La crisis del individuo común en la nueva sociedad digital (2/2)
**Este artículo es la continuación de La crisis del individuo común en la nueva sociedad digital (1/2) , publicado el 21 de diciembre de 2018**
4. La inmadurez del hombre y la mujer modernos y el machismo asimilado
El siglo XX fue un período de grandes cambios, cuando masas ingentes de niños y adolescentes fueron obligados a dejar la escuela y luchar en guerras atroces y sin sentido. Cuando estas acabaron, los jóvenes supervivientes se integraron como trabajadores de pleno en la sociedad, formando familias y tratando de prosperar, aunque siempre recordando la experiencia de pasar hambre, miedo y calamidades, lo cual les hizo madurar de golpe y mantener una actitud conservadora el resto de sus vidas.
Con la relajación de esos modelos a partir de los años 60 y 70 del siglo XX, las generaciones posteriores olvidaron paulatinamente la experiencia de la guerra y se entregaron a los cambios demandados por la sociedad del bienestar del último tercio del siglo. A día de hoy, todo ese proceso ha desembocado en una proliferación de hombres y mujeres afectados por el síndrome de Peter Pan, personas adultas que no acaban de asumir el paso del tiempo.
Tampoco podemos obviar que en este principio del siglo XXI sigue vigente una lacra que, más que disminuir, se ve potenciada y compartida cada día un poquito más gracias a la globalización de las comunicaciones y de la información. Esa lacra no es otra que el machismo, como problema transversal, afectando a todas las capas de la sociedad y géneros, puesto que muchas mujeres lo son sin ni siquiera planteárselo. En muchas ocasiones actúa como un monstruo durmiente en cada uno de nosotros, alimentado por la educación que hemos recibido tanto en el colegio como en casa, por la publicidad, y por los modelos de comportamiento que nos influencian desde los libros, el cine y la televisión. En particular, el género masculino sigue sin saber interpretar correctamente las señales. No es No, está claro, pero de ahí al pagafantismo más humillante hay un amplio espectro de posibilidades no siempre bien entendidas y manejadas tanto por hombres como por mujeres.
Tomando un ejemplo reciente, ¿es el “Me Too” una reivindicación que va a cambiar para bien el punto de vista de las personas en sus relaciones, o sólo una reacción totalmente lícita aunque temporal de ciertos colectivos destinada a perder fuelle con el paso del tiempo? ¿Será tan sólo uno más de los movimientos reivindicativos de “usar y tirar”, como la indignación por los atentados en Kabul, por los naufragios de pateras en el Mediterráneo o por los asesinatos y secuestros de Boko Haram?
El cambiar esta cultura del machismo y del poder físico de hombres sobre mujeres solo será posible si gobernantes y legisladores promueven un cambio de mentalidad más profundo, que empiece en la familia, pase por la educación en los colegios, institutos y universidades, y se vea continuado por los medios de comunicación y entretenimiento, que deberían dejar de banalizar situaciones no tan solo de violencia física sino también de la intelectual o psíquica, en muchas ocasiones bastante más difícil de detectar y corregir.
5. La nueva sociedad es más permisiva y laxa con la violencia
Continuando con la orientación del punto anterior, nos estamos acostumbrando a la violencia de las imágenes de Redes Sociales y Televisión, integrándolas en nuestra rutina habitual y normalizándolas bajo la excusa de que ‘siempre ha sido así, sólo que ahora se sabe más’.
Sería necesario asumir que esta es una sociedad cada vez más permisiva con dicha violencia. Sí, nuestro primer mundo es cada vez más materialista y menos sensible, el postureo ha tomado el poder y abduce tanto a adolescentes como a adultos. ¿O es que, en realidad, siempre ha sucedido de esta manera? ¿Estaremos cayendo en un estado mental cercano al de “Comfortably Numb (Cómodamente Adormecido”, el tema del álbum The Wall (1979) de los Pink Floyd? ¿Es este conformismo una enfermedad social, la nueva denominación de un tipo especial de depresión/hastío/indiferencia?
Quizás en el fondo tan solo sea una falta de empatía global la que nos acecha como colectivo.
6. Los líderes de la sociedad y el principio de Peter
El principio de incompetencia de Peter sostiene que las personas que realizan bien su trabajo suelen ser promocionadas a puestos de mayor responsabilidad, hasta que llegan a uno para el cual ya no son aptos, alcanzando entonces un máximo de incompetencia que afecta a los empleados a su mando, que acaban haciendo mal su trabajo a causa de un mal jefe.
Por otro lado, el individuo común del siglo XXI se ve continuamente expuesto y comparado con los “verdaderos” triunfadores, perfiles del tipo Donald Trump, Kim Kardashian o Cristiano Ronaldo, polémicos y amados u odiados a partes iguales. En base a esa comparación, muchas de estas personas anónimas pueden llegar a la conclusión de que pasarán por este mundo bajo la sombra de la mediocridad y sin dejar huella alguna.
De hecho, el fenómeno fan se ha exacerbado también gracias a las RRSS. De cantantes, deportistas y actores hemos pasado a encumbrar a youtubers, instagrammers e influencers. Aunque también es posible que esta competición sea un tanto más democrática: un dispositivo = un voto. Cabría entonces preguntarse si aún somos libres de decidir lo que nos gusta, a quién amamos, a quién odiamos, o es todo un espejismo y nos limitamos a seguir los caminos marcados por estos líderes de cartón piedra.
Como idea troncal en este ensayo también sostenemos que nos encontramos sumidos en una crisis total de creatividad. Envueltos en una catarata de informaciones, novedades y cambios tecnológicos, todo parece inventado ya, nos da la sensación de que cualquiera es mejor que nosotros en cualquier cosa que intentamos y, como hemos visto, estos líderes de cartón piedra saben muy bien cómo alardear de sus éxitos, aunque todo lo que se mueva a su alrededor sea una gran mentira.
En resumen, un grupo de mediocres populistas con demasiada confianza en sus posibilidades ha tomado el poder y dominan el mundo actual, accediendo a los puestos claves de mando y de liderazgo, solo para demostrar una y otra vez que no son aptos para ello. Y aun así, el pueblo los sigue siguiendo, apoyando y votando. Desafortunadamente, la mayoría de las personas no parecen darse cuenta de lo crítico de la situación y deberíamos asumir que ya es demasiado tarde para evitar el desastre. El destino de estos Illuminati es perpetuarse en sus posiciones de privilegio en detrimento de personas válidas pero que adolecen del carisma, de la visibilidad o del clamor popular necesario.
Conclusiones
Este ensayo no pretende ser un análisis exhaustivo de la sociedad digital en los países del primer mundo, ni tampoco un panfleto reivindicativo de las bondades de las personas en la edad madura en contraposición con las nuevas generaciones de jóvenes “indolentes y pasivos”. No va en contra de nadie, sea cual sea su edad, género u origen.
Al contrario, aunque el ejercicio pueda parecer un tanto pesimista, en realidad trata de pensar en positivo y destacar los cambios de mentalidad que necesitará la humanidad en las próximas décadas para adaptarse al imparable progreso tecnológico sin perder sus objetivos como sociedad. A ese respecto, hemos obviado expresamente temas políticos, demográficos o económicos puesto que estos deben ser analizados de manera mucho más profunda y detallada por sus correspondientes expertos.
En definitiva, no hay duda de que nuestros jóvenes deberán lidiar como mínimo con los mismos problemas que hemos destacado, y que tendrán que enfrentarse con muchos otros que a día de hoy desconocemos. Pero también está claro que estos niños, niñas y adolescentes son nuestro único futuro, por lo que debemos ser cuidadosos, comprensivos y receptivos si queremos que hereden un planeta con un mínimo de humanidad y funcionalidad en el que todo el mundo pueda expresarse y reivindicarse como persona de pleno derecho, independientemente de su raza, nacionalidad u orientación sexual.