemos mucho más. Había un día a día en la estación, romances, peleas, odios y pasiones, todo perdido en la inmensidad del océano. Descubrir la vida que hubo y recordarla es nuestra tarea como únicos supervivientes.
La experiencia se completa con la posibilidad de usar unas gafas de VR para una inmersión completa en el asfixiante mundo de las profundidades. Un mundo que nos enseña que no hace falta irse a los mitos inenarrables, a las oscuridades infinitas y a la maldad de las almas torturadas para hacernos pasar auténtico terror. A veces solo hace falta mirar a nuestro alrededor y entender que el mundo ya está suficientemente lleno de monstruos.