Mi historia con Nintendo
Cuando Marçal me invitó a escribir este prólogo me sentí sinceramente conmocionada. ¿Yo? Siempre creo que hay gente mucho más preparada que yo y que sabe mucho más que yo. Pero cuando me habló de NES, me recorrió un no sé qué por el cuerpo que me impidió que declinar amablemente la invitación… Seguro que hay gente que sabe más que yo, veinte millones de veces, pero nunca había sido tan consciente como en ese momento de que NES cambió mi vida. Ya sé que dicho así suena un poco dramático, pero es la verdad. Si estás ahora leyendo este prólogo es gracias a una NES.
Desde pequeñita me han gustado los videojuegos. Yo supongo que la culpa la tiene mi padre, que me dejaba jugar alguna de sus vidas cuando le echaba cinco duros al Galaxian. Un día apareció por casa con una máquina que incluía una pistola (transformable en rifle), un par de mandos y juegos apasionantes: un tenis, un hockey (que era lo mismo que el tenis, pero con dos palitos por jugador) y un juego de puntería que consistía en un cuadrado blanco que se movía por una pantalla negra. Paqué queremos más. Si lo de las recreativas me parecía lo más, poder jugar en casa era el súmmum. Supliqué para conseguir un Spectrum, que se convirtió en mi mejor amigo hasta su fallecimiento definitivo. Casi me pierdo para la causa: los microordenadores de la época eran complicados (eso me parecía), caros (eso le parecía a mi padre) y abultaban mucho y no teníamos sitio (eso, según mi madre). Las recreativas volvieron a acaparar casi toda mi atención, aunque mi pasión por los videojuegos empezó a decrecer…
Hasta que en 1990 (un año clave, según he descubierto en el texto de Marçal) mi novio (y actual marido) me sorprendió con una NES por la que pagó 16.995 pesetas, más 6.500 pesetas por Castlevania. En El Corte Inglés de Argüelles. Mira que le echamos horas juntos y, que yo recuerde, nunca llegamos a superar un nivel con unas cabezas de medusa que nos tiraban de una especie de escaleras… Pronto nos abrieron un Toys “R” Us relativamente cerca de casa y nos pasábamos largas tardes mirando los cartuchos y especulando sobre si molarían o no, mirando solo las carátulas.
Aquella NES me permitió recuperar toda la emoción, la pasión y la magia que sentí en su día por el Spectrum, pero además me fascinó por su sencillez: abres la tapa, metes el cartucho, le das al power y a jugar. Los ordenadores y sus terroríficas cargas, sus peculiaridades y problemas habían desaparecido para mí. Había encontrado la manera de jugar sin preocuparme de nada más que de disfrutar.
Cuando a finales del 91 se puso a la venta Hobby Consolas, nos convertimos en clientes fieles. Os recuerdo que internet no era más que otra historia de las pelis de ciencia ficción y, tras sentirnos traicionados por alguna que otra carátula, tener una fuente de información en las manos, que te decía de qué iban (de verdad) los juegos, era lo más. Curiosamente, nos compramos a conciencia algunos de los juegos peor puntuados en la revista (recuerdo Top Gun y Norte y Sur), aunque los disfrutamos igual. Por cierto, si en su día te pasó como a mí, que te quedaste ojiplático al ver las traseras de algunas cajas en alemán, en las siguientes páginas encontrarás la explicación…
Unos meses después, Hobby Consolas publicó un anuncio buscando redactores. Yo por entonces estudiaba periodismo y, empujada por mi marido, llamé… Me citaron para que fuera a hacer una prueba. No sabía muy bien a lo que iba, pero cuando llegué me sentaron delante de un PC (¡horror!) y me pidieron que escribiera un texto sobre un juego. Así, de sopetón… No os extrañará si os digo que escribí sobre un juego de NES, Battle of Olympus. Y aquí me tenéis.
Si no hubiera sido por aquella NES, quién sabe a qué me dedicaría ahora, pero seguramente no a esto; y Marçal no hubiera pensado en mí para prologar este libro que seguro que os va a descubrir montones de cosas que no sabíais de esta veterana consola. Y mira que a estas alturas de la película parece que ya se ha dicho todo de un modo u otro.
Leyendo las páginas dedicadas a la historia de NES en España me lo he pasado en grande. Porque no se trata de contar la historia de la NES, que hoy día te la pueden contar en cualquier sitio, sino de contar la historia que tú quieres saber. La historia de la NES aquí, que poco tiene que ver con la de la mayor parte del mundo. Quizá por eso en mi memoria tenía tantas fechas mezcladas: no me coincidían los recuerdos con las “fechas oficiales” en las que se supone que pasaron según qué cosas.
También me lo he pasado en grande porque me he acordado de multitud de juegos en los que hacía años que no pensaba. Y de detalles que se habían borrado de mi memoria de la manera más tonta. Y me he reído al descubrir la génesis tan de “andar por casa” del ínclito Club Nintendo o cómo, en esos titubeantes comienzos de la industria en nuestro país, tener una clónica era casi tan caro como una consola oficial. ¿Qué usuario sabía la diferencia? Por cierto, voy a confesar: yo tuve una. No me interesaban los cartuchos esos piratas de los que leeréis más adelante (y que fallaban más que una escopeta de feria)… Lo que yo quería era jugar con cartuchos NTSC, y mi clónica lo permitía.
Perdonad mis batallas de abuela cebolleta, pero es que es posible que, a los más mayorcitos, os pase lo mismo que a mí y, sin casi daros cuenta, os volváis a ver repasando las listas de juegos de la publicidad de Centro Mail, tratando de descifrar de qué iría un juego con la caja en alemán, dibujando a mano un mapa de Hyrule para saber dónde habías puesto bombas o dónde no, con los dedos desollados de machar botones en el Track and Field… Este libro os traerá buenos recuerdos, seguro.
Y, si no sois tan mayorcitos, os va a ayudar a entender un poco mejor porqué Spain is different, por qué no podéis fiaros de todo lo que leáis por ahí, porqué había gente que se compraba una NES cuando Mega Drive ya lo estaba petando, por qué, siendo una potencia en el desarrollo para microordenadores, no nos subimos al tren de las consolas… Entenderéis que en el siglo pasado las cosas no eran como ahora y que, antes de internet, de Twitter y de la infoxicación, una carátula te lo decía todo (o tú te lo imaginabas) y a ti lo único que te importaba es que el juego molara y fuera largo. No había ni downgrades, ni hypes, ni trolls.
La NES cambió mi vida de una manera que nunca pude imaginar. A punto estuve de ser Policía Nacional… ¿Quién hubiera prologado este libro? Seguramente alguien que se sabría muchísimo más que yo, pero que no tuviera tanto que agradecer. No os podéis imaginar la ilusión que me hizo cuando mi hijo se apropió de la NES Mini que tanto me costó conseguir. Verle jugar, enganchadísimo, a algunos de los juegos que marcaron mi juventud me demostró que cuando algo está bien hecho, no importan los años que pasen, sigue estando bien hecho. Si un chaval de trece años, con todas las consolas posibles a su alcance, juega a la NES, es que algo tiene. Aquí descubrirás, al menos, una parte de ese “je ne sais quoi” que tiene esa caja gris que puso color a nuestras vidas.
*Prólogo extraído del libro La Historia de Nintendo Vol.3, de Florent Gorges, disponible en tiendas y en heroesdepapel.es*